El lamentable espectáculo de incompetencia, inoperancia y desidia que está desplegando la Generalitat Valenciana pasará a la posteridad. Nunca tantos se vieron decepcionados tanto tiempo y tantas veces por tan pocos. Cuando parece que no se puede hacer peor aparece la consellera de Justicia, Salomé Pradas, cavando más y más el pozo en el que anda metida con mentiras que son desmentidas por los hechos o por la filtración de conversaciones de la propia consellera en cuestión de minutos. Cuando resulta difícil pensar en un dirigente político con menor empatía que la consellera de Turismo, Nuria Montes, la interfecta nos sorprende con un nuevo ejemplo de falta de humanidad.
Su jefe y máximo responsable del operativo de respuesta a la crisis, Carlos Mazón, no les va a la zaga. Tras su misteriosa desaparición el día del desastre, sus acciones posteriores, claramente, tienen mucho más que ver con el afán por salvarse políticamente que por atender las necesidades de los ciudadanos, porque de otra forma es inexplicable que haga su supuesto trabajo con tanta ineptitud e ineficacia.
Surge una pregunta y una constatación. La pregunta: ¿esta gente para qué quiere, exactamente, dedicarse al servicio público? Y la constatación: esta gente es manifiestamente incapaz para dedicarse al servicio público. Llevamos diez días de crisis y los máximos responsables de la Generalitat Valenciana no han sido capaces ni siquiera de explicarnos cómo es posible que tardaran diez horas en adoptar alguna medida contra la riada que se nos vino encima. No sabemos a qué dedicó el president, Carlos Mazón, esas horas cruciales, más allá de las horas que perdió en una supuesta comida de trabajo con aún no sabemos quién que se prolongó hasta las siete de la tarde. Y la verdad es que resulta irrelevante con quién comiera Mazón; aunque fuera con el Papa, lo cierto es que durante horas no estuvo donde debía estar ni hizo lo que debía hacer.
La Generalitat Valenciana no ha sido capaz de organizar mínimamente el flujo de víveres, herramientas y medicamentos hacia los municipios afectados; no ha sabido o podido coordinar los dispositivos de emergencias; ha entorpecido la labor de los voluntarios en varias ocasiones por razones desconocidas; se ha afanado en entrar en una ridícula y lamentable guerrita con el Gobierno central para tratar de eludir su responsabilidad. La Generalitat y su president Carlos Mazón, en resumidas cuentas, han fracasado de forma palpable en todos los cometidos vinculados con la gestión de esta crisis desde su misma génesis.
¿Cuál ha sido la respuesta de la oposición a este estado de las cosas? Por parte de Compromís, la que cabría esperar. Críticas en principio muy mesuradas, y progresivamente más acentuadas y perentorias hacia la gestión del Consell. Una oposición quizás poco enérgica, pero oposición al fin. Por parte del PSPV, en cambio, apoyo total. Un cheque en blanco. Apoyarán los Presupuestos que presente Mazón en la Generalitat Valenciana y María José Catalá en el ayuntamiento de Valencia (en este caso, bajo ciertas condiciones elementales).
¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Desde qué lógica puede entenderse que el principal partido de la oposición reaccione a tal exhibición de incompetencia y pasotismo prestándose a apuntalar el gobierno de la Generalitat? Un gobierno, conviene recordar, que no sólo ha contribuido a generar ingentes pérdidas materiales, sino, sobre todo y de manera mucho más clara, la muerte de más de 200 personas. No estamos hablando de mera torpeza o desborde ante una situación imposible de gestionar sin que surjan disfunciones. Estamos hablando de un nivel de negligencia lesivo para los ciudadanos.
Y el PSPV no sólo no critica, no hace oposición, no pide comparecencias y tal vez una moción de censura. Con el argumento especioso de que "no es el momento" (si no lo es ante esta situación, ¿cuándo lo será?), se pone a disposición del president de la Generalitat, siendo casi los únicos que lo hacen en un contexto en el que Mazón se está viendo abandonado o criticado por casi todos los que le apoyaban, notoriamente desde su propio partido y la clase empresarial. Tampoco se sabe nada en todo este tiempo de Diana Morant, supuesta candidata del PSPV a ocupar la presidencia de la Generalitat. ¿Para qué quiere ser presidenta, si ni se molesta en comparecer ante la ciudadanía de la Comunidad Valenciana?
Sólo el cálculo político puede estar detrás de este tipo de decisiones. La idea de que lo mejor que le puede pasar al PSPV, y sobre todo al Gobierno central, es que Mazón siga encabezando este despropósito y erosionando políticamente al PP, valenciano y nacional. Lo cual también está detrás de un Gobierno central que se puso de perfil desde el principio ante la crisis, rehusando tomar medidas enérgicas y escudándose en una discusión competencial que en una situación así, y a la vista de la manifiesta incompetencia de la Generalitat Valenciana para hacerse cargo de la misma, carecía de sentido, salvo -nuevamente- si lo que buscaba el Gobierno era rehuir su responsabilidad y dejar a Mazón (y a los valencianos con él) a los pies de los caballos.
Toda esta situación ha generado, como es normal, una desconfianza y un descrédito enormes en las instituciones y su capacidad para proteger a la ciudadanía y organizar la sociedad en una situación de crisis. Sobre todo, porque, por contraste con la inoperancia de dichas instituciones, la ciudadanía sí que se ha organizado, sí que ha apoyado a los damnificados por la gota fría (decenas de miles de personas) y sí que ha contribuido a mejorar una situación dramática, especialmente en los momentos iniciales, mientras la Generalitat y el Estado central no comparecían salvo para perpetuarse en sus jueguecitos de "narrativas" y "relatos". No sé qué relato triunfará en el resto de España, pero desde luego aquí el relato es terrible, sin paliativos, respecto de la capacitación y prioridades de la clase política. Son cosas que las personas que está ayudando, o que sencillamente están siguiendo estos acontecimientos (y no digamos los que han padecido directamente las consecuencias de su incompetencia) no olvidarán en mucho tiempo.