Hemos pasado unos años de cierre de locales culturales, edificios institucionales y hasta festivales. Algo no funciona o falla en nuestra política cultural
Comenzamos año y recorrido aunque como nos descuidemos no nos va a quedar nada, o apenas algo. Los establecimientos y comercios históricos cierran a la carrera en un mercado en el que la especulación y la franquicia están a la orden del día convirtiendo esta ciudad en una imagen de marcas de quita y pon. A ver dónde está esa promesa municipal de velar por su protección, supervivencia y conservación. Se nos caen o cerramos espacios culturales institucionales y privados sin atender razones u ocultando realidades a causa de una muy cuestionada gestión política. Hasta los festivales culturales que llenaron la ciudad de una supuesta cultura hiperactiva de neoprogreso, pero viviendo de la subvención pública se van, lo que se dice en el argot, al garete con ese recurso dialéctico y lagrimal que siempre se utiliza en torno al poco apoyo institucional. Lo de siempre, cuando el modelo es también fracaso de gestión privada pero con capital público. Lo que tenemos es el resultado de una gestión de lo público erróneo y desnortado, por ser finos y elegantes, en manos privadas. Alegría de gestión y subvención. Y luego abandono.
Lo que vivimos es la realidad y verdad de un proyecto de política cultural desconocido hasta por los propios responsables del gremio, que es como para preocuparse muy seriamente. Sin horizonte, programa y consecuentemente discurso. En ello estamos, nos cuenten lo que quieran contarnos.
Después de un una legislatura de supuesta reconversión y una segunda ya iniciada que debería de haber servido para relanzamiento de un programa, desconocido por cierto si es que ha existido en algún momento, lo que nos ofrece el momento es una realidad palpable y gris. Nada. Aún desconocemos a qué jugamos o por qué apostamos. Nos hemos quedado en una realidad política de más de lo mismo, aunque eso sí con otras caras. Nombrar cargos es lo sencillo, ofrecer alternativas lo complicado. En esas continuamos.
Eso sí, que no falte la foto institucional y promocional que a ella se apuntan todos a la carrera. Hasta el sector teatral lo reconocía hace unos meses: menos fotos y auto concesión de medallas y más autocrítica. Pero es a lo que jugaron, con lo cual cada uno tiene lo que se merece. Y eso que estaban avisados.
Así que pasamos de las barricadas de un poder que contentaba a los colectivos a base de subvenciones y gestos denominados café para todos, a las bajas en combate. No. No es problema de ausencia de iniciativas o de creencias sino más bien de modelo, la única verdad de este momento y decepción que atraviesa el sector cultural mientras los gastos de la Administración y el enchufismo continúa al alza. Más bien habría que hablar de ausencia de criterio. Lo sencillo era contentar a base de subvenciones y que los respectivos sectores hicieran una labor que era obligación de la Administración pública pero que pasaba a formar parte de su haber por autorizar el gasto. Y es una lástima. Porque de nuevo, el dinero hay ido a un fondo perdió. Antes era por cuestiones de despilfarro y ahora ha sido por contentar o comprar voluntades.
Leía hace unas semanas una entrevista a una de nuestras representantes institucionales en la que afirmaba que lo necesario sería un replanteamiento del plano de festivales y convocatorias culturales, demasiadas y tan mezcladas y repetitivas en su fondo que dispersaban la información y por supuesto la participación social, lo más o único objetivo a tener en cuenta.
Claro que hace falta una reordenación cultural. Pero como en otras ocasiones hemos denunciado habría que ver si nuestros gestores públicos son capaces o serían capaces de armar un discurso único, coherente y sostenible. Pero nadie dará su brazo a torcer porque lo único importante es figurar y conservar un poder ficticio de complacencia.
Esta conselleria de Cultura, diputación y ayuntamiento tienen un problema. De ideas y gestión. Vale, no roban, como justifican algunos, pero tampoco avanzan. Sólo reparten las migajas para tener voces calladas. Y como los cangrejos, vamos hacia atrás. Comenzando por un reparto de cargos no al más brillante sino al más necesitado políticamente o por cuota de poder. Y eso es como para hacérselo mirar. Así vamos y así nos va. A salto de mata.