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la encrucijada

Ni viejos ni jóvenes: pactos intergeneracionales

  • Foto: JUAN PABLO SERRANO ARENA/PEXELS
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Tiempo de incertidumbres. Tiempo de proposición de nuevos pactos. Un actualizado pacto social para el estado del bienestar y la aceptación del estado emprendedor. Un pacto de rentas en respuesta a la nueva inflación. Un pacto para el cese de las agresiones a Ucrania. Un pacto para la nueva Europa, la nueva globalización y la renovación de la multilateralidad… Suma y sigue.

Existe un enlace dinámico entre la incertidumbre y la demanda de pactos. La incerteza y el desconcierto no son buen alimento para la conciencia humana. Menos aun cuando se la pincha con alfilerazos de preocupación que transmiten al cerebro una recia lluvia de alertas: acerca del mercado de trabajo, del descontrol de la privacidad, de los nuevos poderes económicos que cercenan el alcance de las expresiones democráticas y empequeñecen la dimensión humana del mundo que (nos) ha correspondido vivir.

El ser humano típico anhela certezas y, cuando no las consigue, se encuentra dispuesto a aceptar engaños o a engañarse a sí mismo, renunciando a poner en cuestión aquello que se anuncia como nuevo maná. Soy un sistema eficiente que proporciona protección y seguridad: sólo tienes que dejar de cuestionar a los que tomamos las decisiones, renunciar a tu libertad ciudadana y dejarte arrastrar por materialidades, dicen unos. Otros, por el contrario, reclaman desde sus tribunas la libertad egoísta, el imperio de los mejores y más fuertes, la aplicación de mágicos remedios tras machacar, previamente, numerosas piezas del Estado.

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