'Ni clásicos ni modernos' defiende las verdades no absolutas en el Museu de Belles Arts

VALÈNCIA. Contaba Pedro Almodóvar, sobre la laureada Dolor y gloria, que se construía como un relato biográfico aunque, ojo, esto no quiere decir que todo lo que se muestra haya sucedido. Plantea el manchego la posibilidad de que aquello soñado pero no realizado, aquello que se quiso decir pero no se dijo, también forme parte de la reconstrucción de una vida. Y es que la verdad es un concepto más amplio de lo que pensamos. En torno a este concepto, el de verdad frente al acotado realismo, versa la nueva exposición del Museu de Belles Arts de València, Ni clásicos ni modernos, la primera impulsada por el nuevo director de la pinacoteca, Carlos Reyero. Junto a la directora general de Cultura y Patrimonio, Carmen Amoraga, el museo desveló ayer su nueva propuesta, un viaje por los fondos del propio centro que quiere revelar algunos de los tesoros de la pintura española y valenciana de la segunda mitad del siglo XIX, con unos artistas que no pueden ser encuadrados con claridad en un periodo artístico concreto.

Es por ello que el título de la muestra ya enmarca ese terreno de grises transitado por los autores allí reflejados, un viaje por un periodo bisagra que, confesó el propio Reyero, ha sido el gran olvidado de los grandes museos, incluido el Prado, que solo recientemente le ha dado su lugar. Con esta propuesta se cumple uno de los objetivos del director, el de promocionar los propios fondos de la pinacoteca, un almacén que suma más de 24.400 piezas, de las que se exponen aproximadamente 1.500. También se cumple otro objetivo, el de encontrar nuevas lecturas a unas piezas desconocidas para muchos de los visitantes. La exposición gira en torno a la idea de verdad frente a la fantasía del romanticismo aunque, advierte Reyero, “hay otros tipos de verdad”. Está la representación histórica, la de aquellos hechos conocidos pero sin documentar, o la fidelidad de un retrato, aunque todas ellas encuentran un eje común: empiezan a cuestionar las convenciones de la belleza académica, aunque no rompen con ellas, manteniendo aspectos tradicionales pero sin ser solemnes.

Explica el director que el proyecto busca enfrentarse a estas pinturas “sin prejuicios” sobre qué es moderno y qué no, sin generar debate con las vanguardias. La exposición busca acercarse a las distintas formas de verdad a través de cuatro géneros pictóricos –la historia, el retrato, el paisaje y las costumbres-, enfrentando en cada uno de ellos distintas visiones en un periodo en el que todo estaba a punto de (volver a) cambiar. Así, por ejemplo, en la sección de paisaje encontramos el Paso de Calais, cerca de Dover. Costa de Inglaterra (Rafael Monleón, 1868), con una aproximación que hoy podríamos vincular al lenguaje cinematográfico, que bebe de la tradición holandesa, frente a unas piezas de Carlos de Haes (como Dos barcas (Guéthary) o Camino a la orilla del mar) que huyen del dramatismo, pues parten del dibujo al natural, con un acercamiento a la luz, por tanto, menos teatral.

La exposición, que se podrá visitar hasta el próximo 24 de mayo, se compone de treinta nueve piezas seleccionadas de los fondos del museo y una de la Diputación de València. De las obras expuestas, solo una de ellas se encontraba en la colección permanente: Retrato de señora vestida de negro de Raimundo de Madrazo, el resto han salido de los almacenes del museo. Algunas de las obras de esta exposición se han exhibido con anterioridad en exposiciones temporales pero hay dos que no se han expuesto nunca: El Clavari, de José Benavent Calatayud, y Mendigo, de José Bru Albiñana, ejemplos de una exposición que reúne obra de autores como Ignacio Pinazo, Francisco Domingo, Salvador Martínez Cubells, Antonio Gisbert, Raimundo de Madrazo, Francisco Pradilla, Martín Rico, Antonio Muñoz Degrain o Bernardo Ferrandiz