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la opinión publicada / OPINIÓN

¿Perder La Moncloa primero para perder el resto después?

16/02/2019 - 

El adelanto electoral de Pedro Sánchez, al 28 de abril, ha pillado a muchos a contrapié. Entre otros, a este columnista, que en su (re)estreno en Valencia Plaza apostaba por una estrategia basada en resistir y esperar a que pasasen las elecciones autonómicas y municipales del 26 de mayo, y luego ya veríamos. En cambio, la conjunción de dos factores (la manifestación de las tres derechas en Colón y el rechazo de los Presupuestos) ha llevado a Sánchez a virar por completo en su planteamiento, y adelantar las elecciones, forzando artificiosamente una convocatoria electoral anterior a la ya prevista de Elecciones Municipales, Europeas y Autonómicas, un mes después.

El motivo, naturalmente, no es singularizar las Elecciones Generales como unos comicios específicos, con su propia lógica (que podría ser una razón válida), sino la conveniencia electoral del presidente y su partido. Sánchez convoca el 28 de abril porque, a la vista de la ruptura con los independentistas (y, sobre todo, de que las negociaciones con los independentistas, en la situación actual y con el juicio del 1-O de por medio, son electoralmente tóxicas para el PSOE) y del rechazo de los Presupuestos, resultaba impresentable pretender mantenerse un año más en el poder a golpe de decreto ley, y con los Presupuestos de 2018 (aprobados por Rajoy) prorrogados. ¿Más impresentable que ganar una moción de censura con el pretexto de echar a Rajoy y convocar elecciones para, justo después, asentarse en el sillón monclovita y atrincherarse en él todo lo que fuera posible? Sí: aún más impresentable.

Pero no crean que Sánchez hace esto por vergüenza (¡nada más lejano de mi intención acusar de algo así al presidente del Gobierno, o a cualquiera de los otros líderes de partidos nacionales que nos han caído en desgracia!). Lo hace porque cree que le beneficia. Y esa es la pregunta que voy a intentar responder aquí: ¿le beneficia el adelanto electoral al PSOE? ¿Y en qué le beneficia?

Ahora mismo, las encuestas, todas ellas, incluso la del CIS (si la recocinamos para quitarle los aromas guerristas que les imprime Tezanos para convertir las cifras en un slogan propagandístico de su partido), dejan claro que el trío de las derechas está al borde de la mayoría absoluta no sólo en escaños, sino también en votos. También dejan claro que el PSOE será el partido más votado, aunque sea con un 25% de los votos. Es una situación similar a la que tuvimos en 2015, cuando el PP ganó las elecciones con un pésimo resultado (28% de los votos, 123 escaños), Rajoy se resignó a perder el poder... y las elecciones se repitieron.

Los asesores de Sánchez miran fascinados a la manifestación de Colón, que fue un señalado fracaso, y sobre todo a la foto de Rivera con Abascal. Piensan que los votantes de Ciudadanos van a castigar a Rivera por esa vinculación con Vox y que mucha gente de centro liberal acabará votando al PSOE como única opción viable, teniendo en cuenta que Pablo Casado sigue subido al monte, del que no se ha bajado ni un minuto desde que logró ser elegido como nuevo líder del PP. Vox tira de la derecha y deja espacio en el centro... Por otro lado, en el equipo de Sánchez piensan que los votantes del PSOE que asistían atónitos a las negociaciones con los independentistas irán a votar en masa al partido ahora que Sánchez ha roto con ellos. Votar a Sánchez para que, junto con Podemos y los independentistas, logren forjar una nueva mayoría de Gobierno que le aúpe al poder cuatro años más.

Foto: EFE

Es decir, exactamente igual que ahora, pero con una mejor posición relativa del PSOE, que se beneficiaría del voto del miedo a la derecha, estrategia que los socialistas y sus adláteres llevan desplegando por tierra, mar y aire desde que se rechazaron "los Presupuestos más sociales de la historia", como los denominan enfáticamente.

Es fácil ver las costuras de este planteamiento. Se supone que el mismo problema (la unidad de España y el enfrentamiento con los independentistas) que no ha logrado movilizar a las masas en Colón será suficiente para enardecer a los votantes socialistas, excitados por la amenaza fantasma de Colón, a la par que satisfechos por la firmeza del presidente Sánchez contra los independentistas en los que se pretende apoyar para su nueva investidura.

