El músico catalán presenta Life vest under your seat, su disco más positivo
VALÈNCIA. Pau Vallvé se reformuló en 2014, con una huida hacia delante: dejó la ciudad, compuso un disco y se lo autogestionó de principio al fin. Su proyecto musical ha crecido mucho desde entonces, pero parte de una base sólida: sus canciones son tan carismáticas escuchadas en casa que en un directo. Con todo esto, Vallvé ha empezado hace unas semanas la que será una larga gira de presentación de su último disco Life vest under your seat (2019), y parará este jueves por la noche en Loco Club. Antes, el músico catalán responde a las preguntas de Culturplaza.
- Desde Pels dies bons (2014), tus discos se han vuelto mucho más conceptuales. ¿En torno a qué gira este disco?
- Siempre hago discos de la misma manera porque no sé inventarme historias y siempre hago discos hablando de las cosas que vivo y que me remueven. Lo que hace diferente cada disco mío son las experiencias que vivo y que van cambiando. Que los acaba enfocando de una manera u otra es una sorpresa. Este último disco suena mucho más optimista porque a mi entorno, a la gente que quiero, han estado mal y les ha ocurrido cosas que ha provocado que tenga que ser yo quién arrime el hombre y que escuche sus problemas. El no mirar tanto mis problemas y centrarme en animar me ha hecho alejarme del incendio, y eso me ha hecho -de alguna manera- reconciliarme con mis discos anteriores.
- Autoeditarse significa que el proceso creativo conlleve hacer muchas cosas no musicales, ¿cómo lo llevas?
- Autoeditarme no fue una decisión política, sino que me la encontré. Llevaba tres discos fracasando, en los que desde fuera parecía que iba bien, pero con cada trabajo que lanzaba, perdía dinero y eso hacía que en vez de dedicarme a la música me tuviera que buscar otros trabajos. Eso hizo que decidiera dejar la música, a pesar de que no me apetecía. Lo que pasó es que a los pocos meses ya tenía un nuevo disco compuesto.
No me apetecía volver a la dinámica de managers, discográficas y todo ese mundillo. No quería que mi música se tratara solo como un producto. Así que decidí autoproducir y hasta empaquetar personalmente los discos, pensando que vendería unos 50 o 60. Acabaron siendo 2500, y comprendí que se podía hacer de otra manera. Siendo este el tercer disco que me autogestiono, estoy encantado: es muy complicado, pero es un lujo poder hacer lo que más te gusta. De hecho, el proyecto se ha ido haciendo grande y he tenido que empezar a delegar algunas cosas, como el envío de los discos o la gestión de los conciertos.
- Hace unas semanas, Joan Pons (El petit de cal eril) contaba en una entrevista a este diario que, al apostar por dedicarse a la música, se obligaba a sacar discos cada menos tiempo y a hacer muchos más conciertos, ¿la necesidades comerciales de la música no acaba desnaturalizando algo el hecho creativo?
- La música que hago yo no es muy popular, porque es muy intimista, tiene un sonido muy concreto y además, es en catalán, que acota mucho más el público. Cuando pensaba en volver a la música sabía que tenía tres opciones para poder vivir de ella: la primera, hacer música mucho más comercial y más fácil; la segunda, cambiar de idioma para poder llegar a mucho más público; y la tercera, en vez de aumentar ingresos, reducir los gastos de distribuidoras, managers, estudios, gestión de derechos, maquetación... Yo tenía claro que con la única con la que me sentiría cómodo sería la tercera, la de quitar intermediarios. Y aunque ha costado, ahora es cuando estoy viviendo de la música, que era mi objetivo.
- Hablemos de tu música. Tus canciones cuentan con un gran peso instrumental, algo que no es tendencia pop...
- Sí, porque yo en realidad soy batería; ni cantante, ni guitarrista. Me siento mucho más músico que letrista y en mis canciones se nota que mi campo es el musical. Yo entiendo mis discos casi como una autoterapia: hago la música que me gustaría escuchar. Y los grupos que más he escuchado son sobre todo anglosajones, donde no me importaba o no entendía lo que querían contar.
