Por 50 euros la hora, el Julio Iglesias de Alicante ameniza bodas, cumpleaños y eventos de toda índole, sin que nada ni nadie altere su misión
VALÈNCIA. A lo largo de la historia, personajes de muy diferente pelaje han estado unidos bajo una misma línea de opinión básica. Una extraña afirmación que, gracias a la insistencia en su reiteración, ha terminado calando con la contundencia de esperar un par de horas para bañarse después de comer. Esa corriente popular que mantiene que el trabajo dignifica. “No vivimos sólo para dormir y comer: necesitamos orgullo y dignidad en nuestras vidas, y eso te lo da el trabajo”, dijo Yoko Ono una vez. Hace no demasiado, al parecer, el Papa Francisco declaró públicamente que “donde no hay trabajo, no hay dignidad”. Fíjate, Yoko Ono y el Papa. Yoko Ono, que produjo -junto a John Lennon- aquel disco de John Peel en el 1972: The Pope Smokes Dope (el Papa fuma hierba).
Por fortuna, siempre hay una salida -o no-, una pequeña alternativa a la que abrazarse en la disensión solitaria. “Hablan de la dignidad del trabajo. ¡Bah! La dignidad está en el ocio”, escribió Herman Melville en una carta a su prima Kate Gansevoort Lansing, que se había indignado porque el autor de Moby Dick se refiriera a ella y a su marido como “gente de ocio”. “Me divierte que lo niegues, como si hubiera algún mérito en no ser una persona de ocio (…) Cualquiera que no esté en posesión de ocio, difícilmente se podrá decir que tenga independencia (…) Además, el 99 por ciento de todo el trabajo hecho en el mundo es, o estúpido e innecesario, o dañino y malvado”. Sobre esta roca edificaré mi Iglesia.
Si jugamos a no quitarle la razón a nadie, y entendemos que ambas predisposiciones para con la vida en general son aptas y lícitas en su condición ética, hay un tipo de persona que se eleva por encima de todos: el que hace de (parte de) su ocio, trabajo para el ocio de los demás. El cantante imitador, un paso más allá de las bandas tributo. Siglo y medio después de Melville, existe en Alicante una persona que reúne en una de sus prácticas eventuales todo el peso de ambas corrientes al respecto de la dignidad, el trabajo y el ocio propio y el ajeno. El imitador de Julio Iglesias.
“Mi diferencia es que me considero uno de los mejores imitadores del mundo”. José Miguel Fuentes ha encontrado su ventaja competitiva con respecto al resto de imitadores de Julio Iglesias y la expone sin ambages. En su perfil público en La Factoría del Show -famoso sitio web en el que contratar a profesionales para casi cualquier tipo de evento-, Fuentes reitera la calidad de su producto: “ofrezco el mejor show de Julio Iglesias”. “Un concierto único en el que podrá disfrutar de una hora y media de duración del mejor espectáculo”, reza el texto dedicado a las razones por las que contratar a Tributo Julio Iglesias: “descubra un Julio Iglesias más íntimo, cercano a la gente y que seguro no defraudará”. Dice contar con equipo de sonido propio “para interiores” y su tarifa oficial ronda, de salida, los 50€ por hora.
Puede ser que Fuentes tire demasiado de las páginas más obvias del manual del marketing, pero la realidad es que no le va mal. Según la propia web de eventos, ha multiplicado por 6 la cifra de bolos desde que en 2015 sólo tuviera 5 eventos; el curso 2017 lo ha cerrado con 30 espectáculos. Lo que no está nada mal para alguien que no se dedica en exclusiva al espectáculo -al menos, el encaje de la mayor parte de sus bolos en fin de semana confirma el extremo de que, al mismo tiempo, trabaja en una empresa de suministros-. Sin ir más lejos, Fuentes ha tenido más eventos cantando como Julio Iglesias en 2017 de los que tuvo el propio Julio Iglesias cantando como sí mismo en 2016; vale que, entonces, el cantante madrileño cerró el año tocando en el Casino Conrad Jupiters de Gold Coast (Australia) y Fuentes lo hizo el pasado 6 de diciembre en una fiesta privada (su territorio va desde Alicante a València, pasando por Albacete, Almería, Castellón, Murcia, Madrid o Teruel).
