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el muro / OPINIÓN

Negro y desconocido

Las “bombas” en el Palau de la Música no dejan de caer. Ahora el estallido afecta al titular de la Orquesta de Valencia y a su futuro general

29/11/2020 - 

Algo sobrevuela desde hace tiempo el Palau de la Música. Y no es una sensación. Más bien, una realidad. No salen de una, y ya están en otra. Igual es el karma. O una cuestionable gestión política y municipal. 

El mundo de la música es así. No atiende a razones. Menos a observaciones, o directrices políticas, salvo las profesionales. Funciona como un Ejército, pero en el que todos son “mercenarios/profesionales” y aspiran a una carrera al margen o dentro. Si les atienden. Hasta los muy funcionarios. 

Todos viven en otro mundo. Más libre y menos acotado. Brillan cuando están unidos y juntitos, como consideraba el maestro Miguel Ángel Gómez Martínez para quien una orquesta ha de sonar pensado en estar próxima. Al menos en ensayos y conciertos. Después, cada uno es libre de no hablarse. Pero así es el mundo del arte, y el de los artistas. Son egos.

Una orquesta es otro mundo de idiosincrasias, culturas y lenguas. Hasta contratos. Siempre. Las personalidades son dispares, como los intereses individuales. Son como equipo de fútbol. Cada uno se considera mejor que el que le acompaña en el mediocampo. Y  allí, sobre un escenario, no hay político que decida. Por eso vuelan cabezas de director y en el campo, entrenadores. Pero todos quieren más. Mucho más. Que nadie diga nada salvo el director, hasta que siente en el banquillo, que es algo así como cambiar repertorios. Es la penitencia. Egos muy complicados o extremadamente difíciles de entender, pero  a escuchar atentamente en su momento. 

Por eso decía que algo sobrevuela el Palau de la Música que no le deja levantar cabeza. Y lo que tardará. De momento, años. Tres o cuatro, como mínimo, según las previsiones después de la caída de sus techos. Ya es grave de por sí, Y eso va a suponer, como así ha ocurrido, la pérdida de abonados que se han borrado a la carrera porque no están dispuestos a peregrinaciones y menos a ocurrencias de ir de un lado a otro de la ciudad y a locales en los que las condiciones acústicas no siempre son las óptimas y el transporte público es totalmente imposible e inadecuado, atendiendo al perfil longevo del melómano. Más o menos, una locura de organización. Habrá que volver a convencer al espectador cuando vuelva a la supuesta “anormalidad”. Ya nada será igual. Les Arts está consolidando su idea mientras el otro auditorio pierde brillo antes circunstancias inesperadas y líos internos por cuestiones de dogma y bisoñez política. Perdemos todos por una dudosa gestión política, técnica o derrumbe.

Mientras la oferta del Palau de la Música realiza senderismo entre l’Almodí, el Palau de les Arts, la Rambleta o el Principal, Les Arts ha recuperado fuelle. Y tiene sentido. Van a piñón fijo, pese al enchufismo político descarado, marca de la casa. Como las invitaciones para llenar aforo. El otro está perdido en su ingenuidad.

Decía lo del mal fario, que continúo pensando que es karma, porque allí pasa de todo: se caen los techos, se cierran sus puertas sine die, vuelan los contratos, se montan conciertos de rock que no vienen al caso en sus pasillos, se recurre al concurso “transparente” de un director que acaba en los tribunales, algo que ha provocado su desgaste personal, se filtran encuestas internas para dañar más al colectivo y a su personal y ahora se pone precio a la cabeza del director de la propia orquesta, Ramón Tébar quien, al parecer, ya tiene fecha de caducidad, como bien contaba mi colega Joan Carles Martí

La guerra interna es absoluta, entre músicos, técnicos y hasta comité de empresa, como vienen narrando desde hace tiempo los mass media. A poco que se animen se puede montar una de las buenas. Como la de antes, cuando los sindicatos tenían el control y eran capaces de todo. Eso tiene gestionar una orquesta pública. En EE UU y muchos países europeos han cancelado temporadas hasta nueva fecha grandes orquestas y coliseos. No son orquestas públicas. Sólo responden a intereses privados y efectividad. Pero sobre ellos no existen políticos. Por aquí nadie pone orden y menos coherencia para abaratar costes entre tanto auditorio y palacios de artes.

Mi consejo sería poner fin de forma seca, pero racional, a esta situación que tiene mala pinta. Y sobre todo, orden. Un auditorio no lo puede controlar la clase política. Es un espacio de técnicos y conocimiento del sector en el que se mueve. Sensibilidades y prioridades no son las mismas, Un auditorio no es una cadena de montaje. Ni responde a una directriz política. Es otra cosa que no toca ahora explicar. Pero sí, se ha abierto una guerra interesante para quienes estamos en el tendido.

Tal como está el patio no sería necesario contratar a un nuevo director para la orquesta sino, como en Les Arts, probar, probar e invitar a todos los que sean necesarios para tranquilizar el redil y ver cómo evoluciona este momento de nuestra realidad. No están los tiempos para grandes cachés y si mucha austeridad cuando el futuro, visto lo visto, es tan negro como desconocido. 

Estamos en manos políticas equivocadas. Pero no por política. Sólo, lógica. Igual el equipo de gobierno municipal -Ribó/Gómez y todos los de “Uperación Triunfi” municipal aún no se ha enterado. O es que les da igual.

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