VALÈNCIA. ¿Cómo afectan a nuestra mente los colores, las formas y el tamaño de los espacios que habitamos? ¿Hasta qué punto nuestro bienestar depende de la forma en la que diseñamos el entorno?. A preguntas como estas intentan responder desde las entrañas de la Universitat Politècnica de València (UPV). El Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV, adscrito al Instituto Universitario de Investigación en Tecnología Centrada en el Ser Humano (Human-Tech), lleva más de una década investigando con el objetivo de conseguir, en un futuro, aplicar todos los resultados obtenidos a mejorar la forma en la que construimos y diseñamos el mundo.
Por definición, la neuroarquitectura es la aplicación de la neurociencia a la arquitectura. Pero, desde el laboratorio aseguran que el término está llevando a confusión y que en muchas ocasiones se nombra como neuroarquitectura aquello que no es. "Para que algo sea neuroarquitectura conlleva hacer un registro neurofisiológico" con una serie de herramientas y procesos científicos específicos. De hecho, de eso mismo se encarga el laboratorio: de realizar investigaciones y pruebas con las que obtener conclusiones sobre los efectos de la configuración de los espacios en el bienestar de las personas.
Desde esta institución destacan la importancia de tener en cuenta "los aspectos emocionales" en el diseño de las viviendas, especialmente tras la pandemia, un momento en el que se incrementó la cantidad de tiempo que se permanece dentro de ellas. Este grupo de investigadores explica que existen una serie de variables como la iluminación, el color o la geometría, que no tienen un impacto cognitivo y emocional lo suficientemente elevado como para que los usuarios sean conscientes de sus efectos. No obstante, estas cuestiones "pueden influir tanto en la calidad como en la esperanza de vida", remarcan.
Uno de los principales puntos fuertes de la neuroarquitectura es la capacidad de "cuantificar el estado cognitivo-emocional de los usuarios, aunque no sean conscientes de ello". Pero, ¿cómo son capaces los investigadores de llevar a cabo este proceso?. Principalmente mediante sistemas de registro neurofisiológico y la simulación ambiental. El registro neurofisiológico implica el uso de herramientas como el electroencefalograma, el electrocardiograma y la respuesta electrodérmica, mediante las que se obtiene información "de manera más objetiva y en tiempo real".
La simulación ambiental, por su parte, usa la realidad virtual para que los usuarios puedan vivir diferentes situaciones de diseño y determinar cuáles son las más apropiadas. Juan Luis Higuera, miembro del laboratorio, explica que las gafas de realidad virtual permiten al usuario vivir una experiencia inmersiva en un lugar real o ficticio al que se le pueden cambiar los parámetros para ver cómo el usuario responde neurológicamente a esos estímulos y determinar así qué "situaciones de diseño" son las "más apropiadas".
Además de los dos sistemas ya mencionados, esta disciplina también se apoya en cuestionarios. No obstante, la directora del laboratorio, Carmen Llinares, insiste en que para la neuroarquitectura es "fundamental" el registro neurofisiológico y denuncia que algunas empresas e instituciones intentan pasar como neuroarquitectura una serie de procesos que únicamente se apoyan en la intuición y los cuestionaros, sin tener en cuenta la neurociencia. "En el grupo de neuroarquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia estamos desarrollando unos protocolos para que el usuario tenga garantía de calidad", añade Llinares.
Concretamente, el Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV cuenta con varias salas para realizar todas las investigaciones pertinentes que son elegidas en función de cuáles sean los aspectos a estudiar. En una de ellas, los usuarios se colocan unas gafas de realidad virtual que permiten ver un espacio físico real o imaginario editable mediante un ordenador. Las gafas se complementan con los sistemas de registro neurofisiológico ya mencionados. Todo ello permite observar y medir en qué configuración de los espacios se encuentra mejor cada persona.
Estas investigaciones también se pueden hacer sin el uso de realidad virtual. Para ello, existe una sala cuyas paredes son capaces de proyectar una imagen de una habitación o un espacio público. Los usuarios son monitorizados mediante una serie de cámaras suspendidas en el techo que registran el movimiento y la posición. Además, mediante unas gafas de seguimiento ocular se puede registrar en todo momento dónde miran las personas objeto de la investigación.
La neuroarquitectura es una ciencia reciente, que se precisa de una serie de avances tecnológicos que hasta hace unas pocas décadas eran impensables. Por ello, este grupo de investigadores reconocen la dificultad de que, por ahora, la neuroarquitectura experimental sea puesta en práctica. "Su uso aún está lejos de la práctica profesional y del usuario final. No se trata sólo de conectar al usuario y obtener datos. Su interpretación sigue siendo un reto, incluso para para comunidad científica", remarca este grupo de investigadores.
No obstante, explican que sí se pueden conseguir aplicaciones si se tienen en cuenta los resultados de las investigaciones realizadas por los grupos de investigación, que sirven de "orientaciones generales". "En ocasiones, estos resultados son extrapolados en directrices de diseño de cierto alcance", destacan. En este sentido, señalan que desde el Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV se han publicado, entre otros, diversos estudios con el fin de ofrecer directrices de diseño aplicadas a los espacios hospitalarios.
"Gran cantidad de estas investigaciones son fácilmente localizables, de forma que cada vez más arquitectos y diseñadores recurren a estas directrices de diseño, aunque tradicionalmente no ha sido la forma usual de trabajar y aún es poco frecuente", destacan. No obstante, lo que por ahora se puede aplicar no es "un traje a medida" de cada usuario sino la "adaptación de un traje a algunas de las medidas habituales de los usuarios", remarcan desde este laboratorio, que ha desarrollado proyectos sobre espacios sanitarios, comerciales, docentes, urbanos, así como en viviendas.
Pero, Llinares incide: "No hay una base científica todavía consolidada con principios universales. Si alguien lo quisiera trasladar para otro contexto unos resultados, no podría hacerlo porque cada estudio tiene sus limitaciones". Sobre la visión al largo plazo de esta disciplina, la directora del laboratorio señala: "La metodología que seguimos ahora tiene muchas limitaciones puesto que hace que los plazos para obtener las pautas de diseño sean bastante dilatados. Todo lo que permita acelerar ese proceso y obtener resultados de forma inmediata es para nosotros un reto y en esa línea estamos".
Este grupo de investigadores confía en que en el futuro se logre una "aplicación más amplia" de la neuroarquitectura que "repercuta en la calidad de vida de todos". Aunque, mientras ese momento llega, la única forma de empezar a ver sus beneficios sociales es mediante los resultados que se desprenden de la literatura científica: "Este es conocimiento al alcance de todos y, por tanto, del que podemos beneficiarnos. Todos merecemos un lugar mejor", inciden los investigadores del Laboratorio de Neuroarquitectura de la UPV.