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El catolicismo celebra su 'rebranding': qué nos dicen 'Lux' y 'Los domingos' del machismo moderno y el auge conservador

La estética de 'Lux' ha generado más revuelo que el propio contenido del disco, mientras los principales altavoces mediáticos de la Iglesia aplauden 'Los domingos', de Alauda Ruíz de Azúa

  • Rosali?a en la portada del disco que ma?s ha dado que hablar este an?o, Lux.
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VALÈNCIA. Cuando un artefacto cultural genera controversia, los hay que se apresuran a patrimonializarlo. Así ha actuado un sector importante de popes católicos españoles que no ha vacilado en adjudicarse el éxito de Lux, el nuevo disco de Rosalía. El presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, dijo que la cantante y su equipo habían visto que “hablar de Dios, vestirse como una monja y cantar las consecuencias del vacío existencial que provoca el materialismo” era algo más que “una moda pasajera”, y que eso se veía claramente en su último álbum.

El obispo de Sant Feliu de Llobregat, que oficia a veintipocos kilómetros del Sant Esteve Sesrovires natal de la cantante, ha tenido la necesidad de dirigirle una alucinada carta pública en la que compara Lux con Andrei Rublev, la película de Tarkovsky, porque como el cineasta soviético, “pareces vivir el arte como una travesía espiritual, donde la creación es una forma de peregrinaje hacia aquello que transciende”, le dice a la cantante. No contentos con ello, el altavoz mediático del arzobispado madrileño, un medio llamado Religión en Libertad, se apresuró a desmentir los datos de El País que sostenían que la influencia de Rosalía no cala en una juventud bastante menos creyente que sus ascendentes.

Lo mismo le ha ocurrido a Los domingos, la película de Alauda Ruíz de Azúa que ganó la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián. La COPE se deshizo en halagos hacia la película y OKDiario empezó a publicar noticias de sus buenos resultados en taquilla –cosa que no hace con otros títulos–. Luego el nada moderado obispo de Orihuela, que ha negado que existan terapias de conversión y que llamó hereje al anterior Papa por no condenar la homosexualidad, dijo que la película de Azúa era “poderosa” por su visión de la fe y que mostraba lo irrespetuoso de algunos laicistas.

Por si fuera poco, columnistas de medios como El Debate describen sus lágrimas de sincera emoción tras ver Los domingos. Algo que subraya también el director de la revista de cine de la Conferencia Episcopal –evidentemente, tienen recursos para tener una revista especializada mientras la mayoría de periodistas culturales del país nos las vemos y deseamos para llegar a fin de mes–, dijo que estaba encantado porque el cine español tenía ahora “menos ideología”, y “las mujeres directoras son bastante responsables en esta mejoría”.

Todos tienen algo en común: son hombres opinando sobre el ejercicio creativo de las mujeres. Se diría que nerviosos por haber pasado un tiempo sin estar en el candelero, ahora exultantes de verbo por descubrir que la fe puede ser un trend. Subyace en sus halagos una celebración poco disimulada y bastante perturbadora: que la esfera pública y mediática reflexione sobre la idoneidad del retorno de la mujer a la esfera privada, fuere por la juventud eligiendo ‘libremente’ la clausura de una vida de monja en Los domingos, o por la estilizada parafernalia de lo doméstico en el single Berghain. Defienden, sin atisbo de rubor intelectual, la ideología como una enfermedad de la que es necesario recuperarse –¡Gracias a las mujeres directoras y cantantes!–. Así, el conservadurismo se viste de nuevo con los ropajes del sentido común y la neutralidad moral.

  • Rosali?a en el videoclip de Berghain. -

Una Lux que ilumina corazones

El último disco de Rosalía abraza la contradicción de una mujer moderna y creyente, más de lo que lo había hecho antes, aunque la idea de Dios y los imaginarios católicos han sido omnipresentes en toda su carrera. Sus letras se debaten entre el dolor y las heridas que sanan a través de una fe sin dudas. Pero Lux no es un disco más conservador porque hable de la fe. “Aunque sea solo una invocación estética”, decía la investigadora y analista cultural Estela Ortiz en Carne Cruda, “creo que la lente católica permite que este encierro de la mujer en su rol tradicional no se vea como una renuncia, sino como algo virtuoso”. Según ella, “se menosprecia el poder que tiene la estética”, aunque reconoce que “la propuesta alternativa del feminismo liberal, que fue la girlboss, ha fallado”.

La girlboss, entendida como ese imaginario de una mujer activa, exitosa empresaria y dueña de su destino, que habitaba el espíritu de Motomami, ya no está de moda: los medios se hacen eco de la progresiva decadencia de cierta narrativa sociocultural, mientras ensalzan otra tendencia a la espera de conquistar el lenguaje popular, y de paso etiquetar y catalogar a las mujeres. “Así que si los únicos imaginarios que tenemos son los de la girlboss que se dedica a su carrera profesional o la mujer que se encierra en el espacio doméstico y vuelve a la especie de vida que tiene que ver con la mística de la feminidad, estamos bien jodidas. Hay que encontrar otras vías que no pasen por este binomio”, opina Estela Ortiz.

