Entramos en la época más consumista del año. Entramos en el mundo del consumo de cabeza con la llegada de las Navidades. Consumir, consumir y consumir… ¡Sepamos todos que otra manera de consumo es posible!
Ya que no podemos ir contra esta corriente tremendamente consumista sin escrúpulos de ningún tipo y donde antes o después vamos a caer, propongo que al menos apoyemos otra economía más local y directa y que adquiramos regalos que apoyan diferentes acciones sociales.
Propongo que pensemos y paremos un minuto a pensar en qué queremos invertir nuestro dinero y qué tipo de economía, productos y consumo queremos fomentar. Porque detrás de cada acto de consumo que realicemos, hay una consecuencia.
Otra manera de consumo es posible tanto sea con la compra de productos de comercio justo como la compra de comercio local y de barrio alejado de las grandes superficies.
Tanto los productos de comercio justo como los productos del comercio de barrio o local posiblemente sean productos más costosos de adquirir tanto por sus precios como por los lugares donde encontrarlos, pero vale la pena.
Vale la pena tener la certeza que apoyamos una cadena de consumo más directa y que con nuestro consumo esa familia y ese pequeño negocio pueden seguir funcionando. Una acción de consumo con un impacto directo en su vendedor y en ese comercio que vive de la gente de su barrio y del cliente fiel.
También vale la pena tener la certeza que regalamos y consumimos productos detrás de los cuales no hay niños sin escolarizar que trabajan de sol a sol o por las noches, donde no hay mujeres ni hombres con sueldos miserables y en condiciones de insalubridad laboral o donde se garantiza un cuidado del medio ambiente mínimo.
Merece la pena consumir y pagar un poco más por tener garantizamos estos derechos. Algo en lo que pocas veces prestamos atención. ¿Qué hay detrás de cada producto, prenda o actividad que consumimos? Nos fijamos en los precios y seguimos la premisa de “cuánto más barato, mejor!” pero a veces no vale la pena.
El comercio justo es una herramienta de lucha contra la pobreza con la que se garantiza el respeto a los derechos humanos y laborales de las personas productoras, el medio ambiente y la igualdad entre hombres y mujeres en todo el mundo. Más de dos millones de personas se ganan la vida dignamente con el Comercio Justo en comunidades de 75 países empobrecidos.
Quizá sea el momento de comprar menos productos y enfocar nuestras miras en la calidad y el origen de lo que compramos.
El próximo sábado la Coordinadora Valenciana de ONGD nos lo pone en bandeja. Organiza un año más en el Paseo de Ruzafa su Fira de Nadal con casi de una decena de puntos de degustación y venta de productos de Comercio Justo, información y animación de calle. La feria -en la que participan las ONGD Cáritas, Ecosol, Petjades, Proyde, La Tenda de Tot el Món, Oxfam Intermón y Solidaridad Internacional-PV- permanecerá abierta al público de 11 a 19 horas. Con una oferta como siempre para todos los gustos.
Cada una de estas organizaciones trabaja durante todo el año, no sólo en épocas navideñas, en garantizar unos mínimos y unas garantías básicas que respeten y cumplan unas reivindicaciones mundiales. La no explotación laboral infantil, las condiciones de trabajo mínimas para los trabajadores, unos sueldos dignos, unos mínimos que cubrir, el respeto del medio ambiente… son algunas de las premisas mínimas que tenemos garantizadas cuando compramos productos con la etiqueta de comercio justo.
Las prendas a 4 euros, por ejemplo, me generan desconfianza, las gangas donde compras sin pensarlo y donde las grandes cadenas o superficies anuncian y proclaman a los cuatro vientos como reclamo para conseguir compradores, me provocan dudas de todo tipo. Llámenme desconfiada pero no lo puedo evitar. Si pago 4 euros por una camiseta cuantas camisetas habrá hecho esa cadena de producción, cuantas personas habrá trabajando en ella? ¿Cuántas horas habrán hecho? ¿Cuánto le habrán pagado?
Otra manera de consumo diferente puede ser el consumo en comercio local y de barrio siempre que garantice la procedencia de sus productos. Locales que compiten por su parte con las grandes superficies. Son locales a través de los cuales apoyamos la economía local donde se ubican. Y son locales que dan vida a los barrios. Sin estos locales los barrios y las ciudades pierden su esencia, su personalidad y su valor añadido.
Porque al final de la corrida la vida en los barrios son el resultado de sus vecinos y de sus comercios que le dan vida, calidad y personalidad.
Un barrio sin comercios locales es un barrio sin personalidad. Y si queremos vivir en barrios con este espíritu deberíamos apoyar este tipo de comercios. Prueba de ello son las ciudades de otros países europeos donde los barrios y los comercios de barrio están en auge. De hecho en ocasiones hasta las grandes superficies adquieren locales que “customizan” como si fueran comercios de barrio para vender más. Intentan disimular sus rasgos de grandes superficies comerciales enmascarándose en locales de toda la vida.
Como ven otra manera de consumir es posible. Podemos apoyar productos y productores locales, de barrio, artesanos… y con una compra responsable, crearemos otro tipo de consumo más consciente y menos agresivo.
La semana que viene… ¡más!