Como en la canción de Víctor Manuel y Ana Belén, corrían los años 80…y vino a dar una conferencia Adolfo Suárez a Valencia con su nuevo CDS y allí tuve la oportunidad de conocer a un joven abogado, liberal de pensamiento, palabra y obra, Francisco Puchol, convencido hasta la médula de la importancia del diálogo en una sociedad, la valenciana, demasiado dada a la polarización de posturas y poco dada al debate sosegado y argumentado.
A partir de ese momento, me convenció para entrar en el Club de Encuentro que en aquel momento presidía Manuel Broseta, un foro por el que tuve la oportunidad de conocer de su mano a personajes muy relevantes de la historia democrática española, y sobre todo a compartir junto con otro ilustre valenciano también desaparecido, Antonio Palomares, tertulias alrededor de una mesa en la que ambos fueron trasladándome los valores que han sustentado el club de opinión más importante de nuestra Comunidad, sin duda comparable al Siglo XXI de la capital.
Recuerdo un café con Francisco Puchol, Vicente Garrido y Manuel Broseta, en el propio club, días antes del asesinato del profesor a manos de los carniceros de ETA. Los tres destilaban con sus palabras los valores fundacionales de una institución de debate que daba lecciones de democracia en cada una de sus conferencias.
Y llegó el momento en que Paco dio un paso adelante, y presentó su candidatura a presidir ese club que él ayudó a fundar. Era un domingo de inicio de los 90 y recibí su llamada para ofrecerme estar con él en la directiva para sustituir a la que ya era alcaldesa de Valencia. Y a partir de ese momento hemos vivido más de 20 unidos por el cordón umbilical del club de sus amores.
Con Paco el club ha vivido los años más importantes de su historia. Gracias a él han desfilado por su sede todos los personajes púbicos que eran noticia nacional en cada momento. Me he sentido orgulloso de ser su vicepresidente durante más de una década, y más orgulloso aún de como defendió la independencia del club a pesar de las sugerentes ofertas recibidas de una bando y otro en diferentes épocas de su mandato.
Paco ha sido una buena persona en la versión más extensa de la palabra, una persona con muchos amores y muchos valores. Su primer amor era su familia sin duda, de la que hablaba con orgullo y afecto inmenso. Su segundo amor, el club, al que consideraba su tercer hijo. Su tercer amor, su profesión, por la que también ofreció grandes esfuerzos altruistas. Y su cuarto amor, que también nos unía, el mar, ese mar mediterráneo que lo ha envuelto en sus brazos para ofrecerle su última travesía por esta vida.
Y llegó ese momento del que todos huimos, que a todos nos cuesta afrontar, el momento de la despedida de un buen amigo, de una persona que ha dejado huella como buen capitán de barco que era, y no encuentro mejor manera de despedirme del amigo, con una bendición irlandesa que deseo le acompañe en la dulce eternidad que merece:
“Paco, que el viento te sople de espaldas, la lluvia riegue tus campos, el sol brille en tus ojos; y hasta que nos volvamos a ver, que Dios te tenga en la palma de su mano”.
Extraigo el título de la estrofa de la canción que sirve de himno para honrar a los caídos de las Fuerzas Armadas Españolas, porque esa frase me vino a la mente al pensar todas las enseñanzas y valores que nos dejan las tristes muertes de los últimos días