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N.W.A, los Sex Pistols del Hip Hop

La próxima semana se estrena ‘Straight Outta Compton’, biografía cinematográfica de los máximos representantes del gangsta rap

6/11/2015 - 

VALENCIA. El lugar es Compton, en la región de Los Ángeles conocida como South Central, un suburbio con uno de los mayores índices de pobreza y criminalidad de Estados Unidos. La época, la segunda mitad de los ochenta, con el enfrentamiento territorial entre las peligrosas bandas callejeras de los Bloods y los Crips en su máximo apogeo. De rojo los primeros, de azul los segundos, tal como mostraba la película Colors: Colores de guerra (Colors, Dennis Hopper, 1988). El periodista Jeff Chang relata la situación: “Las calles estaban cambiando. Los efectos de la política internacional de Ronald Reagan en el hemisferio sur comenzaban a manifestarse dentro del país: los negociantes vinculados con la Contra y los traficantes de armas ilegales y de drogas se estaban volviendo millonarios. Había armas de fuego de gran calibre circulando libremente. Desde 1982, la cantidad de homicidios relacionados con las bandas se había duplicado”.


El extracto, como otros que aparecerán posteriormente, pertenece a Generación hip hop. De la guerra de pandillas y el grafiti al gangsta rap (Caja Negra, 2014), un libro que enfoca la historia del estilo musical desde una perspectiva social, fundamental para explicar el caldo de cultivo que propició su aparición. “Firestone, Goodyear y General Motors cerraron sus fábricas en South Central. En total, 131 plantas cesaron sus actividades durante la década de los ochenta, lo que eliminó puestos de trabajo industrial con beneficios sindicales en el sector automotriz, del caucho y del acero, dejando a 124.000 personas desempleadas en el centro de la ciudad”, prosigue. “En Los Ángeles, todo apuntaba a que el electorado blanco, cada vez más envejecido, había comenzado a ver con buenos ojos la posibilidad de una respuesta armada. Alrededor del downtown y en la periferia del cinturón de pobreza, empezaron a verse alambradas y fuerzas de seguridad en los centros comerciales”.


La policía, siempre al servicio del ciudadano medio, extremaba sus actuaciones: El Batterram, un vehículo militar provisto de un ariete gigantesco que la policía usaba para entrar en los domicilios sospechosos de ser crack houses, se convierte en símbolo principal de la nueva ola de represión. La escalada de violencia es escalofriante, hasta el punto de que solo unos años después, en 1992, Los Ángeles gasta once millones de dólares en acuerdos extrajudiciales por casos de brutalidad policial, pero invierte menos de dos millones en programas sociales para las reinserción de los pandilleros.

Los chicos del barrio

A mediados de 1988, O’Shea Jackson tiene 19 años. Usa el seudónimo de Ice Cube y rapea en el trío C.I.A. (Criminals In Action). En su entorno se mueve Eric Wright, conocido como Eazy-E, un camello de 23 años que a su vez conoce a Antoine Carraby (DJ Yella) y Andre Young (Dr. Dre), dos disc jockeys de la World Class Wreckin Cru. El momento es clave, ya que a nivel artístico el rap de Los Ángeles se encuentra en un callejón sin salida, entre un sonido que ha derivado hacia la caricatura subida de tono y otro que imita la postura más seria de la Costa Este, en la estela de Public Enemy. Es entonces cuando Ice Cube y Dre trabajan juntos en un tema titulado Boyz N The Hood para el dúo neoyorquino H.B.O. (Home Boys Only), que sin embargo lo rechaza alegando que es “mierda de la Costa Oeste”. En lugar de deshacerse de la canción, le proponen a su amigo Eazy-E que la cante, y en poco tiempo se convierte en un mito generacional, un retrato de la marginalidad que incluso terminaría dando título a una película: Los chicos del barrio (Boyz N The Hood, John Singleton, 1991), en la que el propio Ice Cube encarnó a uno de los protagonistas.


