Esta semana parece que se va a acabar el mundo. El Tribunal Supremo ha dictado la sentencia condenatoria del Procès independentista catalán… En Bruselas y parte del extranjero, el President Puigdemont y los consellers exiliados esperan las consecuencias con una Euroorden para su extradición. El Consejo de la Unión Europea y el Parlamento Británico dirán su última palabra sobre el inminente Brexit. El Consejo Europeo decide si aprueba la propuesta del gobierno de la Unión de recortar el presupuesto… ¡Ah, y Franco sale de su tumba!
Bueno, pues a mí lo que más me ha preocupado y seguirá preocupando este invierno es encontrar naranjas valencianas o, al menos, españolas en el súper de mi barrio. Y protestar. Porque este es el consejo que me dio el ministro español de Agricultura, Luis Planas, cuando le pregunté a la puerta de la Comisión por qué sólo encontraba naranjas sudafricanas, cuando la campaña valenciana ya ha comenzado.
¿En Bruselas? Me preguntó. Claro, en Valencia no las compro, la cojo de mis árboles. Le dije. Pues, pregúntale a tu supermercado y presiónale para que venda naranja valenciana. Me aconsejó el ministro. Y allá que me fui el sábado a hacer la compra con el firme propósito de encontrar naranja valenciana en Bruselas.
Bien, una vez hecha presión en el gigante Carrefour de mi calle, me fui más abajo al Delhaize, una cadena belga que pretende equipararse a nuestro Mercadona. Pero tampoco tenía naranja valenciana y, mucho menos, española, como pretendían sus carteles bajo los estantes. De nuevo, protesté porque la señalización inducía a engaño.
Cuando…, me di cuenta de que, ¡oh, sorpresa!, nuestro compatriota Ripoll y Cía de “Alcira” (sic), además de escribir mal el nombre de su ciudad, también contribuía al engaño, junto con los grandes supermercados. El súper señalizaba las naranjas como de Espagne, mientras que Ripoll las embalaba como “The best selected fruit from South Africa”. Que baje Dios y lo vea. Porque, además, saben a medicina. ¿Y saben por qué? Porque utilizan pesticidas prohibidos en Europa que son un peligro para la salud.
Sigo mi periplo por el barrio y ni siquiera el tendero de la esquina tiene naranjas valencianas, sino “de montagne”, que ya me dirían en qué montaña se crían naranjas. Además, no es fiable su origen, porque cada caja tiene un nombre y no están etiquetadas. Pero cara de valencianas no tenían… Me voy alejando hasta el mercado del fin de semana. Nada, en ninguna parada hay naranja española o valenciana identificable. Hasta que, oh sorpresa y alegría, en una frutería/barra/ultramarinos encuentro lo más parecido a mis naranjas. De “Maroc”, ponía el cartel escrito a mano. Un poco más pequeñas y feúchas pero garantizando zumo y sabor, no como las gordotas de Sudáfrica. Rendida a la evidencia, compré kilo y medio, a ver qué tal.
¿Y qué más dice? Pensaba yo que este mercado común estaba para proteger nuestros productos y favorecer su venta entre nuestras fronteras. La Comisión Europea publicó un informe hace un año “sobre la aplicación de las normas de competencia en el sector agrícola” y en el que se constaba que “algunos Estados miembros han intentado en ocasiones restringir las importaciones de determinados productos agrícolas procedentes de otros Estados miembros”. El informe pone de manifiesto que el trabajo de las autoridades europeas de competencia “puede ayudar a los agricultores a obtener mejores condiciones y precios al vender sus productos a grandes compradores o cooperativas”.
Y yo me pregunto…, ¿de qué sirve aplicar las reglas de la competencia en nuestros mercados si la gran competencia viene de Estados fuera de la Unión Europea a los que se cancelan aranceles y que no cumplen con los estándares europeos en normas laborales y fitosanitarias? Y seguimos sumando tratados de libre comercio…, que ya anunció el comisario de presupuestos Günther Oettinger, que “no nos salen las cuentas”. E insistió. Si seguimos abriendo el mercado a otros países, recaudaremos cada vez menos en aranceles y tendremos que hacer recortes en agricultura y fondos regionales. Así, tal cual, a la puerta de la Semana de las Regiones. Y lo más triste es que acabaremos cantando la zarzuela de “La verbena de la paloma”, pero con otra letra. Naranjas de la China-na-na, China-na-na. Naranjas, de la China, te voy a regalar…