TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Perdón por intentarlo

7/11/2019 - 

Nuestra sociedad se enfrenta a un número creciente de desafíos complejos e interconectados, desde la desigualdad y la desaceleración económica hasta la emergencia climática, las tensiones geopolíticas y la cuarta revolución industrial. En el contexto de la globalización, se han conseguido objetivos históricos en la reducción de la pobreza global, pero para muchas personas es una era de incertidumbre e inseguridad. Cada vez es más evidente que el cambio es necesario y que necesitamos nuevas formas de globalización que respondan a esta inseguridad, implementando nuevos enfoques para una variedad de temas: desde el cambio climático al comercio, impuestos, migración y humanitarismo.

Para construir sentido de seguridad, credibilidad y confianza en un mundo en acelerado cambio y globalización hay que minimizar los riesgos de exclusión, generar expectativas reales y satisfactorias desde un nuevo compromiso y contrato social hacia un renovado estado de bienestar. Para hacer frente a tales desafíos hay que volver a poner el futuro en la agenda política y también en la de las empresas, administraciones públicas y particulares. Un futuro sostenible que se concreta en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que establecen una agenda global para el año 2030 en la que todos estamos implicados. 

Probablemente, el cumplimiento de la Agenda 2030 suponga el mayor reto de nuestra sociedad y por ende de nuestras administraciones. No en vano, los ODS estipulan una serie de retos que afectan a toda la sociedad en todas sus dimensiones, y se espera un impulso claro por parte de los gobiernos para ayudar a su consecución. Afortunadamente, el primer paso ya se está dando, y tras varios años empieza a ser sencillo identificar una vinculación directa entre las agendas políticas y los ODS.

Sin embargo, la coyuntura actual exige avanzar de los ideales a los hechos. La sociedad civil y el mundo empresarial está actuando con cada vez mayor clarividencia, tanto en el plano individual como en el colectivo y en el asociativismo, pero: ¿Qué rol debemos esperar de nuestras administraciones? Dos realidades deben ser expuestas antes de debatir una respuesta. 

Por un lado, la megalítica estructura de la administración pública resultante de la suma de todos sus niveles se está yendo para ya no volver. Para el 2030 se calcula que hasta el 30% de las plazas actuales en función pública no sean repuestas, o, dicho de otro modo, la administración dispondrá de menos medios humanos directos para ejercer sus funciones. 

De otro lado, en las últimas cuatro décadas, el número de egresados por año en las universidades españolas se ha más que triplicado, lo que supone que el nivel de estudios de la sociedad es en la actualidad significativamente más elevado que en los 80. A esto hay que sumarle el hecho de que en el escenario temporal con el que nos comparamos, uno de los principales destinos de los currículums más talantosos era el cuerpo funcionarial, y sin embargo hoy en día existe un desapego hacia dicha trayectoria profesional. 

Conjugando ambas realidades, una reflexión trivial nos hace concluir que la administración cada vez va a disponer de menos capacidad para prestar servicios a una sociedad cada vez más formada, más exigente y crítica, y que a su vez se le compara con un sector empresarial que atrae el mejor talento que emerge de nuestro circuito educativo, todo ello enmarcado en la revolución industrial más rápida de nuestra historia, la revolución digital. Mientras las administraciones se encuentran en fase de restructuración para adaptarse a dicha coyuntura, las empresas están avanzando a ritmos extraordinarios nunca antes vistos.

Con todo ello, nos debemos hacer una seria pregunta ¿Debe la administración liderar los cambios necesarios para cumplir con la Agenda 2030? ¿Va a estar capacitada para ello? Hace unas décadas habríamos contestado con un rotundo sí, pero en este momento la respuesta no es nada obvia.

En este punto pido perdón por lanzar una crítica generalizada, pero creo honestamente que no estamos trabajando de manera correcta las relaciones entre lo público y lo privado salvo honrosas excepciones. Los gobiernos están haciendo bandera de los ODS, pero en gran medida con proclamas bajas de contenido. Vivir en un eterno contexto electoral causa este tipo de disfunciones. De otro lado, las empresas y la ciudadanía están exhibiendo un alto nivel de conciencia, pero que se convierte en complacencia a la espera de que sean las administraciones las que les allanen el camino. Como reza el dicho, la casa por barrer, y en este caso, el camino por hacer.