“Disfrute de uno de los mejores imitadores de Julio Iglesias del mundo donde (sic) usted podrá bailar, estar cerca de su artista y un sinfín de sorpresas que le aguardan”. A tenor de los documentos audiovisuales que dan testimonio de algunos de los eventos en los que participa el imitador de Julio Iglesias, lo de “estar cerca de su artista” es tan cierto que se convierte en uno de esos elementos de realidad aumentada con los que no tiene que lidiar el verdadero Julio Iglesias. Es, de hecho ,en este momento en el que Herman Melville empieza a transmutar en Aristóteles: el hombre ideal soporta los accidentes de la vida con dignidad y gracia, aprovechando las circunstancias.
Y las circunstancias de los eventos de José Miguel Fuentes ponen a prueba la dignidad del trabajo, pero también la del ocio. El intérprete, que actúa tanto en bodas como en fiestas de cumpleaños o en clubs, ha de sortear con dignidad los accidentes que se le presentan en cada escenario. En su escueto canal de YouTube están todos perfectamente representados: desde la boda en la que los invitados comen y hablan mientras él canta -si acaso se contonean ligeramente al advertir su presencia o espetan de fondo un “a que cojo el micro y canto una”-, hasta fiestas privadas en las que ha de hacer dúos con personas que fingen saber la letra de la canción, o simplemente no dejar de interpretar mientras un señor descansa la cabeza sobre su americana o le atusa la peluca.
“Que vuelva pronto, que lo pasamos genial con él”, comparte públicamente una de sus fans -las tiene-, para añadir: “estuvimos compartiendo un buen rato de música y gintonics buenísimos”. El ingrediente final siempre es el más importante. Las imágenes epatan: rodeado de personas que sostienen gintonics y otros jugos, Fuentes no deja de cantar, ni se sale del personaje; es probable que incluso se refugie aún más en él. Fuentes haciendo de Kaufman haciendo de Julio Iglesias. Nada importa, ni que se le acerquen para decirle algo al oído, ni que le enhebren el brazo o lo cojan del hombro; ni que le pidan que le dé dos besos a alguien en medio de una ranchera o que le dediquen un baile. Nada saca de su papel al imitador de Julio Iglesias.
De hecho, José Miguel Fuentes ya ha paseado su estoicismo incluso por platós de canales de televisión nacionales. En 2015 participó en el que, a la postre, sería el último programa de la versión española de Killer Karaoke; un programa presentado por Florentino Fernández y Patricia Conde -history repeating- en el que los participantes han de cantar mientras se les somete a situaciones extremas. Entonces, Fuentes no tenía el bagaje que ha cultivado en los últimos dos años, y cayó eliminado frente al imitador de Raphael; “pues sí, un poco loco si estás al enfrentarte a nuestro electroshock”, recoge a modo de testimonio el Twitter del programa fallido, que sigue varado en Internet como esa barcaza en la playa que recuerda que algo no terminó de salir bien.
Tras aquello, Fuentes se ha dedicado a potenciar su carrera como imitador de la escuela estoica, cantando “para todo tipo de fiestas privadas, pueblos, hoteles y restaurantes, con una puesta en escena insuperable”. Además, asegura haber tomado clases de canto para poder imitar a Julio Iglesias. Lo cierto es que, si bien la peluca de bazar no presagia el rigor, el parecido vocal está ahí. Se ha curtido en pubs y fiestas de cumpleaños, rodeado de personas con pantalones chinos de diferentes colores y camisas con coderas, y ha cantado junto a personas que se acercan a su micro y también mientras le ponían a prueba en televisión: el estoicismo del imitador.