Estimado lector: si tienes menos de 35 años seguro que estas líneas serán de tu interés. Si sobrepasas esa edad quizás te interese leerlas igualmente porque tengas descendencia de esas edades o quizá incluso te interese porque tengas nietos adolescentes, quién sabe.
Tengas la edad que tengas, considero fundamental esta lectura porque es uno de los retos más importantes que como sociedad tenemos que abordar. Estoy hablándote de la brecha intergeneracional, de la distancia, cada vez más ancha y profunda, entre los jóvenes y los mayores de nuestro país.
Te hablo de una brecha que va más allá de los niveles de renta (que ya es decir) para extenderse a las expectativas personales y el proyecto vital de los jóvenes. Los mayores conforman una generación que, en gran parte, ha visto cumplidos sus sueños, mientras que sus hijos o nietos integran una generación que se siente engañada porque, en gran medida, perciben que les han robado su futuro. Los jóvenes en nuestro país se enfrentan a un futuro ausente que puede dejarlos sin lugar en la sociedad. Hoy, el 20% de los trabajadores españoles menores de 30 años se encuentran al borde de la pobreza; tenemos el nivel más alto de la Eurozona, lo que debería sacarnos los colores como sociedad.
Los datos son tremendamente duros, pero la realidad sin embrago no se puede ni debe obviar. La tasa de desempleo de los menores de 25 años en España es del 36,9%, la segunda más alta de toda Europa, solo superada por Grecia, y casi el 40% ve improbable encontrar un empleo en el corto plazo. El 30,5% de los hogares españoles en riesgo de pobreza tienen como cabeza de familia a una persona menor de 44 años, y el 11,5% de este tipo de hogares, a una persona menor de 35 años. Dos de cada tres jóvenes viven todavía en casa de sus padres porque, según el CJE, hacer frente a los 904 €/mes que se pagaba en España por vivir de alquiler en 2020, equivaldría al 92,9% del salario neto de una persona joven.
Mientras los ingresos salariales de los empleados más jóvenes continúan depreciándose, hasta resultar insuficientes para que puedan subsistir por sí mismos, los mayores consiguen sortear mucho mejor los efectos y las consecuencias de las recientes crisis económicas gracias a sus pensiones. Esta semana mismo hemos sabido que las pensiones subirán un 2,5% en enero de 2022 tomando como referente el IPC promedio anual hasta noviembre de 2021, tal y como recoge la reforma de la actualización de las jubilaciones mientras los jóvenes menores de 30 años cobran ya 2.000 euros menos al año que los nuevos jubilados. No se debe caer en la trampa de pensar que los problemas de los hogares jóvenes se irán arreglando con el tiempo, conforme este sector de la población avance en su ciclo vital porque, según la OCDE, alrededor de dos terceras partes de la desigualdad de ingresos que se acumula a lo largo de la vida se transmite a los ingresos recibidos a través de las pensiones en la vejez. Es decir, que la precariedad de ingresos en la juventud probablemente conducirá a una mayor desigualdad de ingresos entre los futuros jubilados.
No hay nada menos progresista que dejar que esta realidad comprometa el presente y el futuro de nuestra sociedad
Desde la ideología liberal creemos al máximo en un esquema de derechos y libertades posible para todos los ciudadanos que sea, a su vez, compatible con el máximo esquema de derechos y libertades para el resto. Además, los liberales defendemos una esfera pública neutral, el respeto a la esfera privada de las personas, la corrección de las desigualdades moralmente arbitrarias y la posibilidad del desarrollo de un proyecto de vida autónomo, en igualdad de oportunidades.
¿En qué se traduce esto? En que los poderes públicos debemos proporcionar los medios para que cada persona pueda tener la vida a la que aspira. El estado no debe adoptar una actitud moral o paternalista a ese respecto, mientras ese proyecto vital respete los derechos y libertades de los otros. En su lugar, debe asumir una función de impulso de perspectivas vitales, de combate contra la desigualdad de oportunidades y de fomento de la responsabilidad individual por elecciones, y no por aquello que depende del azar.
Los liberales creemos en una España en la que tu futuro no esté determinado por la comunidad en la que naces, tu familia, tu género o cualquier otro elemento no elegido. Una España de ciudadanos libres e iguales en derechos, dignidad y oportunidades.
Por desgracia estamos muy lejos de llegar a esa situación. La inacción de muchos de los gobiernos del país ha llevado a que buena parte de la población no tenga las mejores perspectivas sobre su futuro.
Hemos asumido una tasa de paro elevadísima como normal, tenemos el mayor desempleo juvenil de toda la Unión Europea, desigualdad entre regiones auspiciada por un sistema de financiación caduco y las concesiones unilaterales y partidistas de los gobiernos de turno y una política basada en parches en lugar de soluciones a largo plazo.
La única alternativa que hay es la liberal, que pone al individuo en el centro de su acción política y que antepone la búsqueda una verdadera igualdad de oportunidades a cualquier mercadeo político.
Recientemente, sin ir más lejos, el Gobierno ha presentado un anteproyecto de ley de vivienda basado en políticas que toda la evidencia apunta a que no son eficaces para combatir contra el alza de los precios del alquiler. También ha acelerado una reforma de las pensiones que pone en riesgo la sostenibilidad del sistema.
En ambos casos los principales perjudicados son los jóvenes, el grupo más abandonado por los principales partidos políticos en los últimos tiempos. Con un mercado laboral disfuncional, imposibilidad para ahorrar y dificultades para formar una familia, los distintos gobiernos han ido cerrando puertas para que puedan elegir su proyecto de vida autónoma y libre. Hay que darle la vuelta a eso y apostar por la juventud, revirtiendo la situación precaria en la que ha acabado por la combinación fatal de las crisis económicas y el ninguneo de los gobernantes.
Mientras algunos vacían de significado la palabra libertad, y otros asumen que es algo malo y que debe ser desterrado en pro de intervenciones sin base empírica, nosotros apostamos por una libertad real. Una libertad para un proyecto de vida autónomo y respetuoso con los derechos de los demás. Una libertad basada en la igualdad de oportunidades. Una libertad que implica la profunda reforma del país, desde su mercado laboral hasta su mercado de vivienda, pasando por las desigualdades entre territorios y en el ejercicio de derechos individuales. Una libertad, en definitiva, completa, real y efectiva, que permita que los ciudadanos puedan tener una vida digna, una esfera privada protegida de las injerencias y los recursos para poder desarrollar aquellos proyectos de vida que elijan.
Resulta, por lo tanto, prioritario proponer soluciones a una juventud que reclama políticas públicas que den respuesta a sus problemas y necesidades. No podemos seguir viviendo en una sociedad que da la espalda a los jóvenes que también la conforman.