Música y ópera

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Sons al Botànic llega a su décima edición con un microfestival para mantenerse vivo

El ciclo de conciertos afronta su aniversario en formato concentrado: este sábado 13 de septiembre el Jardí Botànic acoge las actuaciones de Mar Giménez, Apolo, Borja Mompó, Badlands y Apartamentos Acapulco

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VALÈNCIA. Sons al Botànic cumple diez años en un escenario inesperado. El ciclo de conciertos que cada año -de mayo a octubre- ha llenado de música la arboleda del Jardí Botànic se quedó sin patrocinador cuando el cartel ya estaba prácticamente cerrado. La organización, formada por Adsons Producciones, Saltarinas y el mismo Jardí Botànic, llegó a contemplar la opción de dejar el aniversario en blanco. Sin embargo, pudo más la convicción de que el proyecto no podía desaparecer justo ahora. El resultado es una edición distinta: un microfestival concentrado en un solo día, este sábado 13 de septiembre.

La celebración se dividirá en dos franjas: una primera parte diurna, con la actuación de Mar Giménez y Apolo al mediodía, y otra ya por la tarde-noche, con Apartamentos Acapulco, Badlands y Borja Mompó. La jornada incluirá también una propuesta pensada para los más pequeños: un taller de botánica en el propio Jardí, gratuito y programado justo antes del inicio de los conciertos matinales.

“Dejar otro año en blanco hubiera sido un palo demasiado grande”, admite Manu Fuillerat, de Andsons Producciones. “En la pandemia lo entendimos porque fue algo general y se sobrellevó de otra manera, pero ahora era distinto. Un proyecto como Sons al Botànic cuesta mucho retomar si lo paras, más todavía con la competencia de festivales que hay hoy en día. A nivel de recuperar patrocinios y la confianza del Botànic, podía haber supuesto que en 2026 ya no existiera”.

Aunque reconfigurar todo en cuestión de semanas tampoco resultó sencillo. “Al principio nos costó cambiar el chip”, reconoce Rocío Benavent, de Saltarinas. “Parecía que iba a ser más sencillo que organizar seis fechas, pero en realidad fue un reto: hubo que reordenar tiempos, logística y energías”. Para la valenciana, lo importante no era solo ajustar el formato, sino darle un sentido simbólico: “No se pueden condensar diez años en un solo día, pero sí celebrar lo que hemos construido durante este tiempo”.

Esa misma sensación comparte Fuillerat, de Andsons Producciones, al recordar que la idea original era muy distinta. La organización había ideado un décimo aniversario con un cartel más ambicioso que nunca, con la intención de demostrar que propuestas pequeñas como la suya siguen teniendo sentido en un contexto dominado por los macrofestivales. “Teníamos pensada una edición como la de siempre, pero con un cartel muy fuerte. Cuando todo se vino abajo ya estaba prácticamente cerrado y fue imposible reconfigurarlo. Con el presupuesto que quedaba, la única opción era salvar una fecha y hacer algo más pequeño”, explica Fuillerat.

Lo que propone Sons al Botànic este sábado sigue siendo, aun así, un aniversario muy íntimo, ya que el aforo no se ha aumentado, y una edición muy “sons”. El cartel mantiene ese equilibrio entre artistas emergentes y trayectorias consolidadas que ha marcado la identidad del ciclo. Por la mañana abrirán Mar Giménez, una de las voces jóvenes de la escena valenciana, y Apolo, con un aire fresco desde el pop alternativo. Ya por la tarde será el turno de Borja Mompó, que tras una década al frente de Modelo de Respuesta Polar se adentra ahora en un proyecto más personal; Badlands, con su revisión del folk y el country hacia terrenos propios; y Apartamentos Acapulco, banda granadina que se ha consolidado como una de las referencias del indie nacional. La respuesta del público: hacer sold out un par de días antes de su celebración. 

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Cuando el Jardí se convirtió en escenario

¿Cómo empezó todo hace diez años? “El inicio de Sons al Botànic fue un acto de fe y curiosidad”, recuerda Benavent. “Aunque el Jardí nos acogió enseguida y sentimos que no era solo un escenario, sino un cómplice. Nos cedieron el espacio y se implicaron desde el principio. Desde entonces se ha creado una familia, un lugar donde la música se funde con un entorno vivo y lleno de belleza”, afirma la profesional que siempre ha estado ligada a la organización de eventos al aire libre. 

También Manu Fuillerat, desde la parte de producción, recuerda aquella primera edición como un salto al vacío. “Cuando preparamos el cartel no sabíamos si iba a haber continuidad, era más una ilusión que una certeza. Pero pusimos toda la carne en el asador con un montón de bandas que nos encantaban. Aún me sorprende cómo conseguimos que funcionara económicamente, porque no teníamos patrocinio. Fue una apuesta arriesgada y muy innovadora para aquel momento”.

