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Pasqual Herrero, Carmel Gradolí y un consenso intergeneracional: València debe dejar de crecer

La nueva entrega en la que profesionales de una misma área, pero generaciones distintas, cabalgan juntos. Los dos arquitectos valencianos se funden en una charla sin pausa

21/07/2018 - 

VALÈNCIA. Pasqual Herrero, en conjunto con El Fabricante de Espheras, y Carmel Gradolí con Gradolí&Sanz, forman parte de generaciones distintas conectadas por misiones conjuntas: replantear la ciudad más allá de axiomas preestablecidos.

Fue el más joven, Pasqual, quien llamó a Carmel para embarcarse en la universidad, donde ambos son profesores asociados. Sirve de punto de partida para disparar una charla que despunta y ya no acaba. Como un resorte, los dos sacan sus libretas de sus mochilas y se ponen a apuntar tal que en un debate sobre el estado de la nación (arquitectónica, claro).

Carmel Gradolí, 1961

Pasqual Herrero, 1984

Foto: KIKE TABERNER

Pasqual Herrero: Teníamos referentes comunes… Sobre todo obras pequeñitas hechas con mucho gusto que a los dos nos gustaban. Carmel me llamó cuando se estaba intentando revertir el Plan General, intentando plantear una propuesta alternativa por barrios. Nosotros en ese momento estábamos en el barrio de Benicalap.

Carmel Gradolí: Yo conocía a Pasqual y a El Fabricante de Espheras. Me gustó una cosa que vi de su trabajo en una exposición, un hotel en Vietnam. Mira estos chavales, pensé. Luego profundicé sobre su trabajo en elCasc de Villena.

Pasqual Herrero: El hotel de Vietnam era un concurso. Comenzamos a trabajar como grupo, como El Fabricante de Espheras, después de habernos conocido en la universidad y de dar algunas vueltas. Era 2009 y no había oportunidades, sobre todo si no tenías padrinos, e incluso teniéndolos… La única forma de trabajar era a través de concursos fuera de España. Fue un concurso de la embajada en Vietnam, intentando relacionar profesionales españoles allí. Nos aceptaron la propuesta. Teníamos que volar en semanas. Era momento de atreverse. Estuvimos cerca de un año.

Carmel Gradolí: Qué diferente a cuando acabé la carrera. Por inercia encontrabas trabajo. Los concursos también eran mejores, más abiertos, valorándose más la calidad. Ahora normalmente se adjudican a la baja, por eso se resienten mucho cualitativamente.

Foto: KIKE TABERNER

Pasqual Herrero: Cuando no hay un encargo, tú mismo te lo generas, pero siendo cosas muy directas para que todo el mundo entienda que es prioritario: paisaje, patrimonio… El aprendizaje fue que el arquitecto ya no es un profesional que espera en el despacho, sino que se convierte en un gestor de oportunidades, enterándose de las fuentes de financiación, formando parte de todo el proceso.

Carmel Gradolí: Y abrir el campo, conectar con muchos otros profesionales y superar los límites de la estricta arquitectura. Cuando yo acabé la arquitectura era o bien construir edificios o bien dedicarse al urbanismo o bien a la enseñanza. Ahora en cambio se ha ampliado mucho. Hay gente que se dedica a la participación y comparte su trabajo con gente que viene de las Bellas Artes, de la economía, de la sociología… Los trabajos se superponen. Se han roto los límites. El cambio es muy grande. Hoy hacer un proyecto con tu estudio solo, desde el principio hasta el final, es muy difícil,

Pasqual Herrero: Lo notamos mucho en proyectos como el Casc de Villena, este laboratorio social con el que hemos trabajado desde hace cinco años. Nos permitió trabajar con gente de educación social, de la geografía, de sociología… Que luego han formado parte de nuestro propio equipo. Ves en otros profesionales capacidades que tú no tienes.

