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la nave de los locos / OPINIÓN

De la patria de Cervantes

Foto: EFE

Milan Kundera, muerto en este julio que abrasa la vida, se declaraba heredero de Cervantes. Otro extranjero viene a descubrirnos la grandeza del autor del ‘Quijote’. Aquí, en cambio, sus libros se cubren de polvo.

24/07/2023 - 

En los primeros días de la espantosa campaña electoral, convocada por una mano cruel, murió el escritor Milan Kundera a los 94 años. Nacido en Brno, en la antigua Checoslovaquia, en 1929, fue una de las principales figuras literarias de la segunda mitad del siglo XX. El Gobierno de su país le retiró la nacionalidad por sus críticas al comunismo, reflejadas en libros como La broma. Tuvo que exiliarse a Francia y cambiar de lengua: sustituyó el checo por el francés. En los últimos años poco se supo de él. Había desaparecido de la escena pública. Murió sin el Nobel, lo que añade un mérito a su obra, a la vista de la degeneración del premio concedido por los suecos.

Estos días he leído El arte de la novela (Tusquets), en la que analiza la razón de ser de este género literario y explica las claves en el proceso de producción de su obra. De El arte de la novela, publicada inicialmente en 1986, destacaría la primera parte, un breve ensayo titulado La desprestigiada herencia de Cervantes.

El escritor Milan Kundera en su adultez. Foto: CONTACTO/EP

La admiración de Kundera por Cervantes estaba sólo dos peldaños por encima de la que sentía por Kafka, Sterne, Musil y Broch. Se reafirma en la idea extendida de que el autor del Quijote es el creador de la novela moderna. Cualidad que destaca de Cervantes es la ambigüedad, la descreencia de cualquier verdad absoluta, lo que el autor de La insoportable levedad del ser llama “la sabiduría de lo incierto”.

Novelas merecedoras del olvido

Cualquier novela considerada como tal es incompatible con el totalitarismo, dice Kundera, precisamente por la relatividad y esa ambigüedad con que trata las cosas humanas. Las novelas que se escriben al dictado de una ideología, animadas por la defensa de una causa, se hacen merecedoras del olvido. Y eso es lo que sucede ahora, que casi nada de lo que se publica—tantísimos libros que desean redimir al género humano, tanta cháchara bienintencionada— perdurará.

Sostiene Kundera que la novela es “la exploración de este ser olvidado” que es el hombre. Y añade: “La novela que no describe una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral”.

Estatua de Miguel de Cervantes en un parque.

Kundera, apartado del mundo en los últimos años, acogido a un exilio interior, contrapone las “simplificaciones y clichés” de los medios de comunicación con la complejidad de la novela. Si hay un futuro para ella, una mínima razón para contradecir a los agoreros que anuncian de nuevo su muerte, es que la novela avance “contra el progreso del mundo”. 

Kundera es enemigo del futuro y de sus cantos de sirena, obscenamente falsos. Acaba el ensayo de la siguiente manera: “Pero si el porvenir no representa un valor para mí, ¿a qué me siento ligado? ¿A Dios?, ¿a la patria?, ¿al pueblo?, ¿al individuo? Mi respuesta es tan ridícula como sincera: no me siento ligado a nada salvo a la desprestigiada herencia de Cervantes”.

La grandeza del fracasado Cervantes

“Cervantes se nos presenta como una gloria nacional, cuando es mucho más que eso, pero nadie lo lee” 

Extranjeros como Kundera han tenido que enseñarnos la grandeza del fracasado Cervantes. La universalidad del Quijote la descubrieron los ingleses en el siglo XVIII. Cervantes se nos presenta como una gloria nacional, cuando es mucho más que eso, pero nadie lo lee. En realidad, salvo una pandilla de viciosillos, nadie se acerca hoy a los clásicos.

Kundera, expulsado de su país y de su lengua, se declara heredero de la patria cervantina. A un lado del camino fue dejando, abandonadas, la religión, la política, el nacionalismo y otros sonajeros con los que se entretiene a los niños adultos.

Varias personas miran libros en una caseta de la Fira del Llibre de Valencia 2023. Foto: ROBER SOLSONA/EP

Queda Cervantes, quedan Alonso Quijano y Sancho Panza, como última tabla de salvación cuando nos hemos desprendido de esas falsas verdades para darle inútilmente un sentido a nuestras vidas precarias.

Yo también me declaro, con orgullo manifiesto, heredero del fracasado Cervantes, y hago de la lectura de su obra la única manifestación de patriotismo que me sobrevive a tanto desengaño que, no por esperado, duele menos.           

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