Nuestra peculiar guerra biológica nos impide apreciar los otros escenarios de conflictos, muy muy cercanos
Ya hemos tratado en varias ocasiones, y en estas mismas líneas, los conflictos, como el de Libia, que están teniendo lugar en la región del MENA (Middle East and North Africa), sobre todo desde que Barack Hussein Obama II se hizo cargo de la presidencia USA, y abandonó a esa parte del mundo a su suerte. Este vacío estratégico se debió a múltiples factores, como suele ser habitual, entre otros por falta de proyecto propio y de liderazgo global, pero también de cansancio por parte de una nación que ponía las vidas de sus soldados y el dinero de sus impuestos, para mantener el mundo en orden mientras otros, como la República Popular China de Xi Jinping, se beneficiaba. Pero también influyó el hecho de que los USA alcanzasen la autonomía energética, y que Obama se volcase hacia la contención de la expansión de China en el Asia-Pacífico, e incluso en el mundo entero, con la estrategia de contención con el TTIP (Transatlantic Trade and Investment Partnership) y el TPP (Trans-Pacific Partnership), acuerdos neutralizados por el presidente Donald Trump.
Entonces surgieron las primaveras árabes, que se tornaron en inviernos Yihadistas, y en cruentas guerras, siendo la de Libia una de las primeras. Tras diez años de guerra civil, hoy nos encontramos ante un nuevo episodio de escalada cualitativa bélica. Como recordarán existen dos bandos en ese conflicto, por una parte el gobierno nominal de Tripoli, reconocido por la llamada Comunidad Internacional, ONU y UE, aunque de facto (dado los apoyos a su contrincante) no es completamente así, denominado GNA, Gobierno de Acuerdo Nacional o Government of National Accord, que escasamente controla la capital, gracias a diversas milicias, que a su vez controlan otras pequeñas partes del pais como la estratégica ciudad de Misrata, y que en total no controlarán más de una cuarta parte del país, apoyados bélicamente por Turquia y Qatar. Por otro lado está el Mariscal Jalifa Haftar, que lidera el Ejército Nacional Libio -LNA- o Libyan National Army, respaldado por el gobierno de Tobruk como ejecutivo de la Cámara de Representantes, ubicada en esa ciudad, y elegida en las elecciones de junio de 2014. Este bloque que reúne al resto de facciones y tribus no integradas en el GNA, recibe el apoyo internacional (y en la mayoría de los casos con pertrechos militares) de Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania y Rusia, controlando entre dos terceras y tres cuartas partes del país.
Como pueden recordar, hace menos de dos meses, les comenté como cada vez se notaba más el factor turco en la ecuación Libia, por su implicación bélica, con drones y el envío de yihadistas de la guerra de Siria, para defender su capital, Trípoli, de la última ofensiva de las tropas de Haftar. Esta intervención ha sido tan eficaz y exitosa que la ofensiva, no sólo ha sido repelida, sino que se ha producido, cierto retroceso de las fuerzas del LNA, y un numero considerable de bajas, entre las que se han podido incluir un centenar rusos, pertenecientes al grupo Wagner, agentes y profesionales de la seguridad, de los algo más de un millar que existen en Libia y que esta semana se habrían retirado a la base de Al Jufra, en el centro del país, con apoyo aéreo de un escuadrón de cazas rusos MIG-29, desplazados desde el teatro de operaciones Sirio, con escarapelas sirias parece ser. Esta presencia aérea de modernos aviones a reacción, se desconoce si es conyuntural, pero indudablemente reequilibra la superioridad aérea conseguida por el GNA con los drones turcos, y supone un posible salto cualitativo en la situación bélica, de la que ya ha protestado los USA.
