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el muro / OPINIÓN

Palau de la ruina

Quien realmente va a salir perjudicado con el cierre del Palau de la Música, por una mala gestión en su mantenimiento, va a ser el aficionado que tendrá que deambular por diferentes espacios y en algunos casos sin garantías acústicas

28/07/2019 - 

VALÈNCIA. Casi un mes después de que las salas principales del Palau de la Música fueran clausuradas por desprendimientos consecutivos de sus techos, la concejala responsable del auditorio, Gloria Tello y el director del mismo, Vicent Ros, abandonaban al fin el lado oscuro para dar "explicaciones" -ya era hora- y confirmar lo que este diario adelantaba a comienzos de esta semana, esto es, el cierre del auditorio hasta nueva fecha. Como mínimo una temporada. Y que no sea más.

Era un asunto que se esperaba. Corría ya de boca en boca. Pero desde el Ayuntamiento de Valencia no se había dado la cara sobre este serio y preocupante suceso cuya gestión ha sido bastante decadente, por ser fino, empezando por el propio alcalde Joan Ribó que parece no darle importancia a nada que le pueda dar dolor de cabeza por muy serio que sea o le afecte. Está de perfil.

Este asunto, repito, muy mal gestionado y cuya gravedad ha sido silenciada demasiado tiempo, al fin, era puesto en conocimiento de melómanos, aficionados, músicos, personal y sociedad civil, que son quienes interesan de verdad por su seguridad personal y en pleno proceso de renovación de abonos. Son aficionados y sociedad civil quienes mantienen el coste del edificio, su financiación y resultan realmente afectados. No estos políticos y gestores despreocupados o sólo interesados en figurar y que parecen no estar en lo que hay que estar ni a la altura de sus responsabilidades.

Lo realmente importante no se queda libre de carga con decir, como ha hecho con complicidad la vice Sandra Gómez, Tello y Ros que todo está bajo control, que, en fin, cerramos un año y pondremos nuevas sillas y la programación se recolocará por otros escenarios. Como si con eso se hubiera solucionado todo.   

Glòria Tello, presidenta del Palau de la Música. Foto: KIKE TABERNER

No. La programación en este suceso, que en cualquier lugar del mundo hubiera supuesto una escabechina política de altura, es lo menos importante ya que en su caso afectaría a la Orquesta, cuyos emolumentos están garantizados como también los del resto del personal del auditorio -ya se habla por ahí de un posible ERE a causa de la reducción de trabajo- y a los agentes mediadores de una programación que ya casi ellos mismos confeccionan con alegría y buenos postres.

Pero no, lo importante son los aficionados que ahora van a ir de ruta durante muchos meses de un espacio a otro sin garantías acústicas en algunos casos para salvar temporada y contratos. Porque van a tener que deambular por el Palacio de Congresos, el Palau de les Arts, el Teatro Principal y hasta l’Almodí o  El Musical, cuya acústica es lo que es, si es que la tienen. 

Pero el alcance es mucho mayor porque hace saltar por el aire todos los compromisos de cesión o alquiler contraídos por el Palau de la Música durante muchos meses al no haber garantizado o vigilado un mantenimiento a todas luces cuestionable, por muchas excusas que nos quieran ofrecer para salvar el asiento. Insisto, quien sale perdiendo como siempre es el abonado porque muchos de esos escenarios propuestos como alternativa temporal tienen graves problemas de comunicación, por lo que habrá que diseñar alternativas de transporte a horas a veces intempestivas. Por tanto, Grezzi ya puedes ir pensando frecuencias para trasladar abonados durante el invierno y potenciando o modificando líneas de transporte públicos hacia espacios de compleja comunicación urbana y aparcamiento. El melómano del Palau, en su gran mayoría, no puede subirse a una bicicleta, por si te quedaban dudas.

En segundo lugar por el dolor de cabeza que va a suponer estar al tanto de dónde ir en cada caso o de saber de qué forma va a afectar a la Sociedad Filarmónica o los ciclos paralelos que se programan y los compromisos institucionales o privados ya establecidos que ahora se quedan en un limbo de complejo ajuste, incluidas las galas de las falleras mayores.

Pero si en realidad fuéramos consecuentes, igual hasta nos pondría venir bien el momento para abrir un proceso amplio de reflexión, que no se hará porque para eso hay que tener interés.

Me refiero a si no sería el momento de repensar para qué necesitamos dos orquestas y Les Arts mantiene muchos de sus espacios casi sin uso a lo largo de una temporada con lo que nos cuesta su mantenimiento. Porque esa es otra. ¿Quién pagará lo que cuesta abrir Les Arts con el pico que supone y el personal que se necesita, no sólo de sala sino de mantenimiento y seguridad? Estamos frente a un follón de dimensiones no consideradas por mucho que algunos/as crean que con trasladar una programación todo está resuelto. Ahora veremos de verdad la auténtica capacidad de gestión. 

Al menos espero que algunos/as hayan aprendido que los mantenimientos son imprescindibles y que gestionar un espacio cultural no consiste simplemente en fotografiarse con estrellas contratadas con dinero público para compartir en Redes Sociales y satisfacer vanidades, que es lo que parece que a algunos/as es lo único que les preocupa. Eso, y repartir invitaciones. 

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