VALÈNCIA.- Nació en Alberic, hace sesenta años. Jugó en el Valencia CF. Fue ejecutivo de una gran empresa industrial. Mantuvo una vida que tuvo que dejar. Montó el restaurante Askua. Ricardo Gadea llega puntual e impoluto a la entrevista. Traje, maletín. En él lleva un periódico. No pierde la costumbre de leer y analizar la información diaria. Tampoco ese tono de voz inconfundible, esa voz que tantas veces ha descolgado el teléfono para gestionar todas las pequeñas y significativas cosas que hacen de Askua lo que es: un reducto del producto de lujo.
Hemos quedado en un conocido establecimiento de Ruzafa y está cerrado. «No me lo esperaba. Estos hosteleros cada vez trabajan menos». El traje que viste es azul. Con camisa blanca y corbata amarilla. Un detalle veraniego, como el calzado: mocasines de ante. Por supuesto, sin calcetines. El termómetro marca 31ºC y estamos en las horas valle entre el desayuno y el almuerzo.
¿Quién es Ricardo Gadea según Ricardo Gadea? «Lo que pretende ser Ricardo Gadea, sin ningún género de dudas, es una buena persona. Creo que la inteligencia sin bondad no sirve. Quizás ese sea el mayor atributo del ser humano, la bondad, para con uno mismo y para con los demás. En el sentido estricto, soy una buena persona porque tengo esos valores que consideramos ‘viejunos’ pero que sin ellos una sociedad no puede funcionar. El valor de la ética, del esfuerzo, del trabajo, de la honestidad. Parece fácil, muchas veces lo damos por hecho, pero una cosa es lo que pensamos y otra lo que hacemos».
«Maestresala», así es como se refiere profesionalmente a sí mismo. «Tengo claro mi lugar en el mundo, me he dado cuenta de lo que soy: un buen maestresala; un buen camarero. Una persona que intenta hacer feliz a los demás, haciendo lo que a mí verdaderamente me gusta. Por eso puedo transmitir alegría y verdad. Si hiciera algo con lo que no estoy de acuerdo, hubiera dudado dos años en este negocio». Serenidad, consistencia.
* Lea el artículo íntegramente en el número 83 (septiembre 2021) de la revista Plaza