MEMORIAS DE ANTICUARIO 

Pintores valencianos y sus paisajes: la ciudad

7/07/2019 - 

VALÈNCIA. El paisaje en todos sus subgéneros, es un capítulo de la pintura por el que tengo especial predilección. Los artistas flamencos fueron quienes lo introdujeron en el siglo XVI de forma significativa en las tablas de temática religiosa, a través de paisajes idealizados, en los que se incluían ciudades de su tiempo, trasladando la escena fuera de su tiempo. Es en la Holanda del siglo XVII cuando el paisaje logra su emancipación, pasando de contexto a protagonista. Nunca antes había sucedido esto. No es la Escuela Española de los siglos XVII y XVIII especialmente proclive a la pintura de este género, si bien este se incluye en ocasiones en retratos o en escenas de tipo religioso, pero nunca en igual medida, salvo contadas excepciones, que en la escuela flamenca o incluso italiana o Francesa.

Ya en el siglo XIX con la enorme influencia del romanticismo centroeuropeo, que ya venía irradiando desde finales del siglo XVIII en todos los ámbitos artísticos, es cuando el paisaje logra en España ocupar su sitio, además con gran profusión habida cuenta lo “pintoresco”, nunca mejor dicho, de nuestra variada amalgama de paisajes naturales y urbanos. Un escenario que  lo teníamos ahí, pero que, al parecer, nos lo tuvieron que hacer ver aquellos viajeros venidos más allá de nuestras fronteras. Así, desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad, prácticamente todos los artistas que se han inclinado por la figuración han practicado la pintura de paisaje en un momento u otro de su carrera. Entre esta extensísima nómina citaremos unos cuantos de nuestro ámbito, que se les identifica con un paisaje concreto. En definitiva han hecho de aquel espacio, en este caso urbano, una forma de comprender el arte, siendo realmente la excusa para mostrar su lenguaje pictórico.

Antes de todo como complemento “histórico” a este artículo, en 2002, creo que fue en el Museo de Bellas Artes donde se celebró una exposición de título Miradas distintas, distintas miradas. Paisaje valenciano en el siglo XX, la cual debo reconocer que desafortunamente me perdí, pero de la que quedó un excelente catálogo que recomiendo su búsqueda y adquisición vivamente por la precisa selección de artistas, por el nivel de las obras y por unos textos excelentes firmados por Román de la Calle, Pascual Patuel, Rafael Gil o Inmaculada Aguilar entre otros.

Son muchos los artistas que han visto en la ciudad la protagonista su idea de lo plástico. Es más, me atrevería a decir que su visión de la ciudad es la que tienen de ellos mismos. Antes de nada,  deberíamos distinguir, para entendernos, que no me refiré a artistas con una mirada pintoresca, meramente estética, ocasional o frecuente, de la ciudad monumental que es valencia, con una intención meramente estética y narrativa en el sentido más llano del término. Hoy me referiré a una mirada más profunda, introspectiva, crítica y en algunos casos filosófica del espacio urbano, lo que se aprecia en una visión procesada por una estética personal en muchos casos deformadora respecto a la realidad, en otros casos sintética de los volúmenes arquitectónicos,  que conforman la disposición de las construcciones. Tampoco podemos referirnos detalladamente a tantos artistas que ocasionalmente han plasmado la urbe en sus obras puesto que la nómina sería extensísima y las conclusiones sobre ese acercamiento complejas por la ocasionalidad: Equipo Crónica, Equipo Realidad, José Sanleón (serie de Nueva York), Quero, Carmen Calvo y un largo etcétera.

