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Pablo Und Destruktion: “Tenemos ante nosotros el reto de renovar el folklore sin mancillarlo”

4/10/2018 - 

VALÈNCIA. Parafraseando a Walt Whitman, podríamos decir que Pablo Und Destruktion es inmenso, contiene multitudes. El compositor asturiano emprende con cada nueva canción un meticuloso proceso de alquimia poética que huye de la complacencia y los lugares comunes. Las alabanzas que entona la crítica a su paso no le han hecho retroceder ni un centímetro en un discurso que no entiende de tibiezas ni se resiste a retratar desde las entrañas, tanto las propias emociones del autor como las miserias de ese “país de puticlubs, farlopa y jubilados” al que canta en Puro y ligero. No hay concesiones en los versos de este músico que, al contrario que algunos de sus coetáneos, se siente cómodo con la etiqueta de cantautor, "es el término más parecido a lo que hago", sostiene.

El compromiso social descarnado, la reivindicación del medio rural como espacio de dignidad y la apuesta por el folklore, en tanto que emanación creativa de primer orden, ya constituían rasgos fundamentales de su semblanza. A ellos se les suma en Predación (Sonido Muchacho, 2017), su último trabajo, una honda espiritualidad que bebe de los anhelos, de una búsqueda de sentido y redención con ecos existencialistas. La religión y el amor, observados bajo la lente del rock, ejercen de vertebradores de este cuarto disco, por lo que no es casualidad ni mero recurso estético que el álbum dé comienzo con unos versículos de la Epístola de San Pablo a los Corintios o que el Éxtasis de Santa Teresa juegue un papel esencial en el arte gráfico del mismo. Su puesta en el mercado supuso para Pablo García el cierre de un capítulo en su personal narrativa musical, aunque, según nos desvela, todavía no sabe qué sucederá a continuación. Este viernes, 5 de octubre, Pablo Und Destruktion llega a Convent Carmen para cubrir València con la crudeza de sus letras y el cargamento de interrogantes que él mismo porta en su equipaje vital.

-En una entrevista anterior, comentabas que las canciones modifican la realidad de quienes las crean e interpretan hasta el punto de que incluso pueden llegar a afectar a su salud mental. ¿Es posible lograr suficiente distanciamiento de tu propia obra para que no llegue a afectarte de una manera tan intensa?
-Creo que no es cuestión de distanciarte de las canciones sino de  acercarse a ellas con respeto y entendiendo la lógica que tienen. Con ellas sucede como con las personas: si te acercas de mala manera, rápido y sin mantener el respeto, probablemente te busques un problema. Justo esta mañana leí una frase sobre San Agustín, que decía que “ el que canta ora dos veces”, pienso que refleja muy bien que las canciones tienen su miga y pueden volverte loco o lúcido.

-Sin embargo, el arte supone también una forma de sanación, de exorcizar los propios demonios…
-Totalmente pero, en ocasiones, cuando exorcizas y abres esa puerta del infierno, de allí acaban saliendo más demonios... 

-Según explicas tú mismo, con Predación buscas  platear más preguntas que respuestas, poner tema sobre la mesa y dejar que sea el oyente el que proponga su interpretación personal. 
-Es que yo no tengo ninguna respuesta que dar, ni ganas de darlas. En cuestiones artísticas ofrecer una respuesta categórica suele llevar consigo una trampa, tienen gato encerrado. 

-De hecho, gran parte de tu discografía tiene como denominador común la complejidad de las composiciones. Hablamos de canciones rebosantes de aristas y claroscuros.
-Intento hacer canciones que descoloquen la cintura, que creen contrastes, sobre todo con las letras. Yo como músico no tengo tanta habilidad, intento crear esa densidad a través de los mensajes que emito. Y, al mismo tiempo, también me gusta introducir canciones más sencillas, como A Veces La Vida Es Hermosa para dejar desconcertado al público underground. En general, intento hacer lo que yo agradezco que hagan cuando  veo a otros artistas sobre un escenario. 