Las perspectivas de éxito llevaron a Eazy-E a ponerse en contacto con Jerry Heller, manager blanco y de la vieja escuela que había trabajado como promotor para Creedence Clearwater Revival, Van Morrison, Pink Floyd, Otis Redding, Elton John o REO Speedwagon. Juntos crearon Ruthless Records y llegaron a un acuerdo con el sello Priority, el único que se atrevió a asociarse con ellos, ya que la mayoría alegaban que su música era demasiado violenta. En muy poco tiempo, Boyz N The Hood vende trescientas mil copias, y el equipo formado por Eazy, Ice Cube, Yella y Dre, más MC Ren, se centra en grabar un álbum en la misma línea, trabajando en una concepción del hip hop que refleje la vida en los márgenes de la ciudad basándose en una rítmica agresiva y una descripción gráfica y grandilocuente de la violencia, drogas, armas y bandas con que conviven en las calles. Es el origen de N.W.A (Nigazz With Attitude).


Dre tenía muy claro el sonido que buscaba: “Quería que, al escucharlo, la gente dijera: ‘Mierda, no puedo creer que estén diciendo eso’. Mi objetivo era explorar lo que todavía no se había hecho. Todo el mundo seguía con el Black Power y esa mierda, así que se me ocurrió darle al público otra alternativa”. Según Jeff Chang, “si la cuestión era la protesta, N.W.A iban a dejar de lado la ideología y apuntar directamente a los disturbios; si la cuestión era el sexo, iban a olvidarse de la seducción y limitarse a follar. Nada de autoconocimiento ni de empoderamiento de la raza. Aquí lo que primaba era el poder de la sabiduría callejera”. Su primer álbum, Straight Outta Compton, cuesta menos de diez mil dólares y se publica el 25 de enero de 1989. En seis semanas, sin ningún tipo de promoción ni difusión en las emisoras de radio, se convierte en disco de oro. Llegaría a vender dos millones de copias.

El disco incluye el tema Gangsta Gangsta, que serviría para bautizar el gangsta rap, nueva manera de definir su poderoso sonido. Chang asegura que “el gangsta rap se transformó en la rebelión más cool, en la nueva poesía negra y en el nuevo punk rock. Su reivindicación de la autenticidad callejera, la rebelión adolescente, la exageración de los estereotipos urbanos y el individualismo cínico cuadraban a la perfección con la nueva camada de jóvenes multiculturales criados en el racismo y las políticas de Reagan, la primera generación en medio siglo en experimentar este tipo de descenso social y económico”.


El impacto que tuvo el disco en la cultura popular solo es comparable al de Never Mind The Bollocks. El crítico musical Billy Jam lo explica: “Al igual que los Sex Pistols, N.W.A lograron que a uno le pareciera fácil hacer lo mismo que ellos, iniciando un movimiento do it yourself que abrió las puertas a cualquier persona de las calles que quisiera grabar gangsta rap. Lo único que necesitaba era lápiz y papel, un micro, un mezclador y un sampler. Miles de chicos comenzaron a componer y luego salieron a la calle para que la gente conociera sus historias”. Pero el discurso de un grupo que festejaba el tráfico de drogas, la explotación femenina, la muerte de sus enemigos y el asesinato de la policía iba a traer consecuencias, y les creó problemas tanto con las autoridades blancas como con activistas negros que veían con buenos ojos sus odas a la revolución lumpen, pero no la glorificación de la misoginia, la homofobia y la violencia. Sin embargo, N.W.A habían encontrado lo que buscaban: Provocar una reacción. Y aseguraban que nadie como ellos representaba a los negros de las calles.


