VALÈNCIA. Hace apenas unas semanas que las esculturas del jardín del IVAM fueron instaladas. Algunas de ellas, claro, porque el traslado completo no se ha realizado y ni siquiera se ha llegado a inaugurar oficialmente el espacio. Sin embargo, la imagen que presentaba hace unos días el patio anexo al museo bien podría ser la de un parque con unos cuantos años de vida. Algunas de las obras de arte que allí descansan se despertaron el pasado lunes cubiertas de pintadas, un ataque contra el patrimonio que ha afectado al menos a las piezas de Miquel Navarro, Victoria Civera o Vicente Ortí Mateu. Los trabajos de reparación ya están en marcha y corren a cargo -también económicamente- del IVAM, una tarea que, explican desde el museo, es relativamente sencilla y con un coste bajo, que no superaría los 2.000 euros. A pesar de que la limpieza de las pintadas no es especialmente costosa, el ataque abre un debate mucho más profundo: ¿estamos ante una falta de educación o de sanción?
Pocos días ha tardado el jardín del museo en ver como sus obras de arte estaban cubiertas por pintadas, una práctica que desgraciadamente no es un caso aislado en el patrimonio valenciano, un ataque que, entre otros, ha sido denunciado por la asociación AVVAC (Artistes Visuals de València, Alacant i Castelló). “Reclamamos que se tomen las medidas oportunas de vigilancia y control del espacio que eviten nuevas agresiones al patrimonio cultural de la ciudad, además de la restauración inmediata del espacio y las esculturas afectadas”, defienden. Cuestión de vigilancia, educación o sanción, lo cierto es que el caso del IVAM no es aislado y no son pocos los bienes culturales que sufren este tipo de ataques.
“Desde nuestra asociación pensamos que campañas del tipo ‘Respecta València’, que puso en marcha la concejalía de cultura del Ayuntamiento de València a principios de año, son totalmente ineficaces e insuficientes, como se está demostrando. Si el Ayuntamiento y la Generalitat Valenciana no toman medidas más contundentes y empiezan a tratar este tipo de actitudes como delitos penales contra el patrimonio no hay nada que hacer […] Los delincuentes que se dedican a este tipo de tropelías evidentemente hacen caso omiso a campañas que están planteadas como recomendaciones”, explica a Culturplaza César Guardeño, presidente de Círculo por la Defensa y Difusión del Patrimonio Cultural, quien incide en la necesidad de “aplicar” el artículo 323 del Código Penal, que plantea que quien cause daños en bienes de valor cultural será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años o multa de doce a veinticuatro meses.
El ataque a las esculturas del IVAM llega apenas unos días después de que se perpetuara en Manises la destrucción de una escultura del artista Enric Mestre. Así lo denunció tanto el artista como el ayuntamiento de la localidad, al percatarse de que la pieza, situada en el entorno del aeropuerto, había desaparecido. La obra, encargada por el Ministerio de Obras Públicas en 1984, fue eliminada por la empresa que ejecuta las obras de ampliación de la carretera nacional 220. “Una vez más asistimos atónitos a una agresión a las buenas prácticas en las artes visuales, en este caso también a la ciudadanía en general, al haberse producido contra el patrimonio público”, denunciaban desde AVVAC, quienes relataban la “sorpresa” de Mestre al percatarse de la desaparición de la pieza. “Recordamos que legalmente el autor conserva los derechos morales sobre la obra, aun después de ser vendida y que el propietario tiene la obligación de comunicarle cualquier cambio sobre la misma”. La desaparición de la pieza dejó atónitos a muchos, una decisión por la que el propio Ministerio ya se ha disculpado.
Si en las últimas semanas el ataque a las esculturas del IVAM o la destrucción de la obra de Enric Mestre han copado titulares, lo cierto es que las agresiones en el ámbito del arte valenciano vivieron su pico más mediático el pasado mes de junio, con la aparición del llamado ‘Ecce Homo valenciano’, en referencia al Ecce Homo de Borja a cargo de Cecilia Giménez que dio la vuelta al mundo en el 2012. La fallida restauración de una copia de una de las famosas Inmaculadas de Murillo, encargada por un coleccionista de València, volvió a poner la mirada en la profesionalización (o, en este caso, falta de ella) de las tareas artísticas. “Al igual que un curandero que aplica técnicas de dudosa efectividad no se le debe atribuir la condición de médico, una persona carente de formación que desconoce los más elementales procedimientos de restauración de una obra no se le puede denominar restaurador, o aquel que irregularmente trapichea en mercados paralelos con piezas falsas, irregularmente obtenidas se le denomine anticuario cuando no reúne a penas medio requisito profesional para ello”, defendía en este diario Joaquín Guzmán. Por su parte, la vicepresidenta de Relaciones Internas y coordinadora de la Asociación Profesional de Conservadores Restauradores de España (ACRE), María Borja, lamentaba que "aberraciones como esta son desgraciadamente mucho más frecuentes de lo que se piensa”, en declaraciones a Europa Press. "Solo conocemos los casos que la sociedad denuncia a través de prensa o redes sociales, pero hay multitud de situaciones donde las obras son intervenidas por personas que no tienen formación”.