Foto: KIKE TABERNER

Carmel Gradolí: Los saberes se han conectado mucho, ya no es difícil compartir un mismo lenguaje, no como antes que el arquitecto hablaba mal del aparejador y unos de otros.

Pasqual Herrero: Hemos dicho que la crisis fue un corte para los trabajos, pero también ha hecho mirar de forma diferente cómo trabajar. Una ciudad es una superposición de miradas, y esa crisis nos ha permitido a los jóvenes abarcar unas zonas de trabajo que durante mucho tiempo estuvieron abandonadas.

Carmel Gradolí: Mientras lo tienes todo fácil no te preocupas por cambiar porque todo va, pero las dificultades económicas han obligado a repensar. También es verdad que en términos de calidad de vida el retroceso ha sido muy grande. Vivimos peor y al mismo tiempo estamos más preparados para entender el mundo. Sin embargo ahí tienes a muchos de los agentes que causaron la crisis, volviendo a esperar su momento. A veces pienso que ha durado demasiado poco...

Pasqual Herrero: Es el aprendizaje de la crisis lo que ha sido demasiado efímero. En las escuelas (de arquitectura) no se está hablando lo suficiente de su efectos.

Carmel Gradolí: Y eso a pesar de que una de las profesiones más afectadas, más devaluadas, ha sido la nuestra. Del glamour, las estrellas de la arquitectura… de haber pocos a arquitectos se pasó a que había muchos y parecía una buena forma de vida. Pero todo aquello acabó y pasamos a ser parias, sin trabajo, muriéndose de hambre… y las escuelas llenas de arquitectos. A pesar de todo defiendo la arquitectura como aprendizaje porque es muy amplio, es técnico pero es humanístico, es práctico pero es artístico, tocas muchos palos de la realidad. Aunque no haya trabajo te permite buscarte la vida en otras áreas...

Pasqual Herrero: De todos estos años deberíamos aprender también sobre la diversidad de la ciudad. Que los arquitectos no son unos profesionales que gestionan bajo sus únicos criterios, sino todo lo contrario, que tienen que canalizar toda la diversidad de quienes viven, cuidar unos mínimos valores.

Carmel Gradolí: La arquitectura y el urbanismo sólo puedo funcionar si responde a las necesidades de la gente, a las de su entorno, no sólo dedicarse a mirar la resistencia del suelo.

Pasqual Herrero: Últimamente en la escuela estamos siendo críticos con la poca permeabilidad que tenemos de otros campos. No queremos que se entienda nuestra profesión con poner arquitecturas de manera ortodoxa y ya está, sino conectarse con otras disciplinas como robótica, sistemas de análisis de datos… Eso aporta respuestas sobre cómo será la arquitectura que tiene que venir, no sólo con la del pasado.

Carmel Gradolí: Para eso la universidad debe abrirse al mundo, abrir las puertas y traer el saber de fuera, si no acaba siendo una burbuja endogámica.

Pasqual Herrero: Nos enseñan valores, a ser apasionados, pero muchos estudios cobran 200 o 300 euros por trabajo y los arquitectos no pueden valerse por sí mismos. Es una cuestión de dignidad que debemos afrontar.

Carmel Gradolí: Parte del enseñamiento de arquitectura tiene que ver con las escalas, que es algo que pocas infraestructuras tienen. Poder estar pensando en cómo se clava la tachita en la madera y al mismo tiempo pensar en las infraestructuras y grandes vías; encontrar parte de esa continuidad entre escalas es algo muy propio de la arquitectura. Cuando diriges una obra te das cuenta que la visión global la suele llevar el arquitecto. Decía Mies que hacer un rascacielos es casi más fácil que una silla. 

Pasqual Herrero: Siguiendo con las escalas, el reto ante las ciudades es tener una visión global, con vinculaciones como las infraestructuras verdes, y luego la escala de las actuaciones micro, pero que no fueran microchapuzas, que aunque sean micro se lo crean y sean de calidad, tengan grandes inversiones.