Lux es un disco más conservador por su envoltura y por sus letras, que se debaten entre figuras retóricas que celebran la fe y otras que celebran la idea de tenerla como respuesta a la decepción constante de las relaciones afectivas humanas. Contradictorias como solo lo puede ser una fe que se siente sin remedio, de ahí canciones como Novia Robot, que tan pronto habla de la cosificación de la mujer y su instrumentalización sexual, como celebra que el sujeto femenino se empodere a través de “ponerse guapa para Dios”.

Pero sobretodo, Lux es clásico y mira hacia el pasado por su andamiaje musical. Motomami sonaba a música venida del futuro, a algo que, te gustase o no, no habías esuchado antes. Lux suena a algo que ya hemos escuchado otras veces y que, precisamente, goza de un prestigio cultural histórico avalado por la mirada masculina. Según la directora de orquesta y profesora Jenn All, así como el single de Berghain era una cantata clásica, la influencia de la música clásica y la ópera “se nota mucho en su interpretación”.

Rosalía tuvo como un referente ineludible la voz de Maria Callas mientras desarrollaba Lux, y eso se nota en los recursos que utiliza su voz en las canciones. “La evolución de Rosalía en Lux como cantante es notable. Ella no es una cantante lírica ni de ópera, es una soprano ligera cuya voz permite alcanzar notas más agudas y realizar melismas con ligereza”, añade en su análisis del disco Jenn All. Así, Lux es una obra en la que ella hace gala de un fraseo excelente, muchos melismas, y una tesitura vocal amplia y clásica, más académicamente reconocida como lo que es tener ‘buen gusto’.

No es difícil imaginar la influencia del canon ‘buengustista’ masculino: allí dónde en los videoclips de Motomami los señores de mediana edad fruncían el ceño por no entender, allí donde los sonidos empoderaban a través de un perreo y una agresividad musical mal vista por quien oficia misa todos los domingos, Lux suena agradable, normal, ‘de toda la vida’. Condena Motomami a un pasado juvenil alocado en canciones como Sexo, violencia y llantas, e invoca catedral, incienso y rodilla en banco de madera en canciones como Mio Cristo Piange Diamanti.

  • Ainara, interpretada por Blanca Soroa, es una joven que siente la voz de Dios en su cabeza. -

Los hombres que metían en conventos a las mujeres

Por su parte, quedarse con la lectura que afirma que Los domingos es pura propaganda católica sería reduccionista. Permitir que la Iglesia y sus voceros patrimonialicen la complejidad textual de la película de Alauda Ruiz de Azúa es hacerla más gris de lo que ya es. Pues como espectador crítico me molesta su falta de compromiso con una –aunque fuera vaga– sola postura moral, así como la brocha gorda con la que decide dibujar al único personaje –el de Patricia López Arnaiz– que critica que una joven menor se haga monja de clausura sin oposición de ningún adulto.

Sin embargo, resulta interesantísimo como el conservadurismo cultural no avala una lectura de Los domingos que, en realidad, les representa más de lo que desearían. La película narra el proceso de discernimiento de una joven de diecisiete años que dice querer iniciarse como monja de clausura. Su madre falleció hace años, y su primera experiencia afectiva con un chaval de su edad es totalmente ridiculizada por los adultos de su entorno. En ese contexto, su padre muestra dudas que pronto aplacan sus propias deudas: debe mucho dinero por el restaurante que gestiona, y la manutención de una hija que vaya a la universidad y pague un alquiler en una ciudad gentrificada… no le viene bien.

Cuando le dicen a ese hombre adulto, ese varón conservador que ve con malos ojos que los chavales miren siquiera a su hija, que el voto de pobreza de las monjas evita que sus tutores legales tengan que pagar un solo céntimo para permitir que su clausura, ese padre cambia de idea. Si además tiene el beneplácito activo de su hija que, voluntariamente, quiere desaparecer de la sociedad para adorar a Dios y hacer galletas, pues mejor que mejor. Se la quita de encima y respeta su vocación: dos pájaros de un tiro.

La lectura que la comunidad religiosa no está haciendo de Los domingos es aquella que ofrece cierta noción de cómo opera sibilinamente el patriarcado: esos padres que quieren a sus hijas solo como santas obedientes. Esos padres que, a la mínima autonomía personal o asomo de ‘pecado’, ya las tratan de putas, y ven como una salida razonable una vida encerrada en un convento. Más si ello tiene un beneficio económico.

Cabe entender que tanto Lux como Los domingos son producto de su tiempo, y no son ajenas a las tensiones culturales de una sociedad que no ofrece un futuro alentador a la juventud. Hacer ‘cool’ una pretendida espiritualidad católica en España no es nuevo, es algo que ya venían haciendo Los Javis –buen caballo de Troya del gusto socialdemócrata– tanto en La Llamada como en el final de La Mesías. Dotar a nuestra cultura de imaginarios actuales que doten de sentido a las mujeres en el capitalismo tardío, más allá de la girlboss y el ángel del hogar y del convento, también está en manos de la gente de la cultura. Pero eso no hará tan feliz a la Conferencia Episcopal, me temo.

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