Foto: JAVIER BEJARANO 

-Predación es un disco con un fuerte componente espiritual y, en concreto, son frecuentes las referencias al cristianismo. ¿Tiene cabida esa espiritualidad en una sociedad en la que impera la búsqueda del pragmatismo y la productividad?
-Creo que hay hueco en esta sociedad pero que todavía lo habrá más en el futuro. Este sistema de vida que llevamos ya no da más de sí. El materialismo, en todas sus ramas ya está en pleno colapso. Por eso la oposición a Occidente ya no es Rusia, que era materialista, sino Estado Islámico, que mantiene un mensaje espiritual. Todas esas cuestiones políticas, aunque parezca que estoy diciendo chorradas, son muy relevantes porque condicionan la cultura. Cuando Estados Unidos era el centro del mundo se escuchaba rock&roll en todas partes, ahora que prima la multiculturalidad, escuchamos trap hecho por personas de distintas nacionalidades. Creo que en ese materialismo no se puede avanzar más, de hecho, el trap, en cierta manera, es una revisión de lo que ya pasó a principios de los 80: un hedonismo un poco apocalíptico y lúdico. Es lo que hay, el signo de los tiempos. Y, en ese sentido, yo trabajo por oposición, voy a la contra. Creo que somos más espirituales que hace diez años, por ejemplo. Las canciones siempre plantean un modelo de conducta y de vida, por eso, al menos para mí se relacionan tanto con el hecho religioso. 

-En todo caso, se trataría de una espiritualidad diferente a la que se tenía en España en siglos anteriores…
-Es que aquí, cuando hablamos de catolicismo, nos hemos quedado con el nacionalcatolicismo. Y eso no tiene nada que ver con el cristianismo primitivo o con el catolicismo del Concilio Vaticano II…Hay muchísimas versiones de una religión. Es más, el laicismo de Occidente proviene del cristianismo, no podemos escapar de ese telón de fondo aunque queramos. Las religiones educan el ojo, y crean en cierta manera la forma en la que se ve el mundo. Operan como una interfaz con la que percibimos la realidad: no es lo mismo un ateo que proviene de una sociedad cristiana que otro que viene de una hindú.

-La versión de Predación que ha llegado al público no es la original: una vez finalizado el disco decidiste rehacerlo y modificar gran parte de su contenido por considerar que estabas revelando cuestiones demasiado íntimas. Cuando se realiza un trabajo tan personal como el tuyo, ¿es necesario tomar perspectiva para saber qué es lo que realmente se quiere mostrar?
-Me hizo falta que pasara un poco de tiempo, me vino muy bien para poder tomar decisiones. Cuando confeccionas un disco, siempre hay una parte que puedes controlar y otra que no. A mí la parte que más me gusta es la que no, pero creo que en este disco se me fue de las manos. Woody Allen decía que hacía tantas películas porque intentaba en cada una arreglar los fallos de la anterior, a mí con los discos me pasa algo parecido: en cada uno intento arreglar los errores que he cometido previamente. En noviembre publicaré una novela, en la que llevo bastante tiempo trabajando,  y en la que trato de enmendar los errores de todos los discos y de mi vida en general. Además, en ese libro meto mucho humor, algo que sí incluían mis primeros discos, pero no este. Aquí me parecía hacer algo más serio. Quería hacer un disco de rock en un momento en el que el rock se está convirtiendo en un dinosaurio, quería darle una despedida sincera a algo que tanto me ha dado. Para mí supone cerrar un relato, ya veremos lo que se manifiesta después.


-El amor es un elemento transversal a este disco, pero entendido como una idea que desborda al amor romántico más cliché, como un posicionamiento vital.
-Yo hablo de todo lo que lleva a la creación, que para mí es todo lo que está relacionado con el amor. Lo percibo como un concepto filosófico: el amor te lleva a cualquier tipo de virtud y te permite purificarte como persona. Lo contrario al amor es el miedo. Vivimos en una sociedad llena de miedos que nos acaban llevando a la división y al odio. De todas formas, debo decir que bajo las críticas al ‘amor romántico cliché’ muchas veces  se critica todo tipo de amor, ahí se hace un poco de trampa.

