El Brexit ha sido el penúltimo de los problemas y, cuando apenas habíamos comenzado a preocuparnos por los próximos referendos en Italia y Austria, junto con las elecciones en Alemania, nos llegó hace ya unos días el triunfo de Trump
En el libreto de Los Cuentos de Hoffmann, la ópera de Offenbach basada en historias breves del alemán E.T.A. Hoffman, cada vez que el héroe homónimo cree encontrar el amor y la felicidad se topa, de manera irremisible, con algún obstáculo. El causante de tanta desdicha es el mal, que adopta en cada historia una forma distinta (lo mismo que la figura amada). Sin embargo, es precisamente lo atormentado del espíritu del artista lo que le inspira y le convierte en un genio, creando obras que perduran pese a su temprana muerte.
Al igual que el desdichado Hoffmann, si analizamos los últimos años resulta muy difícil encontrar algún periodo relativamente tranquilo y estable en el proceso de integración europea. El Brexit ha sido el penúltimo de los problemas y, cuando apenas habíamos comenzado a preocuparnos por los próximos referendos en Italia y Austria, junto con las elecciones en Alemania, nos llegó hace ya unos días el triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos. Da la impresión de que los ciclos políticos europeo y mundial van a seguir influyendo en la integración económica. Por ello es cada vez más importante prever y diseñar con cuidado los pasos a seguir. Esto mismo puede aplicarse al Brexit.
Como puede verse en el Gráfico 1, los países del continente europeo se encuentran vinculados por diversos acuerdos y el grado de integración económica entre 35 de ellos es muy elevado. Además de formar parte de la UE (rectángulo azul), sus 28 países miembros comparten el Espacio Económico Europeo (donde hay libre circulación de productos, de trabajadores y capital) con tres de los países de la EFTA (Área Europea de Libre Cambio). Todos los miembros de la EFTA participan, junto con 22 de los 28 de la UE en el Espacio Schengen, que supone la eliminación de los controles fronterizos. Además, la UE mantiene una Unión Aduanera (lo que supone la libre circulación de productos) con San Marino, Andorra y Turquía.
Por ello, cabe preguntarse dónde desea situarse Gran Bretaña dentro de los posibles niveles de integración ya existentes en nuestro continente. En una reciente entrada del blog de Bruegel, André Sapir, basándose a su vez en un trabajo de tres economistas del banco HSBC enumera y comenta las diferentes opciones que se le presentan al Reino Unido (RU) al desvincularse como miembro de pleno derecho de la UE. Dichas opciones son básicamente tres (además del no Brexit) y aparecen resumidas en la Tabla 1: Brexit “blando”, Brexit “duro” o un híbrido y, a su vez, variantes de los mismos. Dependiendo de la opción elegida, participaría o no en hasta 10 políticas o procesos diferentes de la UE.
Las dos situaciones radicales se sitúan a ambos extremos de la tabla: permanecer (con las mismas condiciones de ahora) o un Brexit duro, manteniendo una relación basada en las normas de la Organización Mundial de Comercio y convertirse en “país tercero” en la UE.
Por lo que se refiere al Brexit duro dos posibles opciones son la participación en la Unión Aduanera (UA), como lo hace Turquía, o un Acuerdo de Libre Cambio (ALC) similar al firmado con Canadá. En ambos casos, el RU sólo participaría en dos de las 10 políticas o procesos señalados en la tabla: comercio de bienes libre de aranceles más política comercial europea (si forma una UA) o acceso parcial al comercio de servicios (en el caso de ALC).
La forma más suave de Brexit sería formar parte del Espacio Económico Europeo, ya que continuaría participando en siete de los 10 elementos anteriores pero no en la PAC ni en la política comercial. La principal desventaja es no poder influir en las normas del Mercado Interior, pero estar sometido a sus reglas. Posiblemente ésta sería la opción preferida por los 27, pero probablemente sería rechazada por el RU. También sería un Brexit blando la opción del EEE tipo Suiza. La diferencia con el anterior es que sólo sería miembro del Mercado Interior parcialmente, quedando excluido del mercado de servicios y, en particular, de los servicios bancarios.
Existe una propuesta intermedia que se ha denominado “partenariado continental”, formulada por un grupo de economistas que incluye al propio Sapir, Jean Pisani-Ferry, Norbert Rottgen, Paul Tucker y Guntram Wolff. Esta propuesta contiene, por una parte elementos de una salida “suave”: pleno acceso al Mercado Interior de bienes, servicios y capital a cambio de que respetasen sus normas así como las sentencias del Tribunal de Justicia. También deberían contribuir al presupuesto comunitario. Por otro lado, tendría en común con el Brexit “duro” que la movilidad del trabajo sería limitada. Además, tampoco participaría en la PAC. Finalmente, también proponen que el RU tenga voz pero no voto en las decisiones sobre el funcionamiento del Mercado Interior. Si se observa la Tabla 1, esta columna sería la que supondría menos cambios comparada con ser miembro de pleno derecho. Cosa distinta es que resulte aceptable para las dos partes implicadas.
Quizá todos los obstáculos que ha sufrido el proceso de integración hayan servido para acelerar las reformas y crear nuevas herramientas para abordar los nuevos problemas. La Unión Bancaria, el Semestre Europeo como mecanismo de coordinación o la proyectada Unión Fiscal son ejemplos de “creaciones” derivadas de la crisis financiera. Es comprensible que tan elevado nivel de integración pueda asustar a algunos miembros de UE, históricamente contrarios a cualquier avance hacia una Europa unida políticamente bajo un manto federal y esto parece ser lo ocurrido con Gran Bretaña: el populismo ha vencido en un país con un sustrato nacionalista muy elevado, abonado por la gran crisis global.
Sin embargo, aunque el Brexit esté siendo otra fuente de inestabilidad, es quizá mejor que el RU consiga su acomodo a largo plazo en la UE antes de seguir siendo un obstáculo en el proceso de integración, e impedir al resto de miembros alcanzar sus objetivos, generando frustración y desdicha, como al pobre Hoffmann en su búsqueda del amor.