VALÈNCIA. Carlos Santana sale al escenario, se cuelga la guitarra del cuerpo, espera a que el resto de la banda esté preparada y observa al público hasta que empieza a tocar. Entonces cierra los ojos como si estuviera extasiado, como si viera mejor los trastes en su mente que en el plano de la realidad.
Este gesto, que comparte con otros muchos músicos, tal vez adquiere un mayor sentido cuando Carlos Santana se sienta a hablar de carrera. El mexicano se muestra escueto en lo musical y se explaya cuando se le pregunta por la dimensión espiritual de sus conciertos, el verdadero combustible de su incombustible motor, que lleva funcionando casi 60 años.
“Cuando tú te conectas conscientemente con Dios, es imposible fallas, es imposible no expresar con perfección. Así que, antes de tocar, la banda y yo meditamos 10 minutos. Hay que enchufarse a la voluntad de Dios; porque cuando lo haces, la música es más que eso, es una frecuencia, una vibración que le pone alas a los corazones. Así la gente se acuerda que también ellos son divino y son luz, no burros y changos. Yo me levanto a tocar música para que la gente se acuerde de que cada persona es el número uno en el corazón de Dios.”, resume en una encuentro con este diario.
Tres imágenes propone Santana a lo largo de la entrevista para poder descodificar qué siente y qué transmite a través de sus solos de guitarra. Primero: “Te lo digo con humildad, pero con fuerza: yo soy un océano profundo; no soy un charco. Quiero abrazar corazones y darles esperanza y fuerza, porque en este mundo ahorita es lo que se necesita. Hay mucha división, mucho miedo y mucha estupidez. Y yo traigo música para elevar a la gente y ponerle alas en sus corazones”. Segunda, que sería la misma pero más escueta: “La música es el agua, yo soy la manguera y la gente son las flores”.
Y la tercera, en un plano más físico que espiritual, preguntado por si no se va distanciando de las canciones que lleva tocando desde hace décadas: “Yo me levanto todos los días para descubrir qué bonito se siente hacer un french kiss [un beso apasionado con lengua]. Así toco mi músico: como si fuera mi primera vez que hice el amor. Asi no se hace viejo ni pierde el sabor”.
Supernatural, su disco bisagra
Un french kiss, una misa pagana a ritmo de guitarra, una elevación espiritual. Todo eso propone para su espectáculo, que pasará por València el próximo 31 de julio en el marco de FAR, un ciclo de conciertos que se celebra a lo largo de este mes en el Recinto Marina Norte.
Hace 27 años que Santana no pasaba por València. Fue en 1998, un año antes de un disco que, sin hacerle mucha sombra al resto de su discografía, sí tuvo una repercusión mayúscula en el pop del cambio de siglo, Supernatural.
El disco consistía en diferentes colaboraciones de Santana con otros artistas que en ese momento estaban marcando el paso en sus diferentes escenas musicales, como Maná (el mítico Corazón espinado, que quemaron las radiofórmulas de la época), Lauryn Hill, Eric Clapton o Rob Thomas. En esta gira, Santana celebra el medio siglo de este disco, que más o menos marca la mitad de su carrera musical y que sin duda la impulsó.

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- Foto: Marylene Eytier
Pero el guitarrista prefiere relativizar su éxito: “Cuando tú estás en un avión y ves un bosque, todos los árboles están a la misma estatura. Todos mis álbumes son para mí iguales: son el centro de mi corazón. Es el público el que debe decidir cuál es el mejor”. Ciertamente, hay otros álbumes icónicos a lo largo de su carrera, como Abraxas o Caravanserai, de los que también se escucharán canciones en el concierto en València.
Pero Supernatural también ratificó una idea de disco que marcaría una manera de hacer música pop: el disco marcado por colaboraciones estelares, por encajes de dos artistas que no se bajan de su propuesta sino que se integran en un corte de tres minutos de duración. Para eso hace falta, al menos, una cosa: tener ganas de ser contemporáneo de la música que se hace en el presente.
¿Qué opina de ese presente Santana? ¿Sería posible un nuevo Supernatural? “Depende de quién sea el artista. Acabamos de publicar una canción con Grupo Frontera y son grandísimos. Mi teléfono siempre ha sonado y me han invitado a tocar una canción con Michael Jackson, Miles Davis, o Run DMC. Lo único que no toco es música que no venga del corazón. Si no viene del corazón, la oigo y no me llega, digo gracias por invitarme pero no siento que pueda tocar. Tiene que ser algo que tenga pasión y emoción”.
Un diálogo con la guitarra
Esas colaboraciones de Santana tienen una estructura similar. Una canción que respira desde el principio al artista con el que colabora para que se sienta cómodo desde el inicio, una guitarra integrada entre toda la banda, y en mitad de la canción o en el estribillo, de repente un solo de Santana emerge y se vuelve protagonista.
Es casi una continuación de la letra, pero sin letra alguna. Como si Santana hablara con la guitarra e hiciera los coros hasta que se arranca con todo. “Yo nunca me separo de la meta de la canción ni de lo que están hablando. Aprendí música tocando con discos de Aretha Franklin o Miles Davis. Sé cuándo y dónde tocar para no hacer sombra a nadie y respetar la melodía. Cuando los artistas me dan el espacio, es cuando toco. Es como hacer el amor: tienes que saber cuándo entrar, y cuándo respetar y dejar solo”, compara. Y remata: “Yo me concentro en lo que están hablando y me uno con mi melodía. Ahora, yo nunca toco para Carlos Santana, yo toco para Dios y para la gente, así que es más fácil para mí”.