-La reivindicación del medio rural posee un papel relevante en tu carrera, sin concesiones bucólicas ni idealización alguna. Se habla de la vida lejos de los núcleos urbanos con toda su crudeza.
-De hecho, una forma de despreciar algo es considerarlo ideal y bucólico. La aldea te permite autogesionarte más, ser independiente, conocerte mejor como individuo y establecer conexiones más fuertes con otras personas. En la ciudad estas más condicionados por los edificios, las vallas publicitarias, los horarios de los trabajos asalariados y otro tipo de murallas que se establecen entre las personas. No creo que en el pueblo sea todo perfecto y en la ciudad todo un desastre, cada espacio tiene sus propios problemas, pero creo que el medio rural está completamente olvidado, sobre todo por el mundo de la cultura, por eso me parece interesante reivindicarlo un poco. Es una realidad más en la que se pueden establecer relaciones humanas más verdaderas, tanto buenas como malas. Es mucho más fácil mantener relaciones afectivas sólidas porque tienes más vínculos humanos, mientras que en la ciudad lo haces con esas entidades sobrenaturales que son las empresas. 

 -En alguna ocasión has confesado que no querías convertirte en el “el maldito oficial” del panorama musical, que pretendías huir de ese malditismo. ¿Hasta qué punto un personaje público corre el riesgo de ser absorbido por el mito que se crea a su alrededor?
-Eso depende de que el artista mantenga su independencia y su identidad, que sea capaz de transmitir su visión de los hechos. Yo no me considero maldito para nada, si los demás lo hacen, me da igual. Creo que es la única forma de no caer en ese relato.


-Para un artista, abordar cuestiones explícitamente políticas supone el riesgo de caer en el panfleto. ¿Cómo afrontas esta situación?
-Creo que es bastante fácil escapar de eso. Yo intento decir lo que quiero decir independientemente de quién me escuche. No quiero que piensen que tengo razón, no les ofrezco una solución, sino un interrogante. Acabas cayendo en el panfleto cuando no paras de intentar convencer al de enfrente y te obsesionas con hacer proselisitismo. Por eso, para mí, la política más electoralista se convierte en un panfleto. A mí, como me da igual que me voten  o que me vaya a ver más gente o menos. 

-¿Crees que en España se sigue viendo el folklore como algo rancio y anticuado o se está sabiendo rescatar la tradición?
-Creo que estamos en ello, para mí lo interesante es lo que el folklore tiene como telón de fondo:a actitud y la relación con lo público y la comunidad. Lo que no soporto es el folklore 'megaerudito', sobre todo en el escenario. Y creo que ahora se está abusando mucho de la recuperación del folklore para lucrarse, es como tirar del abuelo muerto para sacar tajada. Tenemos ante nosotros el reto de cómo renovar el folklore sin mancillarlo, la idea es no convertirlo en un objeto museístico que esté muerto o en una excusa para campañas de marketing  que te lleven a ganar más popularidad. El folklore no tiene que ver con nada de eso, sino con el esfuerzo del trabajo diario y el sentimiento de comunidad. En España, además, está el folklore sefardí, que me gusta mucho, y aborda la espiritualidad. En cualquier caso, la gran importancia de este género es que es una música que lleva viva miles de años y no está hecha par a ganar dinero ni para conseguir fama, sino que tiene otras funciones, eso es lo que más me interesa de ella. 

-Dejando a un lado a los grandes nombres de la industria, ¿hasta qué punto se ha infiltrado la precariedad en el panorama musical?
-La música es un oficio y yo me lo tomo como tal. Hay una gran brecha social y salarial en la música con una clase muy alta y otra muy baja, se ha eliminado a la clase media de los creadores. Es brutal la diferencia de cachés por actuar sobre un escenario. Yo sé que lo mío es tocar en sitios pequeños para pocas personas, ese es mi contexto. Quedarme abajo me da mucha libertad para decir lo que realmente tengo que decir y hacer lo que tengo que hacer decir sin que me importen las subvenciones públicas, en ese sentido, estoy muy cómodo. Vivo de gente a la que le gusta la música y tira de ella, esa gente que tiene una relación de amor con la música. Parece que si estás en el underground has fracasado, pero yo, cuando saqué un poco la cabeza de ahí, lo único que vi fue miseria y la posibilidad real de quedarme sin inspiración, sin canciones, sin trabajo y, por último, sin dinero. Hay muchos grupos de indie que en realidad lo que querían era fama y éxito, y han acabado en multinacionales, y eso está bien si es lo que deseaban, claro que sí. Hay otros que han asumido que para ellos la música es otra cosa y han tenido que hacer voto de pobreza, lo cuál tampoco es necesariamente negativo, pues permite vivir otras experiencias.


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