VALÈNCIA. “A veces una es feliz y no lo sabe”, le dice el personaje de Begoña (interpretado por Susi Sánchez) a la pantalla de televisión en una escena de Cinco Lobitos. Es su reacción a ver una serie de vídeos domésticos que ha recopilado su marido y que hacen un repaso a los momentos familiares que fueron grabando durante años con la cámara, cuando los lazos entre ellos aún estaban a prueba de balas.
Una es feliz, y es verdad, pero es que el cine doméstico ha sido, desde ya hace un siglo, el reflejo de la felicidad de puertas para adentro. Son los momentos de diversión o los grandes eventos de la íntimidad de cada personas los que han sido guardados con celo. Ahora, una exposición en CaixaFòrum los reúne para ponerlos en valor: [Rec]uerdos: la vida a través del cine doméstico (hasta el 2 de noviembre).
El cine doméstico estaría bajo el paraguas del cine no profesional, junto al cine militante, o el amateur. Desde la década de los 20 del siglo pasado se puede recoger este fenómeno, que ha perdurado a cambios tecnológicos y ha creado un lenguaje propio.
“El cine doméstico tiene una características muy propias. No tiene preproducción, ni tiene montaje (habitualmente); por lo que tal y como se filma, se proyecta en casa. Es un cine que está lleno de errores, pero no son fallos, sino rasgos propios de este cine. Es un cine parcial, porque solo graba los momentos felices, las celebraciones. Transmite una sensación de verdad muy potente, porque es un cine no mediado, no filtrado, sin intereses. Es un cine circular; es decir, quien lo graba y quien lo ve son las mismas personas. Y tienen un peculiar carácter autobiográfico que no tiene de manera tan marcado ningún otro tipo de cine”, resume el comisario Efrén Cuevas.
Él y Núria F. Rius lideran un equipo de investigación interdisciplinar sobre el cine doméstico y esta exposición es una adaptación divulgativa de algunos de los hallazgos que han hecho. La muestra recoge la historia de un siglo de cine doméstico a través de sus cámaras, la publicidad de estas y los soportes de almacenamiento; pero sobre todo, a través de las imágenes que han recopilado filmotecas y proyectos paralelos como “patrimonio visual de una época” y de acontecimientos que “solo han quedado registrados por las cámaras domésticas”, como las fiestas de un pueblo pequeño.
Un lenguaje propio
Un siglo no es nada. La expresión cultural del cine ha evolucionado a pasos agigantados. El cine profesional y el doméstico se han ido contaminando continuamente, pero sobre todo han tomado caminos particulares por la naturaleza de cada uno. “El cine doméstico es una ficción al alcance de cualquiera. La publicidad continuamente remite a capturar el momento, a atraparlo, porque a diferencia de la fotografía, las cámaras captaban el movimiento”, relata Rius. “Pero además, ha configurado nuestra cultura audiovisual. Es un cine del común con un valor sociológico pero también estético”, añade.
La muestra busca enseñar todas estas aristas acercándose al público, provocando “un efecto espejo”. Porque todas las familias pueden ser la propia, y la ciudad que se capturó espontáneamente hace 60 años también interpela a los ciudadanos actuales. Es por eso que tres de las siete secciones de la muestra se va adaptando en su itinerancia en los diferente CaixaFòrums con muestras del cine doméstico hecho en cada ciudad.

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- Foto: Vicente A. Jiménez. Fundación La Caixa
En el caso de València, la fuente está clara: La Filmoteca. La institución lleva desde los 90 recogiendo archivos familiares para conservarlos y tiene una de las colecciones de cine doméstico más importantes del Estado. El proyecto ha tomado un nuevo impulso con la Dana, cuando muchas familias han intentando recuperar las imágenes que guardaban con celo en casa.
La exposición también sirve, en ese poner en valor, de advertir al visitante que busque y conserve esas imágenes, porque si no “el tiempo va a hacer que se pierdan para siempre y son valiosas”, recuerdan los comisarios. Por eso se muestran los diferentes soportes que se han utilizado a través del tiempo e incluyen una guía breve de qué hacer con ellos.
Recuerdos felices
Cuevas y Rius llevan estudiando el cine doméstico desde hace años y la idea de la vida capturada a través de la cámara es la gran constante, tanto por presencia como por ausencia. Los grandes hitos que nadie de puertas hacia afuera de una casa conoce, pero cuando ve sí reconoce. A la vez, ese cine parcial que carece de morbo y busca ciertamente guardar los tiempos felices.
En toda esta investigación, no han encontrado en los archivos imágenes de una fuerte discusión, o de un gran drama familiar, sino que lo suelen componer viajes, reuniones de amistades o recreaciones de productos televisivos y cinematográficos hechas por diversión.
Esa felicidad parcial ha tenido dos aplicaciones evidentes. En primer lugar, los programas televisivos de vídeos domésticos, que han tenido o un objetivo sociológico (La memoria rescatada, À Punt) o han exprimido el potencial de lo espontáneo para hacer reir (Vídeos de primera, TVE). En segundo lugar, el cine documental se ha nutrido también del cine doméstico para mostrar la cara y la cruz. Porque en los vídeos felices también están escondidas dinámicas familiares complejas, incluso oscuras, aunque no se vean delante de la cámara.
Fronteras borrosas
Hace un siglo, el cine doméstico empieza como una extensión de la expresión fotográfica; estática, con poca capacidad de agencia. Conforme se va extendiendo su uso, el abanico se abre a lo que permite la tecnología. Y partir de los 80, con la llegada del vídeo y la sombra alargada de la televisión, el lenguaje se reconfigura.
La penúltima revolución fue la evolución a una tecnología plenamente portátil, primero con cámaras digitales compactas y más tarde con teléfonos. Las redes sociales, el último gran salto, vuelve a plantear un cambio de coordenadas. Y no tanto por un deterioro ontológico de la imagen o de la conciencia (una lectura de extremos que en todo momento han querido evitar en esta exposición), sino porque las fronteras entre lenguajes se han difuminado.
“La creación de contenido no es cine doméstico”, recuerda Efrén Cuevas. Redes sociales, intimidad, monetización y espontaneidad son conceptos que se están cruzando continuamente y resignificando, a veces de manera transparente y otras de manera tramposa. En este sentido, el cine doméstico vuelve a sus características esenciales reafirmarse. “Hemos pasado de un retrato familiar a una idea del vídeo casero como reflejo de la experiencia individual. Las cámaras GoPro, por ejemplo, prometen capturar el momento que está viviendo una persona desde su punto de vista”, recuerda Núria F. Rius.
Y en este nuevo paradigma, hay asuntos sin resolver. La mayoría de Filmotecas y proyectos de recuperación de cine doméstico se centran en los archivos anteriores a los 70 porque su conservación va a contrarreloj. Pero con la desaparición de los soportes físicos como el vídeo o las películas fotoquímicas, también se ha perdido cierta conciencia de conservación. ¿Quién conserva realmente el vídeo de aquel cumpleaños de 2017 que tal vez nos haría decir en un par de décadas aquello de “A veces una es feliz y no lo sabe”?