No debemos asumir que la Navidad se sirva en los escaparates y en las tiendas de alimentación antes que la propia navelina. Incomprensiblemente, algo debemos estar haciendo mal. Es como si uno se calza vestidos de verano en invierno o viceversa.
Yo, personalmente, no lo soporto. No soporto como la fruta y la verdura de temporada se adelanta por una cuestión de satisfacer al mercado. Me satisface enormemente coincidir plenamente con personas que solo se alimentan con productos de temporada. No se puede menjar taronja todo el año. Cada temporada disfruta de su cosecha, de su tiempo, de su meteorología.
Puedo llegar a comprender que con las estaciones, tan alteradas por un tiempo inestable, la navelina se pueda retrasar por el no recibimiento del frío y otras causas derivadas de la climatología, pero no por ello el polvorón, los mantecados y las guirnaldas deben adelantarse a un desconocido otoño. Esto lo llevo observando en esta última década en el momento en que el verano baja la persiana.
En mi casa, hasta el día del sorteo de Navidad no se aireaban los armarios para liberar del aburrimiento a las luces, árboles, figuritas y belenes. No se cortaba el turrón hasta la sobremesa de la Nochebuena y otros tantos rituales que tenían su protocolo. Posiblemente, heredadas de padres a hijos. En fin, costumbres y tradiciones que no retales.
Hoy, por desgracia, esa hoja de ruta ha sido trasquilada como la lana a una oveja. Pienso de todo esto que es antinatural por la única cuestión de satisfacer los balances de algunas empresas. Y, por último, la moda absurda de muchas capitales de competir por el encendido de las luces, mercantilizando a la Navidad y con un clero con la batería baja ante tal usurpación.
El aparato global ya busca en la natividad un excusa más para atraer turistas (clientes). Algo totalmente perverso de una sociedad instrumentalizada por el capital. Y repito, ya me lo creo todo desde el momento en el que un Mundial de fútbol se celebró por primera vez en invierno. Espero que los niños de San Ildefonso sigan su curso y cada 22-D canten el gordo. De lo contrario, reservaré un billete en el próximo viaje interespacial.