Primero fueron los esclavos. Pero estaban poco motivados y daban problemas, así que los señores decidieron liberarlos y convertirlos en vasallos. Ahora sois libres: venga, id a hacer el mismo trabajo. Como sus amos no les daban de comer (pues ya no les pertenecían) y además pagaban muchos impuestos, a veces comían menos que antes. Pero eran libres, eso sí. Poco a poco se acabó con eso de los amos y los esclavos. Todos trabajaban y nadie mandaba. Bueno, si, el Estado. El sistema. Nadie en concreto. El pueblo. Eso dijeron. Las leyes, la policía, Hacienda que somos todos. Ya no eras vasallo, eras ciudadano y cumplías las obligaciones del Estado (o de las eléctricas, las petroleras y los bancos que pagaban al Estado, pero shhhh!…). Entonces llegó la New Age y nos dijo que podíamos curar el cáncer con meditación positiva. Y Paulo Coelho nos enseñó a desarrollar todas nuestras potencialidades para ser mejores: los mejores. Sé quien quieras ser. Quieres algo: cógelo. El libro El secreto dice que tú puedes. El coucher de turno afirma que si no, es que no lo deseas tanto. Tú sabrás. Las tazas de Mr. Wonderful en nuestra mesa gritando que es tan fácil ser feliz solo con desearlo y Ciudadanos hablando del emprendedor y el sueño americano. Tú problema ya no es el amo, ni el señor, ni el sistema. Tu problema eres tú. Y si fracasas, fracasas tú. Y si no eres Amancio Ortega es porque eres gilipollas y no te esfuerzas y no eres listo y se te ocurrió nacer en un barrio de mierda, perdedor.
Y aquí estamos hoy. Paulo Coelho conduce una bici con la cesta amarilla de Glovo. Cobra una mierda y no tiene ni contrato. Lo último en contratos: ¡no contratarte! Economía colaborativa lo llaman. Mr. Wonderful acaba de ser fichado por Amazon Flex. Es falso autónomo, así que es su propio jefe. El colmo de la libertad tener al jefe dentro, ¿eh? ¿O el colmo de la jaula? Minijobs para que no te agobies trabajando mucho. Salario emocional: flexibilidad, conciliación, buen ambiente. Dinero no demasiado, pero, ¿quién quiere dinero? Lo que importa es el pensamiento positivo. El dinero no da la felicidad. Y, además, igual si no has triunfado es porque eres un tonto. O un inútil. Porque tú eres el único responsable de tu destino: no la cuenta bancaria de tu familia o el recorte en becas y ayudas. El sistema es perfecto. El Estado es perfecto. Todo funciona de maravilla pero no te esfuerzas lo suficiente. Eso dicen los banqueros y los grandes empresarios. Y los hijos de papá que nacen con un piso y un enchufe debajo del brazo. Que la pobreza no es causa: es consecuencia. El sistema es absolutamente perfecto: los pobres son pobres por pereza, por desidia, por tontuna. Los ricos son ricos porque se lo merecen, claro que sí. Si los pobres quieren puestos ejecutivos, que estudien un máster en USA y tengan un tío que los coloque. ¿A qué esperan los muy losers?
Y mientras tanto las novelas, las películas, las series, la televisión nos siguen dando ejemplos de héroes. Héroes solitarios que se superan, que vencen sus miedos, que quieren y al final pueden. Narrativas que nos dicen que el individuo es la clave. Que el empeño personal hace avanzar la sociedad. Y apenas narrativas donde es la unión la que hace la fuerza. Donde los lazos sociales y la colaboración entre iguales cambia el mundo. V de Vendetta, por ejemplo: el Fuenteovejuna de nuestra época. Y el 15M, entre otros movimientos en red, la utilizó como modelo conceptual e incluso estético (Anonymous). ¿Por qué no hay más modelos, más ficciones donde se hable del poder del tejido social, del poder de la cooperación, del poder del grupo? El capitalismo y su rollo del emprendedor y autoexplotador nos han culpabilizado a nosotros de nuestros fracasos (quitando culpa al sistema) y nos han obligado a competir entre iguales para hacernos débiles. Porque desunidos somos más débiles. Y cada vez está más claro que necesitamos nuevas narraciones que amplíen el terreno de lo que creemos posible más allá del héroe que viene a caballo por el horizonte: el grupo como fuerza de cambio. Más narraciones que muestren caminos alternativos, más cooperativos y sociales, como El comité de la noche (Belén Gopegui), Ensayo sobre la lucidez (José Saramago), Factbook (Diego Sánchez Aguilar), Nadia (Robert Juan-Cantavella) o la serie Mr. Robot que nos hagan creer que juntos podemos cambiar las injusticias del sistema. Porque si pensamos que la vida es un sálvese quien pueda, una criba darwiniana entre ejemplares de mono sin pelo, entonces hemos perdido: como sociedad y como homo sapiens.