 La personalísima obra de Juan de Ribera Berenguer (València 1935-2016) nos lleva desde las profundidades de su destartalado estudio repleto de cacharros de toda índole y escobas, a elevar la mirada hasta las alturas para sobrevolar una también desordenada, inestable y vibrante Valéncia, hasta darnos cuenta que la mirada es la misma en uno y otro caso. Es especialmente admirable su primera época situada en la década de los 50 y 60 de exhacerbado expresionismo (que compartió con artistas como Francisco Lozano o Pedro Cámara), que toma forma y color en extraordinarios cuadros de la Plaza Redonda o del mercado de Mossen Sorell ambos desde los tejados. Más adelante su estilo, si bien es más personal e inconfundible con esa pincelada siempre nerviosa, esa reducida paleta de color en violáceos y azules y una línea de dibujo marcada, me interesa menos, reconociendo sus evidentes logros y virtudes. Su paisaje urbano muestra querencia por el próximo al mar y sus barrios: Pinedo, Cabanyal, el Grao….Es también una València de arrabales la de Mir Belenguer. En las antípodas formales y técnicas del anterior, se trata de un artista reconocible por una suerte de pintura cercana al hiperrealismo de excelente técnica y obsesión por el detalle, a través del cual nos descubre otra ciudad de territorios un tanto marginales y abandonados, patios de luces y arrabales, solares, escombreras…

Es también personal, inconfundible diría yo, el punto de vista que adopta, y en este caso lo expreso de forma literal, la moderna mirada de Juan Bautista Porcar (Castellón 1889-1974) y los espacios urbanos en los que confluyen cruces de vías de ferrocarril, carreteras, postes de luz, señales construcciones y en definitiva actividad urbana.  Las perspectivas, diría que únicas en el contexto valenciano, que emplea y cierta paleta fauvista además de una pincelada enérgica, impresionista, no exenta de precisión y poco dada al detalle poco relevante, lo convierten en un artista imprescindible en la pintura valenciana del siglo XX.

Es inevitable ver la ciudad, aunque sea a través de la intuición, en la obra de Juan Genovés (València 1930), aunque, salvo casos aislados, esta nunca aparezca. La ciudad, en todo caso, está más allá de los límites marcados por el lienzo, porque no hay duda que las muchedumbres de sus obras se mueven en aquella (a veces un paso de cebra es todo lo que vemos). Se podría decir que el paisaje de la ciudad lo aborda en forma de elipsis a través de las personas que corren “perseguidas” en las obras más políticas de su primeros años, o que concurren al encuentro, en la etapa que se inaugura con la emblemática “El abrazo” con el advenimiento de la Democracia. Podríamos decir que sucede algo parecido en el arte de Anzo (Utiel 1931-Valencia 2006), puesto que sus aislamientos y su significado necesariamente acontecen en la ciudad tecnologizada que es precisamente contexto de ese “estar en el mundo aislado”, de los individuos que aparecen en sus obras de fuerte componente psicológico, más que social o político.

Marcelo Fuentes es el maestro valenciano del nuevo paisajismo urbano desarrollado principalmente a partir de los años 90. De claras influencias de la pintura norteamericana de entreguerras (Hopper), huye de la visión detallada e hiperealista para que se vea la pintura. Su poética se configura a través de los campos de color y las formas. Salvo algún caso aislado en el que podemos adivinar València, su ciudad es innominada y parece más norteamericana que mediterránea pues la mirada la dirige a los grandes bloques de apartamentos y espacios industriales rescatando los espacios de lirismo que tienen estos ámbitos urbanos a través del despojo de lo superfluo. Hablando de espacios industriales Sebastián Nicolau (València 1956), en una importante y feliz etapa de su carrera, fijó admirablemente su mirada en la estética e incluso poética, que nos ofrece la arquitectura interior de las naves industriales, estaciones de ferrocarril (Atocha) y la estética que dibujaban sus precisas líneas de superposición de ángulos y perfiles metálicos en un espacio a contraluz de la luz exterior que ingresa tamizada por las claraboyas.

Es imposible cerrar, o al menos intentar cerrar el circulo, aunque sea de forma utópica por imposible, con el gran escultor de las ciudades:  del paisaje urbano por la ciudad y de lo urbano que tiene también lo rural. Este artista no es otro que Miquel Navarro (Mislata 1945). Moviéndose, paradójicamente diría yo, entre la gran urbe entre ideal y distópica (ciudades) y la arquitectura rural con sus pequeñas unidades fabriles, acequias, azudes…, su gran cultura visual ha dado lugar a una visión en la que se dan la mano, felizmente, el constructivismo, el minimalismo, para acabar en ese estrecho espacio situado entre figuración abstraída y la abstracción figurativa. Como suele suceder en esta clase de artículos, tal como me lo hacen ver una vez publicados-lo cual  agradezco-… seguro que no están todos los que son, pero al menos son todos los que están.

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