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el callejero

Noël, un dandi con gusto por lo antiguo

Foto: KIKE TABERNER
3/09/2023 - 

Noël Ribes es como un caballero de otro tiempo. Este anticuario de cincuenta años viste actualizado, con su camisa con la calavera de Scalpers y unos tejanos pitillo, pero sus modales, exquisitos, sus uñas cuidadas y un rostro afilado le dan un aire de dandi. Es un perfil que cae de pie en su negocio, donde tiene que tratar con algunas de las mayores fortunas de la ciudad, con familias de ilustre abolengo o con expertos en pintura o cerámica.

La diéresis de su nombre es la herencia francesa de su madre, una mujer que se dedicaba a la interpretación y que en un viaje a España se enamoró de su padre, Salvador Ribes, el fundador del negocio, un hombre autodidacta que se dedicó a la venta de antigüedades simplemente porque le gustaban. Aquel hombre montó una tienda donde estaba la portería del edificio donde vivían los Ribes en Ciutat Vella, pero cuando comenzó a prosperar, hace 35 o 40 años, se mudó a su ubicación actual, en la calle Vilaragut, junto a la ostentosa Poeta Querol.

Allí, en un espacio diminuto, el interiorista Luis Navarro hizo magia: excavó un poco y así fue capaz de sacar tres alturas. Salvador Ribes y su mujer tuvieron mellizos. Uno hizo una ingeniería y tiró hacia lo industrial, pero al otro le cautivó este mundo consagrado a la belleza. Su padre, en lugar de tenerlo de meritorio, como hacían casi todos con sus hijos, le dio libertad a Noël para que fuera viajando, comprando, equivocándose… “A mí me gustaba desde pequeño y, de hecho, le acompañaba a algunos viajes con 14 o 15 años. Me gustaba comprar y poder descubrir algún objeto por estudiar. Pero mis padres nunca me influyeron. Yo empecé Económicas porque no sabía qué hacer y cuando vi que no me gustaba me lancé a esto”.

Foto: KIKE TABERNER

El joven aprendiz dejó los números y se fue a Francia a estudiar Historia del Arte y Arqueología en la Universidad Lyon 2. De algo tenía que servir la influencia materna y los años en el Liceo Francés. Luego volvió a València, mejoró su inglés y se marchó a Londres para hacer un máster y las prácticas en Sotheby’s, una de las dos grandes casas de subastas, junto a Christie’s, que hay en el mundo.

Además de la parte académica también trabajó mucho la práctica. En Londres no paraba de buscar piezas que pudiera vender luego en España. Así fue educando el gusto. Porque el sello de los Ribes nunca fueron las firmas, sino el buen gusto. “No es la opción más comercial, pero sí la que más te hace disfrutar. Son años y años de estudio, de ver museos, de ir a subastas, a otros anticuarios… Y al final el ojo se va entrenando e inconscientemente va distinguiendo lo que es bello de lo que no. Esta es una profesión difícil, pero tienes libertad de horarios y no tienes jefes”. En Londres aprendió mucho. En Sotheby’s, una casa de subastas que define como “un hormiguero donde no paran de entrar y salir obras”, iba con los profesores al British Museum y allí les abrían las vitrinas para que pudieran ver las piezas de cerca y tocarlas.

Una Virgen Inmaculada

En su anticuario, Noël lo hace casi todo: compras, ventas, visitas a clientes, viajes, embalaje, contabilidad, redes sociales… Mucha veces, además, le toca estudiar o investigar acerca de algún objeto y otras le toca confiar en las sabias manos de un restaurador para poner la obra a punto antes de sacarla a la venta. Así es desde hace trece años, cuando se jubiló su padre y se quedó él al mando. Antes estuvo otros quince años trabajando con el fundador.

El relevo llegó en lo más crudo de la crisis. Y aunque parezca que sus clientes, generalmente gente acaudalada, no sufrieron el desplome de la economía, a su manera también lo acusaron. “Son personas que ganan un millón y, de repente, pasan a ganar 800.000, y eso trae inquietudes. Esto es un bien no necesario y, para comprar, la gente tiene que estar tranquila y contenta. Luego también hay compradores que no son ricos, pero que esto les apasiona. Tenemos bastantes clientes que prefieren comprarse una antigüedad de 200 a 500 euros que irse de viaje o de cena. Hay un falso mito de que es todo muy caro y yo aquí también tengo objetos de 50 o 70 euros”.

Algunos de sus clientes son grandes coleccionistas o fundaciones privadas, pero el sector ha empezado a detectar que ese perfil tiende a desaparecer; a cambio, está irrumpiendo la gente joven que quiere decorar su casa “con cosas bonitas”.

La última compra de Noël Ribes ha sido una Virgen Inmaculada, un óleo sobre cobre que le compró a un comerciante de anticuario de València. Y lo último que ha vendido es una escultura de bronce que le ha colocado a una importante galería de Nueva York. “Me saco un sueldo, un buen sueldo, pero de una forma muy irregular. Puedo tener mucha ingresos un mes o dos e ingresar cero euros durante dos o tres meses”.

