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VALÈNCIA. (EP) El Espacio Inestable de València acogerá, del 26 de abril al 12 de mayo, el último estreno de la Companyia Hongaresa de Teatre, Piedra y encrucijada, que plantea al espectador un juego metateatral entre la realidad y la ficción en el que Paco Zarzoso se interpreta a sí mismo.
La pieza está dirigida por el hijo de Zarzoso, Marcos Sproston, quien ya se hizo cargo de una versión breve en Cabanyal Íntim. Durante toda la obra se establece un juego teatral en el que una y otra vez se rompe la cuarta pared.
El protagonista del nuevo montaje de la Companyia Hongaresa de Teatre se llama Paco Zarzoso, nombre que comparte con el actor que lo interpreta y el autor del texto. Piedra y encrucijada es, en definitiva, una propuesta metateatral que juega con los límites entre realidad y ficción. El espectáculo supone "el mayor reto" afrontado por el fundador de la veterana formación de Puerto de Sagunto, según aseguran en un comunicado.
"Para mí lo importante era utilizar mi autobiografía para hablar de una persona frente a una encrucijada, pero con la intención de universalizar esa disyuntiva y que cualquier espectador pueda sentir mis tensiones como suyas. Creo que en ese juego ha ayudado el humor, porque ciertamente me pongo a los pies de los caballos, pero riéndome de mí mismo. El personaje tiene mucho que ver, para bien y para mal... conmigo", comparte el dramaturgo e intérprete.
Tanto es así, que ha ambientado la acción en un cruce de caminos en Aragón, porque esta región española tiene un peso fundamental en su vida. El padre de Zarzoso era de Sarrión, en Teruel. Y ese territorio le resulta muy evocador: "Es un lugar prácticamente vacío, pero muy cargado de elementos interesantes: el frente de Teruel, una vía muerta, la meca de la trufa negra, la arcadia de la bota de vino, la España vaciada..."
Se da la coincidencia de que en dos obras previas de Hongaresa, La piedra de la locura e Hilvanando cielos, también se dio relevancia a las rocas.
"Imagino que al ser un objeto prelógico, es fácil cargarlo de un gran valor simbólico. En este caso, el pedrusco parece hablarnos de la permanencia. La mayoría de las piedras nos preceden y nos sobrepasan temporalmente. Nos recuerdan nuestra vida efímera", aclara Zarzoso.
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