Hoy es 1 de diciembre
GRUPO PLAZA

el pueblo avanza en su recuperación, pero lejos de su situación anterior 

Picanya, un mes después de la Dana: una pseudo normalidad impregnada de resignación y paciencia

1/12/2024 - 

PICANYA (VALENCIA). Hace poco más de un mes, la riada provocada por la Dana inundaba la población de Picanya. Tras el shock inicial de los ciudadanos que vieron sus casas destruidas y anegadas y de los negocios que amanecieron con persianas destrozas y un metro de barro, el pueblo se puso manos a la obra para iniciar una recuperación que se siente todavía lejana. Semanas en las que se ha avanzando en la retirada de lodo, de coches y en las que se ha construido un puente provisional para suplir los cuatro destruidos con el fin de dotar de mejor movilidad a una población que ha quedado divida y desconectada.

Pasear por Picanya ya duele menos, pero sigue con vibras de una película del lejano oeste. El polvo, coches destruidos, una sensación de destrucción, negocios todavía cerrados, pasos de cebra desaparecidos y zonas verdes arrasadas en la que ha sido una de las poblaciones más alabadas de L'Horta Sud por su predominante entorno natural. Ahora, donde antes había césped, pueden verse montones de arena que dan más la sensación de cantera que de pueblo acogedor, una esencia que intenta recuperar con el paso de los días, pero que todavía costará.

"Pero esto no es Paiporta", es una de las frases que más se escucha cuando alguien viene de paso por la población, tras visitar el municipio vecino que, indudablemente, está más atrasado en cuanto a limpieza y acumulación de residuos se refiere, también debido a la dificultad de sus calles más estrechas, los coches que todavía pueden encontrarse en sus calles y alrededores, la devastación de las vías del metro o la recuperación de servicios. Sin embargo, eso no quita para que todo se sienta triste y el pueblo necesite construir su propia recuperación emocional. 

Con el paso de los días, se encienden velas. Literalmente, porque el nuevo puente inaugurado esta semana, levantado por el ejército donde antes había una pasarela recuerda, a los fallecidos en la población, que se han elevado a una decena. Figuradamente, porque se amplían los servicios que buscan devolver la pseudo normalidad a la población, como la lanzadera que conecta el municipio con Valencia, y que ahora ha sido ampliada con una nueva que une con Paiporta y Torrent. También con el mencionado puente, cuya sensación de provisionalidad recuerda que esto no es lo que era, unido a los olores que emanan del barranco del Poyo, cuya fuerza de aquel 29 de octubre destrozó muros de casas que lo rodean y mantienen la imagen de devastación.

Caminando por Vistabella, barrio del municipio pegado al barranco, se recuerdan casas bajas de vecinos que, antes del fatídico día, siempre tenían sus ventanas abiertas y trabajaban tranquilamente desde sus salones. Ahora, permanecen cerrados en lo que se siente el vacío. Mientras, desde hace semanas ya se puede comprar en algunos supermercados o ir al dentista, pero todavía están los centros deportivos sin abrir, lo que dificulta que la gente recupere una normalidad enredada también con la pérdida de automóviles que frenan la movilidad. 

La biblioteca busca libros, el centro de salud -que durante semanas ha estado ubicado a las afueras del pueblo, en la residencia Solimar- necesita numerosas reparaciones, la iglesia cerró por moho en el altar y trasladó sus eucaristías al centro cultural y los colegios e instituto siguen el proceso de reconstruirse en lo que ha sido un espacio de aprendizaje y solidaridad para los jóvenes durante los primeros días, que mostraron cómo estaban dispuestos a ayudar donde la administración no llegó. 

Ahora, la Diputación de València con, ayuda de la Generalitat, siguen vaciando trabajos de extracción de lodos y residuos en sótanos y garajes de los municipios afectados, también de Picanya, llegando tarde a una tarea que vecinos y voluntarios -sin los que, los primeros días, hubieran sido más catastróficos todavía- llevan acometiendo desde hace semanas con las limitaciones de herramientas y máquinas obvias de no saber que una riada anegará sus propiedades. 

Los grupos de ayuda siguen en marcha en una ola de solidaridad que intenta devolver electrodomésticos, enseres de hogar o seguir dando comida caliente a aquellos que todavía tienen limitaciones.  Todavía quedan semanas en las que los negocios bajarán sus persianas al final del día con el suelo lleno de polvo o barro, meses en los que el metro no volverá y tal vez años en reconstruir todas las conexiones del pueblo tras el derrumbe de sus cuatro puentes, cuya nueva vida depende del fondo de reconstrucción. 

Noticias relacionadas

next

Conecta con nosotros

Valencia Plaza, desde cualquier medio

Suscríbete al boletín VP

Todos los días a primera hora en tu email


Quiero suscribirme

Acceso accionistas

 


Accionistas