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crítica de concierto

Nuevos aires para la canción clásica en Les Arts con el break contratenor Jakub Józef Orliński

FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía. 15/05/2022
Recital de arias y canciones
Obras de Fux, Purcell, Czyz, Karlowicz, Moniuszko y Händel
Contratenor, Jakub Józef Orlinski
Pianista, Michal Biel
17/05/2022 - 

VALÈNCIA. Al tratarse de un espacio para las artes escénicas, nadie mejor que Orlinski pudo ayer actuar en el Reina Sofía, pues el joven contratenor polaco es un artista polifacético. Canta, charla, y hasta baila…, y todo ello lo hace envolviendo su espectáculo en un ambiente de franca simpatía, no exento de seriedad y altura sublime en lo suyo: el canto. Los aderezos, -por tanto-, no son sustitutivos ni pretenden eclipsar lo esencial. Jakub Józef Orlinski es ante todo un magnífico cantante, y una realidad de excepción, por las enormes cualidades de su dulce voz, y por la elegancia de su música.

No es muy frecuente escuchar a un contratenor, y menos de esta categoría. Pero mucho menos habitual es ver cómo se presenta un espectáculo de arias y canciones clásicas con ese aire nuevo. Y es que, con independencia de sus cualidades canoras, lo más destacable del polaco es su estilo seductor y rompedor, junto a su capacidad de conectar con el público. 

¡Hola, València!

Sobre el escenario enfoca la sesión con estilo rompedor. Las redes sociales han hecho su previo trabajo, que luego se nota en el alborozo de las butacas; su canto es soberbio; su discurso entre canciones es abierto, simpático y directo; sus gestos, expresivos; y para comenzar un aria barroca es capaz, -como hizo ayer para dejar boquiabiertos a todos-, de marcarse una pirueta en salto mortal hacia atrás al más puro estilo break dance callejero, justo antes de emitir su primera nota. Alucinante. Pasen y vean.  

Su mirada felina y retadora, permanentemente dirigida al espectador, dice “aquí estoy yo, y te vas a enterar”. Con ella arrancó trayendo puro barroco, cantando como los ángeles el Non t'amo per il ciel del oratorio Il fonte della salute aperto dalla grazia nel Calvario del austríaco Johann Joseph Fux. Desde el inicio, dejó patente el polaco la facilidad para su canto, su emisión limpia y eficaz, su gusto por las frases ligadas, y su acierto en el juego de las dinámicas, deleitando con sus crescendos bien construidos sin pérdida alguna de calidad en el tono, en fino ejercicio de arte sublime. 

Como estrella del rock, gritó después del oratorio “¡Hola, València!, ¿qué tal?...”. Y no es que fuera a arrancar con una guitarra eléctrica, no. Iba a seguir con el barroco. Esa es la cosa. Y su voz dorada continuó con uno de los más clásicos del estilo, Henry Purcell, para entonar de su Edipo, el Music for a while, así como el Fairest Isle y el Cold song de su Rey Arturo. Con ellas demostró el polaco su saber hacer en el uso de ambos registros de pecho y cabeza, con buena transición, trazadas con un canto de buen caudal, directo e infalible. Destacable en la última su ejercicio de pura expresión helada en el trato del staccato y el legato. Bailó y gesticuló como nadie hace la coloratura del Strike the viol del Venid lejos, hijos del arte, también de Purcell.

También Polonia

El pianista Michal Biel, “mi amigo, también polaco”, como anunció el cantante, fue un magnífico partenaire. En común tienen la juventud, el arte, la sapiencia, y el saber estar. Y eso se nota a la hora de formalizar un conjunto unísono, bien resuelto y compenetrado. Biel es cuidadoso, elegante, preciso, y hombre de gran delicadeza y musicalidad. Ambos quisieron traer música polaca de todos los tiempos, reivindicando a autores por conocer como Czyz, Karlowicz, y Moniuszko. Para el primero, se pasó por el siglo XX, interpretando tres piezas de las Canciones de despedida, dichas por Orlinski con voz de impacto, quizá demasiado plana y desnuda, a la espera de ser aupada por más resonadores, especialmente en el Na wzgórzach Gruzji.

De coloratura de impacto debería hablarse en la interpretación por parte del contratenor del Tu horrible voz la escucho de La Tempestad, en el más puro estilo inglés del XVII al volver al barroco de Purcell, autor también de If music be the food of love, donde se escuchó acaso lo mejor de la tarde, por el canto de Orlinski basado en el apoyo firme de la respiración y en las consonantes, con dicción perfecta, afinación impoluta, intensidad, gloriosos rubatos, y emisión brillante su voz limpia e infalible. Chapeau por esos finales sin aliento en pianísimo que nunca acaban… ¡Y nunca decaen! 

Foto: MIKEL PONCE

De Mieczysław Karłowicz interpretaron 8 deliciosas y frescas canciones de amor en su paso por la Polonia más romántica. Escritas para contratenor, destacó la estructura de la canción de la princesa encantada Zaczarowana królewna, en la que de nuevo el texto fue protagonista. Pura comunicación. La musicalidad de ambos y la perfecta ejecución de las dinámicas de Orlinski, fueron clave en la exhibición de la homogeneidad del color. Con los legatos más soberbios de la noche, atendió el contratenor la Lágrima de Stanisław Moniuszko, antes de volver al barroco, ahora con Händel, y su Amén, Aleluya, dicho con gran intimidad y sensibilidad.

Bullía el Palau de Les Arts. El repertorio no era de extrema dificultad. Pero no importa. La conexión total del público con el escenario era un hecho. El virtuoso Orlinski sonreía. Y quiso agradecer tantos vítores, tantos chillidos de emoción de sus incondicionales, y tantas muestras de adhesión, con cuatro piezas fuera de programa, anunciada cada una de ellas con gran simpatía y emoción por parte del contratenor.

Abrió con Alla gente a Dio diletta, aria de la ópera Il faraone sommerso de Fago. Más barroco, que es lo suyo. Volvió con ella a demostrar Orlinski qué fácil es cantar con tantos recursos, y cómo es capaz de compatibilizar fuerza y sensibilidad para su línea de canto siempre elegante. Y el espectáculo lo cerró con otra de sus arias favoritas da capo: Vedrò con mio diletto, de la ópera Il giustino, de Vivaldi, poniendo seriedad y más calidad en ese momento tan especial, para tensar la fiesta. Sabio, Orlinski con su advertencia: lo pasamos genial, nos divertimos, pero lo importante es lo importante: la música. 

Les Arts dedicó el recital al recuerdo de la gran Teresa Berganza, recientemente fallecida, genio en esto del canto. Los grandes más jóvenes, como Orlinski, Miguélez, o Quirant, -ya que hablamos de contratenores-, recogen con fuerza el testigo de los que nos dejan, impulsando nuevas formas para el arte más arraigado. Como el polaco, los nuevos recurren a las redes sociales. Y hacen bien, si eso sirve para poner a hervir los mejores teatros, como ayer sucedió en la sala principal del Reina Sofía. Puro espectáculo. 

Dice el polaco que con las sombras y los colores del barroco quiere tocar el alma de las personas. ¡Pero de qué forma! Porque los nuevos aires han llegado con el fulgurante y talentoso Orlinski, el break contratenor, que canta, charla y baila. Con su canto serio y su simpatía, conecta y contagia. En nuevo público está aquí. Son los nuevos aires. Son los nuevos aficionados.

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