Creo que no estamos siendo conscientes de lo mal que huele España. Que no se asusten estos alcaldes cuyas ciudades tienen el dudoso honor de regir los municipios más sucios. Hay una mierda peor que la orgánica, la putrefacción institucional, porque mientras la basura se puede ver, la corrupción carcome todo a su paso sin que seamos conscientes de ello. Es la metástasis que mata poco a poco el organismo de forma sibilina. Según los últimos estudios, España está subiendo en los rankings las corrupciones estatales, pasando en alguno de estar el 23 a ocupar el puesto 14. Terminaremos ganando en todo, soy español, a qué quieres que te gane.
Mientras tanto, actuamos como si nada ocurriera, como si de verdad nuestros políticos fueran una especie de reptilianos ajenos a nuestro mundo. Podría entender ese relativismo, esa pasividad si no estuviesen gestionando nuestros recursos, si de esta gente que dedica su tiempo a recrearse en sus propios anhelos húmedos y secos no dependiera nuestro futuro. Bien es cierto que quizá esté exagerando con las competencias existenciales, sin embargo, no podemos negar que las potestades democracias les han otorgado una influencia que pocas veces merecen. Se ha publicado que presuntamente el presidente del Gobierno consiguió ascender gracias a unas grabaciones ilícitas en las saunas de su suegro, y veo que no ha inquietado ni a propios ni extraños. Fue Iván Redondo el primero que rompió la cuarta pared, el valiente que quitó las cortinas al telón para que viéramos cómo eran las figuras rasputinescas que movían los hilos de los que gobernaban, ahora la política ha terminado de demoler el muro para que todos contemplemos la cantidad de cadáveres que muchos han dejado para cumplir sus aspiraciones políticas. Me acuerdo cuando Pablo Casado hacía sus primeros pinitos como aspirante a presidente del PP y muchos proyectaban en él un aura de frescura, de honradez, pero al mismo tiempo daban por hecho que si estaba en esa posición de poder era porque seguramente tenía el armario lleno de víctimas colaterales. El juego de la política consiste en descubrir el punto débil de tu adversario y sacar tajada de él. Muchos de los que hoy ocupan algún puesto de responsabilidad es gracias a que han conseguido que alguien les deba algo, ya sea un silencio o algún favor.
Lo que diferencia a los políticos de hoy de los de ayer no es que los de antaño fueran unos caballeros blancos, lo que pasa es que si bien en ocasiones sabían disimular los vicios que tenían, esa cruz que les lastraba pocas veces les impedía hacer su trabajo con la responsabilidad que debe atesorar un político. Ahora, que tenemos una sociedad narcisista, no tenemos la capacidad de pedir perdón ni de volver a levantarnos cuando pecamos. Como dijo el cardenal Lawrence en Cónclave, el mundo necesita dirigentes que pequen, pero que también tengan la capacidad de que cuando lo hagan se levanten y pidan perdón. En cambio, nuestros pupilos prefieren regodearse en sus mentiras, en sus falsos testimonios como de los que le acusan al presidente de la Diputación de Valencia, Vicente Mompó, y cuando mienten prefieren echarle la culpa al mensajero. El PSOE y su equipo de comunicación mediático son expertos en leer la jugada, en saber cuándo tienen que reconocer la culpa y prometer un propósito de enmienda y manifestar un profundo dolor de los pecados; vean como se molesta Pedro Sánchez en que todos veamos lo jodido que está por lo de Ábalos y Cerdán. Eso le hará gobernar en 2027, ya verán.
Estoy por apostar de que si Carlos Mazón hubiese dicho la verdad desde el minuto uno de lo que estaba haciendo aquella tarde de octubre seguramente habría amortiguado el golpe. Si hubiese pedido perdón, por haber estado practicando el tiempo entre posturas o jugando a la petanca en un tiempo tan crítico sin estar prestando atención al móvil, la pena de telediario no habría sido tan dura. En la serie Billions, una crónica de los catastróficos boicots entre un fiscal y un magnate tecnológico, el empresario Bobby Axelrod intenta boicotear la campaña de Chuck Rhodes a fiscal general con unas revelaciones sobre su afición al sadomasoquismo, y el afectado, en lugar de esconderse convoca una rueda de prensa para confesar sus pecados lujuriosos y finalmente arrasa en la elección.
España merece un gobierno que no le mienta. Cuando Rajoy perdió millones de votos por haber subido impuestos por obra y gracia del ahora resurgido Cristóbal Montoro no fue por el hecho impositivo en sí, sino porque dijo que los iba a bajar e hizo lo contrario sin explicación alguna, intentó engañarnos a todos maquillando lo ejecutado con unos presuntos ajustes.
Señor Mompó, señor Mazón, la verdad les hará libres.