Foto PEPE OLIVARESEl pasado jueves, el aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández, acogió un interesante debate sobre cómo ha cambiado la conectividad tras la pandemia. Tanto desde el punto de vista de las aerolíneas como de los destinos turísticos. Tras más de tres horas de debate, las dos mesas de debate llegaron a varias conclusiones: la primera, y más importante, es que ha cambiado el tempo de la elección de de cuándo viajar, hasta el momento las restricciones lo ha marcado, y por tanto, el turista apura más, y normalmente, como ya sucede con la reserva de apartamentos, evita el pago anticipado: paga cuando llega al alojamiento.
Esta inmediatez, insisto, marcada por la restricciones ha movido la manera de operar de los destinos y de las aerolíneas: todos han tenido que improvisar decisiones e incorporar nuevos servicios de acuerdo con la situación sanitaria. Es decir, el contexto ha sido cambiante y lo será en los próximos años, hasta que la normalidad sea plena, o se recuperen los viajes de larga distancia.
Pero además del debate de las aerolíneas y los nuevos tempos de viaje, también se produjo un interesante debate sobre los destinos, con la presencia de representantes de Tenerife, Mallorca, Bilbao o Málaga. He de decir que me sorprendieron más sus conclusiones, pues algunas de ellas vienen a confirmar que lo del turismo del futuro ya no únicamente va de pescar en el país de origen, sino de otros muchos factores, algunos de ellos, ya en el catálogo de servicios de cualquier destino, con la digitalización o la sostenibilidad, que concede nuevas prestaciones para un público más joven, además, como no, de la oferta de ocio y cultura.
Insisto, me sorprendieron dos cuestiones: por primera vez, veo a los destinos de un mismo país en la necesidad de aliarse a la hora de pujar por ofrecer experiencias complementarias, algo de lo que hasta ahora eran algo reacios. Cada uno hacía la guerra por su cuenta. Ahora, quizás se abra un nuevo panorama, y es que a lo mejor la promoción también hay que hacerla, también, en casa del vecino, porque ese que viaja a la casa de al lado, tiene más posibilidades de que te visite a ti. Siempre habrá excepciones. Me sorprendió mucho, por ejemplo, lo que comentó la directora de Turismo Bilbao, Mercedes Rodríguez, por las dificultades, casi por entramado institucional, que tenía para armar una oferta conjunta con las otras capitales del País Vasco.
La otra cuestión es la que expuso el director técnico de Costa Blanca, José F. Mancebo. Esto tampoco va de un tráfico unidireccional; es decir, que sólo vengan turistas de un determinado país. Ahora, se trabaja, con compañías y aeropuertos, para que el destino también sea atractivo para el punto emisor. Ya no vale que únicamente vengan holandeses o belgas, por ejemplo. El destino también debe tener una masa crítica suficiente, en este caso, de residentes, que tenga interés o necesidad de volar o viajar a ese punto emisor. Simplificándolo un poco, debe ser un win-to-win para las dos partes. Es una manera de que los tráfico se consoliden y tenga más perdurabilidad en el tiempo.
Quizás todo ello sea la confirmación de la competitividad turística no sea de ver quién tiene más; sino quién es mejor a un precio acorde con la oferta y los servicios que ofrece (más allá de los recursos naturales de cada zona). Como dijo el CEO de Turismo Tenerife, David Pérez, esto ya no se trata de batir récords todos los años, sino de estar en permanente revisión para incorporar y mejorar tu oferta. Al finales, los destinos no luchan contra el otro, sino que luchan contra uno mismo. Si es así, bendita ha sido la pandemia, pese a que siempre habrá cosas que mejorar, como las infraestructuras públicas. Pues para que haya alianza entre destinos y bidireccionalidad en los mercados, la intermodalidad es crucial. Pero eso ya es otro debate. Al menos, ya lo podemos decir: hay cosas que comienzan a cambiar, o que simplemente ya han cambiado.
El reto de los destinos turísticos: colaborar, diversificar y no subvencionar
