No son los nuestros días para el optimismo; pero tampoco para el silencio cuando venimos siendo testigos de una guerra sobre Gaza. Cualquier punto en el que fijemos nuestro atención, se difumina en el mismo instante de su configuración en nuestra retina. Los palestinos siguen siendo el motivo central de la perversión de nuestras conciencias; otros pueblos de Africa aún no han soportado el nivel de injusticia y de dolor que las comunidades desarrolladas parecen exigir para que esos pueblos sean acreedores de declaraciones, acuerdos, reportajes y manifestaciones. Esperando la respuesta inminente que los israelitas proporcionarán a los iraníes se anula el peso del estruendo que se acaba de producir sobre territorio del Líbano y que sirve de portada de un noticiario al que asistimos ya sin esperanza. Es tanto el dolor ya soportado que parece haber pasado a segundo plano el que se sigue padeciendo al aire libre o bajo una tienda raída en los campos palestinos. Los israelitas pueden hundir en la miseria y el dolor a los palestinos, pero son incapaces de liberar a sus ciudadanos secuestrados, a los rehenes; tanto y tan escaso poder. Y a pesar de las bombas, de los desplazamientos y de las mutilaciones, sigue cobrando fortaleza en nuestras mentes la sospecha en torno a los verdaderos intereses de los servicios secretos y de Benjamin Netanyahu al recordar la matanza y los secuestros en masa del 7 de octubre de hace un año. ¿Nada se pudo prever o era preciso disponer de una legitimación para asestar el golpe final a la población gazatí y a Hamas? Tan significativo como el dolor soportado por la población gazatí ha sido la opacidad exigida por Israel; lo de menos es el cierre de Al Jazeera. Lo verdaderamente indicativo de esta opacidad es el centenar de vidas de periodistas que han muerto siguiendo el conflicto en este año y el modo en el que el descrédito se apodera de los espacios de opinión que han dado en otros momentos cobertura a la causa israelí. Las defensas antiaéreas pueden proteger a Tel Aviv o Jerusalén, pero todo el territorio de Gaza se erigirá en monumento al horror y al sufrimiento. No habrá momento del pasado capaz de borrar de nuestras conciencias este presente. La ofensiva militar ha alcanzado una dimensión tal que ya no hay lugar para el menor motivo de esperanza; hasta la ayuda humanitaria al territorio de Gaza sigue siendo cerrada o administrada por Israerl. Un bombardeo por muy preciso que sea y por ser un bombardeo no puede sustituir a un tribunal de justicia. El Sr. Netanyahu lo sabe y se ha mofado de la sede la ONU al ordenar un bombardeo desde uno de sus despachos. ¿Hasta dónde pretende llegar?