- También produces bandas sonoras, y la verdad es que la línea entre tus propias composiciones y las que haces para el cine queda muy difusa. ¿Dónde la sitúas tú?
- Mis discos no me los planteo como un reto musical. Las canciones pueden ser sencillas, sin fuegos artificiales, no tienen porque ser una poesía. Sin embargo, las bandas sonoras son un encargo donde sí tengo que enseñar todo de lo que soy capaz, intentando además crear algo que transmita lo que el director quiera en la película. Hay que exprimirse más la cabeza para hacer justicia a la mirada del que te encarga la banda sonora.
- Temáticamente, destaca que en tus letras haya un marcado sentido político, normalmente tratado con ironía, que has heredado de uno de tus anteriores proyectos musicales, Estanislau Verdet...
- La verdad es que no me planteo qué piensa la gente de mi música. Yo tengo una familia que políticamente siempre ha estado muy implicada, y yo he estado concienciado con el asociacionismo desde muy joven, desde las protestas antiglobalización de la década de los 90. Siendo así y hablando en mi música sobre mí, sería raro que no me definiera también políticamente. Es verdad que en los géneros que no se conciben como explícitamente reinvindicativos, lo normal es que los músicos no se mojan, pero al final, ¿qué es implicarse políticamente? ¿Por qué cuándo critico al rey es un acto político pero cuando lo hago al machito que se sobrepasa no? Si no lo haces con el puño en alto, parece que no estás siendo reivindicativo.
- ¿Qué esperas de la gente en tus conciertos?
- Como ya te he dicho, hago los discos que me gusta escuchar, pero cuando pienso en trasladarlos en directo, pasa todo lo contrario. en un concierto hay que pensar en que la gente cante tus canciones, se lo pase bien, escuche las canciones que les gusta de ti... Además, odio el hecho de tener a la gente por debajo mío, porque no me siento por encima de nadie. Estar sobre un escenario me otorga una responsabilidad que no cómoda. Por eso hablo tanto y en cuanto acaba el concierto me bajo para encontrarme con la gente. Con todo esto, creo que he acabado teniendo un público que me cae muy bien, y eso también atrae a la gente a venir a mis conciertos, saber que se van a encontrar con alguien que es como ellos.
- En tus giras, que suelen ser largas, combinas conciertos muy íntimos con bolos en salas de conciertos o incluso festivales, ¿qué te interesa más?
- En realidad, voy necesitando unos u otros. Cuando llevo 90 conciertos en salas, con humos, luces y altavoces, el cuerpo me pide hacer conciertos pequeños en comedores, como la gira de 15 conciertos en 15 ciudades que hice en 15 días, durmiendo en los sofás de mis invitados y cantando delante de gente que no sabía catalán... Me gusta en vez de guiar mis proyectos, sean ellos los que me lleven a lugares que no son cómodos, que sean un reto, sin hacer estudios de mercado, aunque suponga un esfuerzo hacerlo.
- Tu música reivindica la pausa frente a la rapidez de nuestros tiempos, ¿cómo gestionas este mundo que nos rodea?
- En realidad, yo creo que lo sano es tener una combinación de las dos cosas. Cuando decidí dejar la ciudad y recluirme en el campo, la nueva vida me duró un año y medio. La pausa y la calma son necesarias, pero también debemos saber que los que somos de ciudad, somos de donde somos y vivimos en la época en la que vivimos. Lo que no podemos es dejarnos ahogar, que el mundo no pase por encima sin tener ningún espacio para la reflexión. Los tuits son muy gratificantes a corto plazo, mola mucho la actividad y el estímulo, sí, pero también debería haber espacio para parar y pensar en aquello que nos rodea.
El power dúo gallego presentará su tercer LP, Maleza, el próximo 10 de febrero en la sala 16 Toneladas. Les acompaña la banda de metalcore valenciana Diàspora, que también estrena disco, Despertar o morir