VALÈNCIA. Una indolente tarde de verano. “Memories”… Recuerdos de calor, acequias y alpargatas mojadas… Dos renacuajos en el agua, cuatro moscas en un tarro de cristal. Verano de pueblo, de siesta española y sol infinito, de noches “a la fresca” y lagartijas reptando por las paredes a la luz de la luna. Verano interminable que se resistía a marcharse hasta bien entrado septiembre, hasta San Miguel, cuando llegaba la feria a Llíria. Un indolente verano como el que se avecina, y que prepara un otoño bien caliente, con los ánimos exaltados y la mirada perdida en el horizonte, en mayo…
Cuando pasen los Idus de marzo y dejen cadáveres en las cunetas y el Dictador haya sido despojado de sus laureles… Cuando los perdedores de todas las guerras tengan la tranquilidad de espíritu para llorar y perdonar… Cuando los ganadores de la Guerra tengan la fiesta en paz… Pero no será hasta mayo, cuando todas las fuerzas del universo se midan en la misma lid.
Cuando lleguen a la orilla, los bañistas mirarán confusos y desconcertados, sin hacer nada, sin decir nada. Cuando lleguen a la playa, los otros correrán hacia las dunas, treparán por las rocas hacia la libertad, hacia un mundo irreal. Los bañistas no harán nada, no dirán nada. Dirían, pero no dicen. Dirán por ellos los Idus de marzo cuando se acerque mayo. Porque éste va a ser el caballo de batalla de la próxima contienda, de la próxima cruzada en Europa: los de la otra orilla…
“He tornat altra volta. Oh vella, oh trista Europa! Què farem de les guerres gregues que hi ha en el claustre? Què, dels sarcòfags; què, dels capitells, dels marbres? Je suis un citoyen pâle au milieu des morts.” Estellés en la memòria, en los recuerdos de las tardes de verano, de un verano indolente, preludio de la próxima batalla. Europa no se quedará quieta. Luchará con uñas y dientes por sus claustros y sus sarcófagos, por los capiteles y sus mármoles.
Cuando suenen las campanas, anunciarán un advenimiento. Será en mayo, cuando suenen las campanas y los pájaros lleguen del sur. Como llegó del sur Amado Granell para liberar París de las tropas nazis, la “eterna" capital de Europa, en aquel 24 de agosto de 1944, en aquél verano encendido. Encabezaba junto a 150 republicanos españoles la novena compañía, “La Nueve”, la primera en entrar en la capital francesa, donde cada verano se le recuerda pese a que su gobierno, el valenciano, haya tardado todo ese tiempo en rendirle homenaje…
Cuando llegue mayo, Europa estará preparada. Se prepara contra el invasor del Sur y del Este. Pero no se prepara contra sí misma. Contra ese pequeño hombre temeroso de dioses y demonios, que levanta y derriba estatuas, que elige a sus libertadores y a sus tiranos. Ese pequeño hombre que ha llegado para quedarse, como la premonición de Wilhelm Reich en su libro de entreguerras. “Écoute, petit homme!… Ese pequeño hombre que teme a los generales de la guerra, pero que no tiene miedo de sí mismo… De nuevo el poeta, siempre Estellés… “No em moriré d’amor. Em moriré de qualsevol cosa… Oh vella, oh trista Europa!”.