La estrategia del equipo de Sánchez, si el objetivo es preservar el poder, se llama "autoengaño". Ya pudimos ver la enorme capacidad de autoengaño y percepción distorsionada de la realidad que aqueja al equipo de la Moncloa en los meses previos a las elecciones andaluzas de diciembre. Durante todo ese período, desde La Moncloa se deslizaban continuas soflamas sobre cómo el PP se estaba hundiendo en la miseria y Vox era lo mejor que le podía pasar a la izquierda (porque dividía el voto de la derecha y lo rentabilizaba peor). Mientras tanto, los ciudadanos, entusiasmados con el buen hacer del presidente Sánchez y su Gobierno, cada vez apoyaban más su proyecto, cualquiera que fuera éste, además de sacar continuos decretos ley y enterrar y desenterrar periódicamente a Franco, según las necesidades del momento. Luego llegó el 2 de diciembre: Elecciones Andaluzas. Y ya saben todos ustedes lo que pasó.

En estos momentos, y viendo lo que dicen las encuestas y -sobre todo- lo sucedido en Andalucía, la división del voto de la derecha no se da en grado suficiente para que a Sánchez le salgan las cuentas. Hablamos de diez puntos de diferencia, o más, entre PSOE y Podemos, por un lado, y PP-Cs-Vox, por otro. Con todo, lo peor de esta bipolarización para Sánchez es que el trío de las derechas estaría en cifras que bordearían el 50% de los votos. Y por mucho que haya un plus al ganador de las elecciones (que sería el PSOE), es muy dudoso que un 49% o 50% de los votos no se traduzca al menos en 175 diputados (sumen a los de las tres derechas el de Coalición Canaria). Entre otros factores, porque los partidos conservadores, y sobre todo el más pequeño, Vox, obtendrán mejores resultados en las circunscripciones más pequeñas, que en su mayoría son distritos rurales de la España interior.

Dígame, estimado asesor de Sánchez que desea por encima de todo el progreso social (por no hablar de mantener la nómina de asesor unos meses más): ¿podría decir, con el corazón en la mano, que, si hay tres escaños que repartir en Ávila, o Teruel, o Segovia, uno de esos tres escaños no será para Vox? Y no hablemos de las circunscripciones que repartan cuatro o cinco escaños. En Vox deben andar a codazos por hacerse con el número uno de la lista por Burgos (cuatro escaños) o por Toledo (seis). ¡Acta de diputado asegurada!

En resumen: este adelanto se basa en razones (la ruptura con los independentistas, la imagen de unidad en Colón del centroderecha con la extrema derecha) que son coyunturales, contradictorias, e insuficientes para revertir la situación actual. Es verdad que habrá movilización de la izquierda ante el miedo a Vox; es verdad que Ciudadanos puede perder apoyos (a derecha y a izquierda) por su desubicación actual; y es verdad que el PSOE, muy probablemente, será el partido más votado. Pero con los datos actuales mucho han de cambiar las cosas para evitar que las tres derechas sumen lo suficiente para gobernar. Y queda muy poco tiempo para remontar la situación, porque así lo ha dispuesto el propio presidente del Gobierno.

Otra cosa será que Ciudadanos pacte con Vox y PP a nivel nacional, porque eso sí que son palabras mayores. Pero, en ausencia de la mayoría por la que suspiran diariamente los socialistas (PSOE + Ciudadanos), hoy bastante improbable, al final puede ser la única combinación viable y lógica. Más lógica, en todo caso, que PSOE+Podemos+independentistas, que sólo podía funcionar en la situación actual en términos negativos: contra Rajoy. Es decir, como funcionó el año pasado en la moción de censura.

Todo lo cual es muy malo para el PSOE en su conjunto, sobre todo porque la derrota en abril puede prefigurar otra derrota en mayo. Perder en abril quizás exacerbe el miedo a la derecha, pero por otro lado hará que algunos votantes se desmovilicen, desanimados por la derrota, o que cambien de bando, subiéndose al carro del ganador.

Así, el desastre socialista puede ser completo... ¡Salvo para Pedro Sánchez! El ahora presidente podrá seguir en el sillón cuatro años más, como jefe de la oposición y del partido más votado, hablando de nefastos pactos de perdedores y esperando pacientemente a que, en 2027, quién sabe incluso si en 2023, cuando España entera arda de resultas del Gobierno Casado-Abascal (¿a que da miedo sólo de leerlo, amable lector de izquierda o de centro? ¿A que no le confiarían ni la gestión de su comunidad de vecinos?), los votantes se sumen en masa al proyecto de Pedro Sánchez, aunque no tenga proyecto alguno, sólo por el recuerdo de esos hermosos meses, de mayo de 2018 a mayo de 2019, en los que no vivieron en sus carnes los efectos del nacionalcatolicismo gobernante en pleno siglo XXI.

Pero a nadie se le escapa, finalmente, que, aunque así fuera, el adelanto electoral es un error. Un superdomingo en mayo habría incentivado más la participación y tal vez habrían salvado los muebles, en lugar de perder primero para perder después, que es lo que -hoy por hoy- parece más probable que suceda.

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