Noël cree que detrás de todo anticuario se esconde un coleccionista frustrado. “Si yo tuviera los medios económicos sería el mejor de todos, pero sólo de manera ocasional puedo quedarme algo para mí. Como cuando compramos un lote y, si todo va bien, al final queda una pieza que te puede salir gratis”. Su suerte es que su mujer, la madre de sus dos hijas, de 12 y 14 años, también tiene gusto por las antigüedades (técnicamente, todo lo que tiene más de cien años). Su perdición es la cerámica valenciana y su última adquisición ha sido un azulejo valenciano del siglo XVIII. Pero lo suyo es la venta, que ha ido cambiando con el tiempo. Atrás quedaron las ferias y ahora lo que impera es la tecnología, las redes sociales, las ventas y las subastas online

Un Tinoco destrozado

Aunque también ha estado presente en muchas subastas físicas que, dice, se parecen bastante a las de las películas. “Alguna vez me ha tocado mantener alguna lucha enconada con otro comprador. En una subasta nunca sabes lo que va a ocurrir. A veces, pujas por algo pequeño en una subasta en el norte de Estocolmo y, de repente, sube rápido de precio y acabas peleándote con colegas de otras ciudades. Tienes que hacer muy bien tus cálculos porque la empresa que subasta se lleva una comisión del 30 por ciento sobre el precio de remate, y a eso hay que sumarle los gastos de embalaje y transporte. Por eso, antes de pujar, yo hago un ejercicio de frialdad y cálculo para ver hasta cuánto puedo subir, que va muy ligado al precio que creo que lo voy a poder vender después”.

También le gusta visitar anticuarios de otras ciudades y países, a la vieja usanza. Y a veces, muy de vez en cuando, aparece un chollo, una joya poco valorada. “Muchas veces te toca recurrir a especialistas que determinen la autoría de un cuadro o lo que sea porque hay anticuarios que no se dedican a estudiar las piezas. Vacían un piso y, lo que sacan, lo ponen a la venta sin más. Una vez, en un viaje por el sur de Francia, me encontré un cuadro importante de Juan Tinoco, un pintor mexicano. Era un cuadro que estaba destrozado y lo compré junto a una galería importante de Madrid y lo restauramos. No valía mucho dinero porque estaba en muy mal estado”.

Foto: KIKE TABERNER

Los Ribes, primero su padre y luego él, llevan décadas junto a Poeta Querol, la milla de oro, como le gusta llamar a la prensa a esta calle comercial repleta de boutiques. Noël ha visto cómo algunas han ido cerrando, pero hay algo que le preocupa más. “Aquí tengo poco espacio, pero estoy muy bien situado. Tengo muchos clientes que están huyendo del centro por el turismo, y luego se está notando que gente que vive en el Ensanche viene hasta aquí pero no pasan a la zona del Mercado Central y la Lonja por lo mismo. Aquí pasan turistas, pero sigue siendo un sitio de paso para el valenciano. El local, eso sí, es mío, y eso es básico. Yo aún sigo haciendo clientes con gente que pasa por la puerta y entra”.

Siempre pasa por El Prado

La pandemia, sorprendentemente, le fue bien. La tienda tenía que estar cerrada al público, pero él podía meterse dentro y trabajar. Así que aprovechó para hacerle fotografías a sus productos y después se las enviaba a sus clientes. “Estos reaccionaron muy bien. La gente estaba desesperada, encerrada en casa, y muchos se dieron cuenta de que querían rodearse de cosas bellas y hacer sus casas más agradables”.

Luego, poco a poco, volvió la normalidad. Noël puedo reemprender los viajes, como el que hace todos los años, en marzo, a los Países Bajos para visitar TEFAF Maastricht. “Es el paraíso de los anticuarios. Es la mejor feria del mundo en cuanto a calidad, rigor y montaje. No me la pierdo ningún año”. También viaja a Madrid con frecuencia. Allí pasa por algún anticuario, se reúne con varios clientes y, antes de volverse, casi siempre en el día, aprovecha y entra un momento en El Prado. Si hay una exposición temporal, entra a descubrirla, pero, si no, regresa a los clásicos. Su cuadro predilecto es la Virgen con el Niño, de Mabuse, de Jan Gossaert. “Siempre que puedo, voy y le echo una miradita. Muchas veces entro aunque sean quince minutos. Todos mis viajes a Madrid acaban en El Prado”.

Aunque la capital del mercado del arte, asegura, está en Londres. El Brexit, eso sí, le ha hecho mucho daño y París se perfila como una alternativa. En España, Madrid es la referencia, sin duda. València, aunque tiene los mimbres para ser una potencia, es una ciudad secundaria en cuanto a anticuarios. “Somos muy poquitos. Por eso, hace dos años, mi colega Joaquín Guzmán y yo creamos la Asociación de Anticuarios de la Comunitat Valenciana, y sólo somos quince o dieciséis”.

Foto: KIKE TABERNER

Lo que ya no pisa son los rastros. Noël dice que tuvieron sus años de gloria, en los 80 y los 90, pero que ya no tienen nada que pueda interesarle y dejó de frecuentarlos. Ahí no se le ha perdido nada a este dandi de Ciutat Vella, un hombre que dialoga frente a un lustroso sillón estilo Luis XV, hecho con madera de nogal, del siglo XVIII. A su espalda, sin dejar de observarle, tiene el busto de un ángel de mármol hecho en Roma en el siglo XVII. “Es muy bonito, es un ángel muy guapo, y probablemente fuera hecho para un altar”. Al frente de la tienda, en el escaparate que hay en la altura intermedia, frente a la iglesia de San Andrés, tiene las últimas novedades, como un par de relieves de mármol que son dos alegorías -la del agua y la de la tierra- de finales del siglo XVI. Tiene encanto este comercio atípico, lleno de objetos hermosos, de otros tiempos, a la venta para gente que quiere embellecer sus hogares.

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