El salto en el conflicto supondría casi la replicación de los dos principales respaldos bélicos en la guerra de Siria, Turquía y Rusia, sobre suelo Libio. Esta vez, la excusa turca, en Siria es la seguridad de sus fronteras del sur, es el respaldo al gobierno del GNA con el que ha suscrito sustanciosos acuerdos (considerados ilegales por Chipre y Grecia entre otros) de explotación de hidrocarburos en el este del Mar Mediterráneo, además de quitarse de sus fronteras a activistas yihadistas, aunque en ese momento sean aliados (ya saben, eso se llama ser carne de cañón). Frente a la estrategia rusa, continuísta en parte de la soviética, de tener otro país, con sus correspondientes facilidades aeroportuarias, en un mar de aguas calientes, que no se congele como le ocurre a la mayoría de los puertos rusos. A la par de controlar otro país productor de hidrocarburos o de su transporte, dados sus intereses como productor y exportador.
Muchos de ustedes pensaran que aunque pueda estar a un par de horas de avión de nuestras fronteras del este de España, no nos influye directamente mucho, pues siento aguarles la tranquilidad, pues nos influye por dos cuestiones, entre otras muchas. Primero, como posible foco de terroristas islámicos, todos los conflictos en los países musulmanes ha provocado o ha tenido un efecto llamada de esos locos que gustan inmolarse por las 72 huríes (vírgenes), y tras su fin se han desperdigado nuevamente en escenarios cercanos. Y además de Yihadistas traídos de Siria, en Libia también había una importante presencia de los Hermanos Musulmanes, por lo que puede ser un importante foco de terroristas futuros.
Y me gustaría recordarles, hablando de terroristas yihadistas, como, y sólo durante la pandemia, se han desarrollado cuatro importantes operativos anti terroristas en España con diversas detenciones. La primera de ellas, el 21 de abril, se produjo en Almería donde se detuvo a tres individuos, entre los que se encontraba el terrorista casi más buscado en Europa, Abel Bari, ese rapero ingles reclutado por el Estado Islámico, que gustó de fotografiarse con cabezas cortadas de rehenes. La segunda el 30 de abril en Madrid, a un individuo de 48 años, originario de Guinea-Bissau, que hacia un año que en las redes sociales apoyaba a terroristas como del ISIS o Al Qaeda, y que habría amenazado al Rey Felipe VI y al juez Pablo Llarena. O el operativo del 8 de mayo, realizado en Barcelona, sobre un posible yihadista, que durante el confinamiento se habría radicalizado, y parecía que ya estaba en la fase de búsqueda de objetivos, al saltarse la limitación de movimientos. También y en cuarto lugar la operación desarrollada en Ciudad Real, con cuatro detenciones, de personas radicalizadas por un huido de Marruecos, que parecía estar constituyendo el núcleo de una célula terrorista
En segundo lugar, el resultado del conflicto libio influye en la geopolítica de los hidrocarburos, pues si la implicación turca tiene resultados positivos, supondrá un posible foco de inestabilidad con los otros vecinos, deseosos también en explotar los recursos en hidrocarburos del este del Mediterráneo, como Egipto o Chipre, ademas de otros países europeos, por cierto aliados de Turquía en la OTAN. Si el triunfo decae del lado de las armas de Haftar, ergo Rusia, este país iría controlando (o siendo el patrocinador o protector) de una gran cantidad de países productores de hidrocarburos, como Irán o Venezuela. Aunque este último país, y tras el gobierno bolivariano de Nicolas Maduro, ha llegado a tal grado de ineficacia y corrupción, que ante la pésima gestión de las refinerías de Petróleos de Venezuela (PDVSA), ha necesitado el apoyo de cinco barcos petrolíferos iraníes, dada la escasez en sus gasolineras, vivir para ver, como si desde Valencia tuviéramos que importar naranjas sudafricanas para hacer zumo...
Ya ven que en esta era de la Globalización, aunque antaño ya ocurría, eso sí más despacio, todo está relacionado, y lo que ocurre allende los mares influye en nuestra seguridad pública y seguridad energética. Y aunque tengamos sobre nosotros al monstruo del virus chino, como una espada de Damocles, no debemos dejar de lado estas cuestiones, pues lo urgente no nos debe de hacernos olvidar lo importante, hay que actuar en local pensando en global.