Carmel Gradolí: Precisamente lo que le toca a València es hacer que las energías reviertan sobre la propia ciudad, frenar el crecimiento, porque tenemos una ciudad de muy mala calidad, los barrios están mal equipados, la urbanización es lamentable muchas veces. Son pequeñas actuaciones que globalmente mejorarían mucho la calidad general. Por ejemplo, conseguir que la ciudad baje su temperatura cambiando los pavimentos de asfalto por pavimentos drenantes. Eso sí es una inversión rentable que funciona al primer día. Hay que intentar que la ciudad invierta sobre la ciudad misma. València no necesita crecer, continúa con 60.000 habitajes vacíos. Crecimiento sostenible, se dice, pero es como un oxímoron, como inteligencia militar, como justicia española. El crecimiento tiene que parar en algún momento.

Pasqual Herrero: Me interesa el concepto de encontrarle las identidades a la ciudad y que todos nos encontremos cómodos con ella. Elementos como la huerta, hacerla comprensiva, más próxima; el eje verde río-mar, porque la ciudad funcionaría mucho mejor si no acabara el río en un tapón de infraestructuras; la movilidad metropolitana, que nos ocurra como cuando en Holanda entienden de qué van sus ciudades.

Foto: KIKE TABERNER

Carmel Gradolí: Carles Dolç, un arquitecto a quien admiramos, dice que València tiene cuatro cosas que la hacen singular: el mar, el río, el parque natural de l’Albufera i la huerta. Sobre el río, sobre el mar y sobre el parque natural se ha intervenido de forma positiva en los últimos tiempos, pero con la huerta la ciudad todavía no ha superado su fase de que cualquier melonar es un buen solar.

Pasqual Herrero: Se ha ido perdiendo la propia cultura de la ciudadanía con su propio territorio, es uno de los retos: cómo reconectar desde la identidad de cada barrio para que la ciudad tenga sentido, no sólo a nivel turístico.

Lo que más os gusta de la arquitectura 

Pasqual Herrero: Trabajo en colectivo, la capacidad de la arquitectura para influir de forma positiva transformando entornos de la realidad si se encaran de otra manera. Es un proceso que nos provoca mucha satisfacción. Como elCasc, el Palau-Castell de Betxí… comprobar cómo la gente se lo apropia.

Carmel Gradolí: Ver cómo la arquitectura produce un resultado.     Adquieres un conocimiento que te permite cambiar la realidad a mejor. Cuando acabas un proyecto sabes cosas que no sabías y has mejorado tu entorno, si lo haces bien, claro. Es muy scout, dejar un lugar mejor que cuando habías llegado.

Foto: KIKE TABERNER

Lo que menos gusta de la arquitectura

Pasqual Herrero: Llevamos menos años trabajando, cerca de diez, y posiblemente nos damos cuenta que los procesos arquitectónicos son muy largos, que lo más fácil es desconectar, pero acabas luchándolo en contra de decisiones políticas desafortunadas.

Carmel Gradolí: Es un trabajo que no está lo suficientemente bien pagado. Normalmente recibimos diez veces menos de lo que merecemos. El buen trabajo no está ni valorado ni reconocido. Los concursos a la baja están destruyendo la calidad.

Barrera generacional

Pasqual Herrero: Más que una barrera entre generaciones, es una cuestión de actitudes. Siempre hay profesionales de una generación más que te sirven de referencias y una generación menos que están muy distantes.

Carmel Gradolí: Están los jóvenes que lo que quieren es salir rápido y hacer pasta fácil, y eso ha existido toda la vida.

Pasqual Herrero: Es vital, eso sí, reivindicar a los arquitectos jóvenes, son un colectivo invisibilizado en la profesión, el Colegio de Arquitectos no sabe que existen ni representan las necesidades que ellos tienen.

Foto: KIKE TABERNER 

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