La cosa no había hecho más que comenzar. En junio de 1989, se inicia la campaña contra un tema del disco titulado Fuck Tha Police. Primero, por parte de la derecha política. Después, por la propia policía, que consigue cancelar varias fechas de la gira en directo al negarse a controlar la seguridad en los conciertos. Además, someten constantemente al grupo a registros en busca de drogas y bajo acusaciones de narcotráfico. Nunca encuentran nada. Finalmente, el FBI manda una carta oficial a N.W.A en la que amenaza sutilmente al grupo si continúa cantando el tema en directo. Sin miedo a las amenazas, lo hacen en Detroit y la policía invade el escenario. El acoso se suaviza cuando la prensa hace pública la carta del FBI, pero para entonces los mayores problemas de N.W.A están en su propia casa. Las cuentas que hace Jerry Heller no salen, Ice Cube se siente estafado y abandona para iniciar una carrera en solitario que incluye su conversión a la Nación del Islam, hecho que también se reflejará en su música. Los demás aún publicarían Efil4zaggin (1991), que repitió el éxito de su debut, pero tras el que Dr. Dre también se marcharía en busca de nuevos horizontes.

N.W.A, la película

Veintisiete años después de la publicación del disco, llega Straight Outta Compton, la película. Una operación tras la que se encuentran Cube y Dre, que ha costado 28 millones de dólares y ya lleva recaudados más de ciento sesenta, solo en Estados Unidos. El director es F. Gary Gray, que ha realizado clips para el propio Cube, OutKast, Cypress Hill o Babyface, y películas como Negociador (The Negotiator, 1998) o Un ciudadano ejemplar (Law Abiding Citizen, 2009). Es decir, un cineasta familiarizado con el mundo de la música y perteneciente a la gran industria (actualmente prepara Fast & Furious 8), tan experimentado como capaz de dar el barniz comercial que necesita la historia de N.W.A, que aborda con voluntad realista (el actor que encarna a Ice Cube es el propio hijo del rapero), pero sin perder nunca de vista la taquilla.


El mayor problema del film es su ambición. En las casi dos horas y media que dura, no solo cuenta el origen del grupo, la grabación de su primer disco y sus consecuencias inmediatas, sino que se extiende en los sucesos que vendrían después, desde las puyas entre Ice Cube y el resto de la banda en sus respectivas grabaciones posteriores hasta la muerte de Eazy-E a causa del sida, en una deriva melodramática que es una concesión evidente al sentimentalismo. Del mismo modo, el protagonismo del personaje de Jerry Heller (encarnado por Paul Giamatti) se antoja excesivo. Es, claro, el malvado hombre blanco que engaña a los chicos del ghetto, pero en un contexto tan tenso como el que presenta la película (que llega hasta los disturbios de 1992 provocados por la brutal agresión policial que sufrió Rodney King), no parece la mejor elección.


Así y todo, la capacidad de condensación de la película es digna de elogio. Se puede ver al Batterram en acción, la fallida sesión de grabación con H.B.O., el ambiente en los clubs de Los Ángeles y la creación de algunos de los hits del grupo. También hay leves apuntes sobre la presión policial en las calles, la conversión de Ice Cube, la unión de Crips y Bloods frente a las fuerzas del orden o la fulgurante carrera de Dr. Dre, que logra un éxito mayúsculo con su álbum The Chronic (1992) y trabaja con pesos pesados como Snoop Dogg, 2Pac o Eminem. Cube no le fue a la zaga, y la prueba es que su segundo álbum en solitario, Death Certificate, tenía más de un millón de unidades prevendidas cuando salió al mercado, en 1991, lo cual no evitó que fuera nuevamente objeto de boicot desde algunos sectores. Esa capacidad de los miembros de N.W.A para polarizar la opinión era el escollo más difícil de salvar por parte de una película que intenta conciliar la fidelidad a los hechos con las convencionales maneras del biopic tradicional, logrando un resultado que se queda a mitad de camino de casi todo, pero que se mueve al poderoso ritmo de las canciones de un grupo irrepetible. La voluntariosa recreación de los mejores momentos de su historia es motivo más que suficiente para celebrar el estreno de Straight Outta Compton.

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