VALÈNCIA. Alfredo Costa Monteiro desea que el público que pase por el Centre del Carme este domingo para escuchar su concierto se lleve consigo “alguna experiencia, la que sea”. ¿Cómo no hacerlo? Si el propósito de este músico portugués afincado en Barcelona es llegar a producir sonidos que nadie imagina que se puedan hacer. Como parte de la 47 edición del festival Ensems ofrecerá un concierto para papel. En Desaveniences per una matèria, este será su único recurso sonoro. Pero, además, el artista avanza que a su actuación en València le ha sumado un plus de dificultad al preparar una versión acústica. El volumen será mínimo, para demostrar que entre lo imperceptible y lo apenas audible hay todo un mundo si sabemos escucharlo.
“Lo que propongo es una experiencia insólita, porque conciertos para papel no se hacen mucho, pero también es muy sensorial. Voy a trabajar con volúmenes de sonido muy bajos. Son microsonidos, en realidad. Es cierto que trabajo con diferentes tipos de papel, también derivados como el cartón, pero no tienen mucha proyección sonora”, detalla Costa, quien ha querido convertir lo que podría ser un problema en una virtud. Conciertos a volúmen extremadamente bajo, donde la percepción de la música cambia de inmediato.
Hace más de veinte años que el creativo experimenta con este tipo de materiales. Su primer acercamiento fue en el año 2000, cuando grabó una pieza construida únicamente con sonidos de gomas elásticas, que se convirtió en la primera referencia del sello barcelonés Hazard Records. A partir de ahí empezó a interesarse por otros objetos cotidianos y su siguiente paso fue Paper Music, un trabajo íntegro con papel, que abrió un camino de investigación que todavía continúa. “Empecé a interesarme en la materialidad del sonido porque vengo de la música improvisada, y es un factor que se trabaja mucho”, explica.
¿A qué suena un papel?
El papel se vuelve, en efecto, un material perfecto para la improvisación y la sorpresa, porque a priori no se puede identificar de ninguna manera. ¿Cómo reconocer su sonido? ¿a qué suena una hoja? “La relación entre lo auditivo y lo visual lo tendrás claro si vienes al concierto del domingo. Tengo grabaciones en las que se puede escuchar el sonido del papel, pero no puedes saber cómo lo hago. Hay quien piensa que es electrónico, pero es solo papel”, explica Alfredo Costa.
Su obra puede parecer casi electrónica porque en el estudio el proceso cambia y el sonido también. La colocación del micrófono pasa a ser determinante, se convierte en un instrumento más, porque de su posición depende que se potencie un roce, un crujido o una vibración mínima. “Al final se trata de saber cómo usarlo para sacarle el máximo provecho. Es un componente muy importante que en el directo no está”, señala.
A lo largo de los años, Costa llegó incluso a grabar con piezas de cristal, aunque esas creaciones nunca se publicaron. Pero, más allá del objeto, lo que fue descubriendo todo ese tiempo es que lo esencial en su obra no es el material en sí, sino la manera de abordarlo. “Trabajar con papel me ha ayudado a llegar a la esencia de lo que hago, es decir, a reducir al máximo todas las posibilidades” apunta.
Esa premisa, la de quedarse solo con lo imprescindible, atraviesa todo su trabajo. Y aunque en València, el papel el que concentra su atención, también la aplica en otros dispositivos que utiliza en directo: motores, muelles u objetos resonantes. “El proceso en realidad es el mismo. Lo que une todo lo que hago no es un instrumento ni un lenguaje concreto, sino el procedimiento”, resume.

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Que cada cual descubra su forma de escucha
Ahora, esa búsqueda se traslada también al taller que imparte este sábado en la Sala Capitular del Centre del Carme, un día antes del concierto. Bajo el título Indivisibilitat, el músico propone una actividad familiar en la que los más pequeños trabajarán con acciones y sonidos en el límite de la percepción. Un ejercicio delicado, pensado para niños y niñas de entre cinco y diez años, en el que el silencio y el espacio resultan elementos claves.
En el fondo, tanto en el taller como en el concierto, el objetivo es el mismo: que cada cual descubra su propia forma de escuchar. “Me gustaría que se llevaran una experiencia, la que sea: que tengan la sensación de haber pasado a través de algo”, señala el artista, que agrega: “Yo produzco sonidos que el oyente recibe, pero toda la interpretación es suya. A veces, tras un concierto, me dicen que un sonido les ha recordado a algo que a mí no, y lo entiendo perfectamente. Tiene que ser así: el sonido no debe estar encerrado, debe ser libre de interpretación. Es lo más bonito de lo que hacemos. Es el sentido de la obra”.
El gesto frente a la tecnología
Esa libertad es también la que guía su manera de trabajar con materiales cotidianos. Frente a la facilidad de lo digital, Alfredo Costa reivindica un proceso basado en el gesto y en la imaginación. Como recuerda, “si no hay gesto no hay sonido; igual que en un violín, si no frotas el arco no hay nada”. Con el papel ocurre lo mismo: su aparente fragilidad se convierte en instrumento solo cuando entra en contacto con otro elemento.
Para el portugués, ahí está también el sentido de lo que llamamos música contemporánea: un campo tan amplio que resulta difícil de acotar, pero donde la identidad se reconoce en el procedimiento. “En mi trabajo sigo muchas vías de exploración muy diferentes, pero hay una identidad en todo eso”, incide. “Para mí lo importante es desarrollar conceptos, maneras de hacer, no limitarme a herramientas ya dadas. No se trata de apretar un botón, sino de poner objetos en relación y de que el rastro del gesto quede en el sonido”, concluye.