La responsable cultural del Botànic, Eva Pastor, coincide en que el ciclo nació con cierta timidez, pero pronto mostró su potencial. Recuerda que al principio estaba más enfocado a la música indie, “pero enseguida vimos que la gente respondía”. Con el tiempo, el impacto también se ha dejado sentir en el propio espacio: Sons ha contribuido a situarlo en la agenda cultural de la ciudad más allá de su función científica y medioambiental. “Mucha gente ha descubierto el espacio gracias al ciclo. Es un público amplio, que va desde jóvenes hasta personas mayores, y siempre nos trasladan lo especial que es escuchar música al caer la tarde aquí dentro. Creo que esa sensación es mutua: tanto los artistas como el público y la organización salen encantados”.

Retos y recuerdos de una década

Esa buena respuesta no ha evitado, sin embargo, que a lo largo de los años surgieran dudas y dilemas. Rocío Benavent habla de la tensión constante entre identidad y novedad a la hora de impulsar un proyecto como Sons: “Lo más difícil ha sido equilibrar innovación con identidad. No queríamos repetirnos, no somos un festival al uso sino un ciclo. Por el Botànic han pasado cabezas de cartel que luego han acabado en grandes escenarios de festivales, como Morgan, Maika Makovski o DePedro, cuando todavía no eran conocidos. Conseguir esto no es sencillo. Por eso, lo más gratificante ha sido ver que el público aceptaba nuestra propuesta y que los artistas emergentes encontraban un espacio donde crecer. De eso me siento muy orgullosa”.

Los recuerdos se acumulan en una década de conciertos y la valenciana rescata algunos de los más especiales: Carlos Sadness en 2016, con un público enmudecido bajo las estrellas; Maika Makovski al piano; Clara Peya, Maria Rodés, Sandra Bernardo… “Y, en general, todas las mujeres que han pasado por el ciclo. También Alice Wonder o Guadalupe Plata han dejado conciertos inolvidables”.

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Manu Fuillerat, por su parte, señala cómo cada vez resulta más complicado sostener el ciclo en un contexto de precios disparados y presupuestos ajustados. “Lo más complicado, sin duda, es que cada vez los cachés son más altos por la burbuja de festivales y, en cambio, contamos con presupuestos muy limitados. Lidiar con eso ha sido difícil”. Aun así, asegura que la programación siempre ha supuesto un reto estimulante: “Cada año empiezo con la sensación de que será imposible superar el cartel anterior, y siempre acabamos consiguiéndolo. Lo más gratificante hoy es haber llegado a diez ediciones, incluso en un año en el que creíamos que no lo íbamos a conseguir”.

Después de tantas dificultades, el aniversario se vive también como una reivindicación personal. “Para nosotras significa persistencia, una comunidad y amor a la cultura, que es lo que hemos querido transmitir todos estos años”, resume Rocío Benavent. Ese carácter cercano es, para ella, parte esencial del Sons: “Son formatos que hacen la experiencia muy especial. No cabe tanta gente, así que ya de por sí invitan a disfrutar de otra manera los conciertos”. Fuillerat lo expresa con la misma cercanía: “Para mí y para Rocío, Sons al Botànic es nuestra pequeña gran creación, como si fuera nuestro hijo artístico. Haber conseguido sostener un proyecto tan humilde y, al mismo tiempo, tan querido, es increíble”.

El futuro de Sons al Botànic

Lo que ocurrirá después del décimo aniversario es todavía una incógnita. La organización admite que no sabe de qué manera volverá el Sons, si con un ciclo mensual como en sus anteriores ediciones o con un formato concentrado como el de este año. Manu Fuillerat reconoce que su deseo sería retomar el calendario habitual, “porque esa es la esencia del Botànic”, aunque tampoco descarta seguir explorando la fórmula de un microfestival tras el éxito de esta edición.

Desde la Universitat de València, Eva Pastor plantea la posibilidad de un camino intermedio: mantener la esencia de los conciertos mensuales y, al mismo tiempo, abrir la puerta a fórmulas puntuales más concentradas, como la de este décimo aniversario en una sola jornada. En cualquier caso, lo que se ha demostrado, insiste, es que “el público respalda el proyecto y que los artistas destacan siempre lo especial que resulta tocar en el jardín al caer la tarde”.

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Rocío Benavent, por su parte, imagina incluso dar más espacio a la programación diurna, como la que han empezado a ensayar este año con talleres y conciertos matinales. Aunque, sobre todo, lanza un deseo: que el proyecto pueda sostenerse con apoyos más estables. “Necesitamos alianzas públicas y privadas que se comprometan más allá de un año, convenios que den continuidad. Hemos demostrado que esto funciona, que llenamos, que hacemos sold out. No es algo que nos inventemos. Es triste pensar que quizá no sigamos, pero al mismo tiempo sigo creyendo que el Sons tiene que ser un hogar para la música y para la gente que ama el Botànic”.

Manu Fuillerat comparte la misma preocupación, aunque se muestra más optimista. Confía en que todavía quedan “dos o tres ediciones viables” a corto plazo, siempre que se planifiquen con más margen y certezas presupuestarias. “Este año nos enteramos de que nos quedábamos sin recursos cuando estaba todo prácticamente cerrado, y eso fue un golpe. La clave será sentarnos a tiempo con el Botànic y con los patrocinadores para asegurar una edición más sólida”.  

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