CHIPS EN EL BELVEDERE / OPINIÓN

Nuria Montes, mira a Irlanda, te lo dice la OCDE

3/08/2023 - 

Cuando los responsables de comunicación de la agencia pública Enterprise Ireland en España me contactaron para que les enviara una redactora a su evento Med in Ireland lo primero que pensé fue: “bueno, quid pro quo, ya les pediré otro favor a cambio”. Qué se nos podía haber perdido en ese país en materia de innovación. ¿No era acaso su agresiva política fiscal lo único que podía explicar su auge reciente en tecnología? Iba, en efecto, muy despistado. Irlanda es el segundo país europeo con más exportaciones de productos y servicios de tecnología médica, solo por detrás de Alemania. La visita dio para varios artículos muy jugosos.

Para intentar aprovechar los estertores del Brexit, Irlanda puso en marcha en 2017 el programa Irish Advantage, al frente del cual se situaron mis nuevos amigos de Enterprise Ireland. Ha conseguido atraer gracias a ello a varios millones de compradores (no turistas, sino compradores) de diferentes mercados. Tiene el número más alto de empleados en el sector medtech per cápita de Europa: uno de cada cinco trabajadores irlandeses está empleado directamente en él.

Su éxito se basa en combinar el fomento de la tecnología de alta calidad aplicada al sector médico, al nivel de países los nórdicos que encabezan los rankings de innovación mundial, con la agilidad burocrática y una elevada consideración de la profesionalidad. En el Health Innovation Hub Ireland (HiHi), participan el Trinity College de Dublín, la NUI de Galway y la University College de Cork, además de centros tecnológicos, empresas medtech, los principales hospitales del país y, de nuevo, la omnipresente Enterprise Ireland.

Una de las consecuencias del efecto llamada a las multinacionales asentadas en el país (Medtronic, Siemens, Cook Medical o Freudenberg) es el incremento de los posgrados y la proliferación de startups, algunas amparadas por el IMR (Irish Manufacturing Research) promovido por la iniciativa privada - ha reconvertido una antigua fábrica de tabaco en el centro del país (Mullingar) en un instituto de investigación y emprendimiento con 10.000 metros de smarts labs y cinco salas blancas-, spin off universitarias y medianas empresas médicas. En definitiva, Irlanda produce el 80% de los stends del mundo, el 50% de los inhaladores, el 30% de las lentillas o el 25% de los dispositivos para controlar la diabetes.

¿Y por qué se ha reactivado de repente mi interés por el fenómeno medtech irlandés? En primer lugar, porque estamos ante el folio en blanco que representa un cambio de gobierno en la Generalitat y la llegada de una nueva consellera al área de innovación, Nuria Montes, que seguro que conoce bien lo que nos estamos jugando, pero aparentemente debe configurar todavía su liderazgo en el lado político y ante el mundo empresarial. En segundo lugar, porque el caso de Irlanda aparece mencionado en el reciente informe “Repensar la atractividad regional de la Comunidad Valenciana” de la OCDE.

El documento insta a poner en marcha “una estrategia sólida de atracción de inversiones a escala regional, como la Estrategia de IED [Inversión Extranjera Directa] de la Región Sudeste de Irlanda, que se basa en especializaciones regionales y establece objetivos y medios para atraer inversiones”.

Resulta que esa Región Sudeste de Irlanda ha sido galardonada, por segundo año consecutivo, como la región pequeña número 1 de Europa en estrategia de IED. “En la actualidad, más de 10.000 personas trabajan en la fabricación de productos de alto valor en el ámbito de las ciencias de la vida” en ella, explica la OCDE en su informe. En este caso, el mérito y la visión hay que atribuírselo a la Oficina de Desarrollo del Sureste de Irlanda, surgida en 2018.

También en la Comunitat Valenciana “la creación de una agencia regional de inversiones con un mandato más amplio podría unir la visión de las múltiples provincias y municipios, con economías de escala potenciales que mejoren la efectividad del atractivo de la IED”, añade la OCDE. No soy muy partidario de articular la acción política a través de más organismos intermedios, que muchas veces acaban confundiendo el interés general con su propia supervivencia. Seguro que se pueden aprovechar entes que ya existen. 

Al hablar de estas cosas siempre me viene a la mente la conversación con Isabel Bonig cuando era consellera y le comenté que había una carrera mundial de los fondos de infraestructuras para invertir en proyectos atractivos como los que podía ofrecerles la Comunitat Valenciana. Su respuesta fue: “tienen mi puerta abierta, estaré encantada de recibirles si vienen”. No debe ser esa la actitud, así no funciona. Aprendamos de cómo Enterprise Ireland consiguió atraer la atención del medio escrito en español que más eventos internacionales de innovación cubría del mundo. 

La OCDE hace una serie de consideraciones políticas “a los responsables políticos” de la Comunitat Valenciana “de cara a inversores, talento y visitantes”. Es decir, recomendaciones para nuestro nuevo presidente, Carlos Mazón. En lo que se refiere a la captación de inversión internacional, insta a “establecer alianzas efectivas entre las partes interesadas clave (por ejemplo, universidades, parques tecnológicos, agentes del sector privado) para permitir que la región aproveche las oportunidades emergentes de la economía del conocimiento”, centrándose en nichos como las energías renovables, la biotecnología, el hidrógeno y la nanotecnología. 

Del éxito de otros se aprende y del informe de la OCDE lo más llamativo es que identifique carencias en ámbitos en los que supuestamente se habían tomado ya medidas. No han funcionado, no lo están haciendo. Al menos al nivel que exige un mundo que corre a una velocidad vertiginosa, en el que los territorios compiten a cara de perro.