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el eucrocristiano tibio / OPINIÓN

Los plurinacionales se estrellan con la inmigración

Foto: Lukasz Skwiot
22/07/2024 - 

Sabido es que hay tres concepciones territoriales de España. Avalados por la Constitución, los españolistas piensan que España es una nación y que todos los españoles, al margen de donde vivan, son iguales ante la ley. Guste o no, esa idea no padece contradicción interna alguna. Frontalmente opuestos de la Constitución, los separatistas piensan que España es un estado plurinacional efímero, que se disolverá en un archipiélago de nacioncillas en el futuro inmediato. Lo curioso es que donde más abundan los separatistas sea en Vasconia y Cataluña, sendas regiones ricas de España. En suma: lo que quieren los separatistas es no contribuir al erario común. Pero eso no obsta a que su ideal sea intelectualmente coherente. Fácticamente erróneo (porque Cataluña y Vasconia no son naciones) y éticamente reprobable (por egoísta e insolidario), el separatismo no incurre en incoherencias lógicas.

"A diferencia de españolistas y separatistas, la tesis plurinacional es incoherente"

Entre ambas opciones se sitúan los que piensan, como los separatistas, que España es un Estado plurinacional, pero quieren, como los españolistas, que siga siéndolo en el futuro. Como dato curioso cabe apuntar que toda la ultraizquierda, empezando por Sumar y Podemos, se declara plurinacional, lo que no ocurre en ningún otro país de la Unión Europea. Con mi apoyo, Izquierda Española ha intentado crear una opción españolista de izquierdas, pero fracasó en las pasadas elecciones europeas. Al parecer, sentirse de extrema izquierda en España implica automáticamente negar que España sea una nación de ciudadanos libres e iguales. A diferencia de las otras dos opciones, la tesis plurinacional es incoherente. No hay ningún modo conocido de que varias naciones distintas sigan formando parte de un mismo Estado. Además, tampoco hay ningún modo de conciliar la aspiración a la igualdad, que debería ser típica de las personas de extrema izquierda, con la fragmentación de la sociedad española en compartimentos estancos que pongan barreras a la redistribución fiscal y a la isonomía (igualdad de derechos).

La incongruencia del ideal plurinacional ha quedado patente al abordar la inmigración. Un primer debate, con ribetes chuscos, surgió con la victoria de la Selección española en la Eurocopa. Fieles a su ideal, los separatistas vascos tildaron de traidores a los jugadores vascos de la selección. En la misma línea, el alcalde separatista de Gerona declaró que no habrá ninguna gran pantalla televisiva para ver jugar a la selección española en su ciudad mientras él siga al frente del ayuntamiento. El ínclito Rufián, al que no hay modo de despegarlo de su escaño en el Congreso español ni con agua caliente, ha hablado de "vascos y catalanes creando y españoles aprovechándolo una vez más". Todo eso es muy lamentable, pero coherente. 

Lo que ya no es tan coherente es la postura de los plurinacionales al respecto. Firme partidario de una política de fronteras abiertas, el podemita Echenique ha declarado que la selección española no habría ganado sin Lamine Yamal y Nico Williams, ambos nacidos en familias inmigrantes recientes. Según él, si se aplicase la política de Vox de cerrar las fronteras a la inmigración ilegal, la Selección española fracasaría. La incoherencia de esa idea reside en que, si se aplicase la política de la ultraizquierda, sencillamente no habría ninguna Selección española. Quizás habría una Selección vasca, otra catalana, otra gallega, otra balear y así sucesivamente, pero no una Selección española. Y, si la hubiera, tampoco habría ganado, al no poder contar con Oyarzabal, Merino, ni los dos ya mencionados. Argumentar, como hace la ultraizquierda, que regular la inmigración perjudicaría a la Selección española choca de bruces con su ideal plurinacional. Sencillamente, no se pueden defender tesis plurinacionales y, a la vez, pretender que abrir las fronteras beneficiaría a la Selección de la nación española, más que nada porque poco quedaría de tal nación.

Lejos de reducirse a un detalle curioso, los plurinacionales se han liado al abordar la regulación de la inmigración. De entrada, las competencias en materia de fronteras y de inmigración residen en el Gobierno español. En consecuencia, si fuesen coherentes, los plurinacionales tendrían que haber pedido ceder esas competencias a los Gobiernos de la supuestas distintas naciones del Estado español. Pues bien, han hecho justo lo contrario. Han presentado una proposición de ley para obligar a las regiones españolas a asumir todos los inmigrantes que les remita el Gobierno español, del cual Sumar forma parte. 

Es difícil encontrar una ley más centralista que esa en el panorama legislativo español. Posiblemente no saldrá adelante porque, de forma coherente, la boicotearán los separatistas vascos y catalanes. Lo único que les faltaría a Rovira y a Otegui es que un ministro español les obligase a acoger en sus naciones a todos los inmigrantes que se le antojase. Pero ese previsible fracaso no borra el hecho de que, puestos a legislar sobre la inmigración, los plurinacionales se han mostrado más centralistas que nadie. Y es que la teoría plurinacional es intrínsecamente incoherente: no se puede diseñar ninguna medida uniforme para el conjunto de España, aunque sea chulísima, si uno cree que España no es una nación. De ese modo, los plurinacionales se han estrellado con la inmigración: si Cataluña fuese una nación, ningún ministro español, aunque fuese de ultraizquierda plurinacional, podría enviarle inmigrantes. Y lo mismo cabría decir de Murcia. Así que tendrán que elegir: o plurinacionalidad o dispersión obligada de inmigrantes por toda España. ¿Veremos a Sumar y a Podemos renunciar a la plurinacionalidad en aras de la inmigración? Apuesto a que preferirán chapoteando en la incoherencia. Ya dijo Pablo Iglesias que la política consistía en "cabalgar contradicciones". Pues ahora, sobre el caballo de cuatro patas de la plurinacionalidad cabalga el jinete centralista de la inmigración obligatoria.

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