Tech for Good - La tecnología es una herramienta poderosa para generar cambios positivos si así queremos que sean

No me atrevo a dar una respuesta sobre quién debe o no debe liderar la Agenda 2030, ya que los ODS van de alianzas y no de personalismos. Sin embargo, pido perdón si suena pretencioso, pero, si alguna afirmación contundente me atrevo a dar, es que el adecuado uso de la adecuada tecnología es sin lugar a duda el mayor acelerador que existe para alcanzar las metas que todos nos hemos marcado.

Desde everis estamos convencidos que la transformación digital, por su capacidad generadora de oportunidades, es una herramienta fundamental para alcanzar las metas de los ODS.  Y para ello se deben desarrollar, de manera afectiva y concreta, las alianzas del Objetivo 17. El contexto presentado nos plantea un escenario en que se necesita una cooperación entre administración y empresa para construir estrategias, diseñar políticas e implantar servicios que maximicen las capacidades de las tecnologías digitales y que deriven en servicios públicos modernos, ágiles, eficientes y eficaces.

Los gobiernos deben tomar conciencia de la necesidad de construir una relación de confianza recíproca entre innovación tecnológica, empresas y personas, ejerciendo su insustituible rol para resolver el conflicto entre valores y tecnología invocando al interés general. La administración no pueda, ni debe, innovar al ritmo que lo hacen las empresas, institutos tecnológicos, hubs de innovación, etc., lo cual les priva de la capacidad de ser los impulsores de ciertos cambios. Pero tampoco ello debe suponer un freno a la innovación. El sector productivo es talentoso, y creará soluciones que nos ayuden a alcanzar nuestros objetivos. Y la administración deberá facilitar, coparticipar, analizar, entender lo que ocurre, y regular si por el uso inadecuado de las nuevas tecnologías surgen desigualdades. Deben por tanto repensar su rol frente al creciente impacto social y económico que la acelerada evolución tecnológica está generando, más como garante de una sociedad digital igualitaria que como referente innovador.

Definir un escenario para fomentar el cambio

Si se establece un óptimo escenario de fomento de las TIC y la innovación, dispondremos de administraciones más ágiles y digitales para acompañar a la vertiginosa revolución tecnológica, lo que requiere de una actuación desde lo público que vertebre las fortalezas sociales y articule las políticas públicas, cuyos ejes principales deben ser:

  1. Impulsar las tecnologías digitales como movilizadoras del cambio y la transformación.
  2. Crear un entorno seguro y confiable, empoderar a la sociedad en el uso de las tecnologías digitales promoviendo un marco ético y regulador adecuado.
  3. Impulsar el sistema de innovación.
  4. Reforzar la cultura y el liderazgo digital.

Si conseguimos disponer de este marco de políticas públicas digitales integrado, conseguiremos entre todos aplicar la tecnológica de manera eficiente a la mejora del sistema educativo, al consumo responsable, a la industria disruptiva, a la justicia ágil, a la transición energética, la economía de los cuidados y el estado de bienestar, a la tecnificación de las políticas activas de empleo o al fomento de nuevos modelos de emprendimiento. Es decir, conseguiremos ser más rápidos en cumplir los ODS. Pido perdón por el pesimismo, pero me temo que, sin un buen uso de la tecnológica, no cumpliremos la Agenda 2030.

En el día de las Naciones Unidas, donde se conmemoró el aniversario de la entrada en vigor en 1945 de la Carta de las Naciones Unidas a través de una jornada celebrada en Valencia, se lanzó desde la tribuna una pregunta a los asistentes sobre quiénes confiaban en que las metas de los ODS eran alcanzables para el 2030. La respuesta a mano alzada fue desoladora, mas aún provenientes las respuestas de un colectivo de profesionales, personas, administraciones, empresas, ONGDs, etc. altamente comprometidos con esta agenda. 

La Agenda 2030 es sin lugar a duda ambiciosa, compleja, amplia, no depende de una persona, ni de un colectivo, ni siquiera de un único estado. Hay muchos intereses que alinear, lo que la hace difícil de per se. Sin embargo, en contraposición a ello podemos hacerla más sencilla y alcanzable a través del buen uso de la tecnología.   

Sumemos esfuerzos, actuemos, formalicemos alianzas digitales entre administraciones y empresas, y pidamos perdón mil veces si fallamos en el intento, pero no pidamos permiso: nos quedamos sin tiempo.

Raúl Juanes. Director Sector Público Comunitat Valenciana y Región de Murcia de Everis

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