Entre todos lo hemos conseguido. El turismo, los turistas, y sus efectos en las ciudades, han ganado una centralidad en el debate que hace un tiempo no podríamos esperar. Ya no se trata sólo de comentar las cifras positivas de principio de temporada, el estado de las playas o los atascos de la operación salida (la de Madrid, por supuesto). Hoy en día, el turismo (la turismofilia o turismofobia) llena conversaciones casuales con conocidos en la playa o con vecinos en el ascensor —¿crees que esos del sexto tienen su casa en el airbnb?—
No es un tema banal. El turismo tienen un peso importante en nuestra economía (un 13% del PIB) pero también puede generar molestias e impactos económicos negativos.
Después de la conversación con Juanma Baixauli—que salió publicada en este medio, en los #amoresdeverano de Vicent Molins y Eva Mañez—, me gustaría retomar algunos de los temas que tratamos en una lista abierta de ideas para enfrentarnos al fenómeno del turismo y, si puede ser, echarle un cable a aquellos que se verán forzados a hablar sobre el tema durante este verano. Vamos allá:
1. Todos somos turistas. Técnicamente un turista es aquella persona que se traslada a otro lugar y pasa allí al menos una noche. Considerando la diversidad de motivos que tenemos hoy en día para desplazarnos (hacer un curso de pintura, bucear, ver a tu grupo preferido o manifestarte contra el G20), es difícil pensar que quede alguien que no sea un turista de manera relativamente habitual.
2. El turismo no es homogéneo. Precisamente porque todos somos turistas y la sociedad es heterogénea, el turismo también lo es. No es posible caracterizar el turismo con comportamientos específicos. Sus efectos tienen más que ver con los usos urbanos que con los perfiles socio-económicos o demográficos. Además, los usos turísticos que pueden resultar problemáticos (sí, hablo de civismo) son muchas veces compartidos por locales con comportamientos similares.
3. No demonicemos al turista.Podemos oponernos tanto a comportamientos individuales como a estructuras económicas que actúan como industrias extractivas pero culpar al individuo que viene a nuestra ciudad a disfrutar unos días me parece totalmente contraproducente. Al igual que demonizar al hipster de los procesos de gentrificación, culpar al crucerista o al que alquila un apartamento de los males de la ciudad demuestra que no somos capaces de ver las causas de los problemas.
4. Las amenazas son reales. Sin señalar al responsable individual tenemos que ser conscientes que (un cierto tipo de) el turismo puede tener efectos negativos en los territorios. El turismo no hace necesariamente a las sociedades más ricas, puede actuar como una industria extractiva (de espacios y recursos), puede causar molestias y genera impactos en elementos urbanos tan importantes como el comercio o la vivienda.
5. Veamos el escenario macro. Para ello se hace imprescindible hacer zoom out y empezar a entender las estructuras que hay detrás del turismo: sistemas fiscales, incentivos (por ejemplo, subvenciones a aerolíneas), inversiones públicas, inversiones privadas, regulaciones etc; y a la vez poner el acento en calcular y analizarlas consecuencias de dichos factores estructurales. ¿Cómo se distribuyen geográficamente los alojamientos? ¿Cómo evoluciona el precio de la vivienda? Y así un gran etcétera.
6. Gestionar una ciudad con turistas. Más allá de gestionar de manera sectorial el turismo lo que tenemos que hacer es gestionar ciudades donde hay turistas. Eso significa pensar en los locales, los visitantes y sus relaciones a la hora de diseñar las políticas públicas para hacer las ciudades más habitables y reducir los impactos negativos del turismo. Hablamos de espacio público, política comercial, política cultural o política de vivienda.
7. Co-creemos soluciones. Ni los efectos ni las políticas son sectoriales. Para tratar las bondades (y los males) del turismo no solo debemos contar con los actores económicos del sector sino incluir a comerciantes, vecinos y ¡a los propios turistas! en el diseño de las políticas.
8. Turismo como derivada. Pienso, no obstante, que debemos de dejar de obsesionarnos en atraer turistas y centrarnos en construir ciudades económicamente dinámicas, inclusivas, accesibles, sostenibles, participativas y culturalmente vibrantes. Los de fuera ya vendrán y serán bienvenidos.