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el muro / OPINIÓN

Ocurrencias gratuitas

25/04/2021 - 

Tal es mi ansia por salir de este bucle de psicoanálisis y auto distracción en que se ha convertido la vacunación. que estoy en un ¡Ay! Como ya no sé si soy hijo, hija o hije -igual hasta marciano- he decidido también que el próximo año me apuntaré a eso de los presupuestos participativos, si es que continúan o yo mismo sigo aquí, o seguimos todos.

Por eso, me lo paso bomba con ese asunto de los arcos chinos que es la polémica más surrealista a la que asistido en muchos años. Pero hay razones de peso para seguirla de cerca y, sobre todo, no perder comba. Aquí opina hasta el Tato. En fin, como no tenemos mayor ocupación, nos dedicamos a la astracanada. Pero mira. Repito que es divertida la secuencia. Muy berlanguiana, ahora que lo de Berlanga está al día y la expo del MuVIM de mi compañero Joan Carles Martí va muy bien de asistencia.

Si resulta que un vecino del barrio de Jerusalén propone montar unos arcos chinos como supuesto reclamo de un Chinatown inexistente y se valida su oferta con trescientos votos, pues ya sabemos cómo debemos actuar en el futuro para evitar que las ocurrencias se lleven los miles de euros que mejor estarían dedicados a las necesidades reales de los barrios en los que falta limpieza, jardines, guarderías, centros de lectura, de mayores, más luz o hasta rigor en el tráfico y la movilidad. Como reconocía un comerciante:   “Si trescientos votos pueden cambiar la fisonomía de un barrio en una ciudad de 800.000 habitantes, algo no es muy serio.”.

Entiendo que se preocupe la gente del barrio, los diseñadores que también quieren participar del hecho, los comerciantes, y los pobladores del propio barrio que tienen toda la razón a la hora de pelear contra una medida bastante disparatada.

Si con 300 votos de nada el alcalde Ribo, que está ya de retiro voluntario desde la hora de comer, dice que son suficientes para que se cumpla el mandato popular tengo la solución. El año que viene cuando planteen de nuevo esos presupuestos populares, que son en muchos casos más bien horteras y nadie sabe cómo se controlan o el rigor de quienes aceptan las propuestas, vamos a invadir la ciudad de ocurrencias.

He pensado y transmitido ya a muchos de mis vecinos proponer que en mi calle monten un frontón popular laminado con macramé a levantar estilo barricada cada domingo. Y unas pistas de pádel para calentar músculos. Igual nos viene algún experto a revisar la propuesta, y de paso medir las distancias olímpicas con cargo al municipio. Ya lo dijo el alcalde con esto de los arcos chinos. Es determinación popular, aunque alguno también me ha salido con montar yacusis de fin de semana. En cuanto tenga 300 votos, asunto resuelto. Estoy al borde.

Al menos, por una vez, estoy de acuerdo con Sandra Gómez y sus declaraciones en torno a que no se puede gobernar sin atender a la ciudadanía en su conjunto y no solo a una parte. Esto es, analizar las carencias de cada barrio y actuar en ellos o en aquellos más necesitados que mira que aún hay.

Para eso están nuestros gobernantes y sus innumerables asesores; para recorrer asambleas de vecinos y escuchar sus reclamaciones tangibles y dejar de lado ocurrencias, porque Jerusalén no es un Chinatown sin más, sino un cúmulo de restaurantes y peluquerías, pero no reflejo de una cultura asiática, por mucho desfile que nos monten una vez al año con apoyo de entidades occidentales, para hacer más vistosa la supuesta efeméride y se diviertan los más pequeños. Es más, Jerusalén es un barrio con historia y solera que durante años soportó ser espacio de pubs y ruido sin que nadie hiciera nada. Si en su día hubiera existido esto de los presupuestos participativos, cuando la especulación y el abandono entró de lleno en Ruzafa y a alguien se le hubiera ocurrido instalar puertas de una Medina ya que la migración magrebí encontró allí acomodo social, a saber qué hubieran dicho estos modernos de nómina fácil y tan “originales” en sus iniciativas.

Si hay que hacer huertos urbanos que los hagan en alcorques. Así están. Los reales y de alquiler han sido un absoluto fracaso. A la altura del final de la Gran Vía Marqués del Turia con la plaza  de Cánovas -no sé qué pensaría hoy el Marques de Campo cuyo monumento da empaque al entorno y homenajea a este señor que hizo tanto por la modernización de Valencia- los alcorques no son huertos urbanos sino selva urbana. Igual nos sale un día un Tarzán popular con una berenjena. Aquellas plantas bordes suben hacia arriba que da miedo. Pero por el barrio no están en eso de la participación y la ocurrencia ciudadana defendible hasta por concejales de una supuesta izquierda que se suman voluntariosos al botellón participativo para no molestar con más ocurrencias de ahora sí, ahora igual o negociación. Emiliano dixit del que apenas sabemos más,

Yo a estos que quieren hacernos creer que tenemos un Chinatown en Valencia y demuestran que apenas han salido de su barrio porque los Chinatown americanos son de una horterada inmensa, les animaría a una opción más divertida: el año que vienen cuando esta propuesta muera por su propia naturaleza, les propondría pedir también en los próximos presupuestos participativos, en los que al parecer vale toda sugerencia sin pasar filtro, desmontar los mismos arcos si por alguna de aquellas se instalan. La burocracia municipal es tal que si no cobran las multas por el covid esto se les puede ir a más de una década.   

La conclusión a la que podemos llegar es que no vivimos en una sociedad de progreso, de avance, de renovación y ni siquiera de salvación, sino de mera especulación mental y absurda: pura ocurrencia. Y lo peor, partidista. Ya se sabe, cuando uno está demasiado tiempo en un puesto de poder, suele perder el sentido de la realidad. Manejado desde la mera visión política y partidista es aún más peligroso. Por cierto, el poder depura o complica las costumbres pero por lo visto también ciega realidades más necesarias. ¿Por qué no un paellódromo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias estilo Canet d’en Berenguer para celebrar la vacunación masiva? Sería una buena espera.

Por cierto, un Chinatown, para quien haya viajado un poquito por el mundo, sabe que es un barrio íntegro, pero no una calle o una zona en la que conviven y se integra una sociedad de nacionalidades, religiones y creencias. ¡Pues no hay urgencias y carencias que atender en nuestros barrios!

En fin, Anem a més, pandilla.

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