En las últimas semanas, desde diversos frentes, se ha reimpulsado el debate sobre la competitividad de la Comunidad Valenciana. Convergen, todos ellos, en gran parte del diagnóstico, en poner de manifiesto la debilidad en la competitividad de la economía y de las empresas valencianas; difieren en el énfasis que otorgan a algunas causas y en los caminos propuestos para superarlas.
En primer lugar, y respecto al diagnóstico, la publicación del índice regional de competitividad europea y del trabajo de la Fundación BBVA coordinado por Ernest Reig sobre la competitividad regional en la economía del conocimiento, no parecen ofrecer muchas dudas sobre nuestras debilidades.
Así, los datos del índice regional de competitividad europea reflejan una situación no muy halagüeña. En innovación, preparación y sofisticación tecnológica, nuestra comunidad se encuentra en el cuarto quintil de las regiones europeas. Es decir claramente por debajo de la media de las 263 regiones analizadas. Si nos comparamos, respecto a las comunidades autónomas más potentes de nuestro país, el panorama es desolador. En la cabeza de las regiones españolas, Madrid, situada en el primer cuartil de Europa, seguida del País Vasco y Cataluña. Y nosotros, lejos de las tres.
Si nos centramos en la valoración desde la economía del conocimiento, el trabajo coordinado por el profesor Reig publicado en 2017 señala que respecto al uso de capital humano, la Comunidad de Madrid es la única región que se sitúa por encima del promedio de la UE; el País Vasco, Cataluña y la Comunidad Foral de Navarra son las otras tres comunidades autónomas que superan la media nacional, aunque manteniéndose, sustancialmente, por debajo de la media europea. La Comunidad Valenciana alejada, nuevamente, de todas ellas.
Por tanto, diagnóstico claro; menor convergencia sobre sus causas, consecuencias, y sobre los caminos para subsanarlas.
Por un lado, entre las causas no podemos obviar el debate sobre las infraestructuras y, especialmente, sobre si el corredor mediterráneo es el padre y la madre de todos los males de nuestra Comunidad Valenciana. Y aunque, es cierto, que es parte de nuestro ADN, es solo una parte del mismo.
Cuando se plantea como solución el corredor de mediterráneo –que puede ser importante para muchas cuestiones- parecemos olvidar que cuando se conectan dos puntos, nadie nos asegura que el reparto de beneficios entre los dos puntos sea igualitario.
Por ejemplo, la mejora de las conexiones con Madrid ¿a quien ha favorecido más? Conectar mejor Valencia con Madrid puede haber favorecido a ambos por igual pero también puede favorecer que el capital humano e incluso el empresarial vea, más fáciles y accesibles, las oportunidades existentes en Madrid y decida, por tanto, aprovechar las ventajas de localización en la capital. Por diversas razones, que no vienen al caso en esta tribuna, Madrid parece haberse convertido en un polo de atracción cada vez más relevante. Así, los datos de 2016 facilitados por Informa D&B mostraban que Madrid es la Comunidad Autónoma que presenta el mejor saldo respecto a la atracción de empresas que han cambiado de domicilio en el último año. Madrid, en el 2016, ha perdido muchas empresas pero, ha ganado muchas más de las que ha perdido. La Comunidad Valenciana, terminó el ejercicio con un saldo negativo y con el privilegio de ser la tercera comunidad autónoma por el número de fugas empresariales.
Otras consecuencias de la falta de competitividad, han sido evidentes durante la crisis, por ejemplo, la precariedad del empleo y las elevadas tasas de paro. Pero otras son menos visibles, están más escondidas pero pueden tener repercusiones en el medio y largo plazo para recuperar nuestra competitividad.
Hoy voy a detenerme en una de ellas, por sus efectos sobre nuestras capacidades en el largo plazo. Porque nos introduce en un circulo, no virtuoso, sino todo lo contrario, con implicaciones en nuestra capacidad de recuperar posiciones en la competitividad empresarial. Se trata de la pérdida de talento más allá de la crisis; talento joven, emprendedor, preparado, excelentemente preparado.
Llevo tiempo reflexionando sobre esta situación. Como profesora en la Facultat d’Economia de la Universitat de València hace tiempo que tengo signos de que este expolio viene produciéndose. Que muchos buenos, excelentes jóvenes se van, se van para, ojalá me equivoque, no volver. Le he puesto nombres y apellidos a ese expolio. He analizado gracias a Linkedin a un conjunto de licenciados en Administración y Dirección de empresas. Personas preparadas para ocupar posiciones importantes en los equipos directivos de las empresas.
Me he centrado en un conjunto muy limitado pero significativo, el de los potencialmente mejores, de aquellos que desde el 2010 al 2015 han terminado dentro del 2% mejor de su promoción. Los premios extraordinarios de las promociones 2010 a 2015 en Administración y Dirección de empresas. Son, por tanto, gente lista, muy lista. Pero también muy trabajadora y esforzada.
¿Por qué puedo decir que son “capital humano” excelente? De aquellos que disponen de perfil en la red, más del 50% han hecho dos carreras (doble licenciatura en ADE-derecho, o en algunos casos ADE y economía) y el 80% tienen un título de máster. Además de castellano y valenciano, tienen en su perfil otros 1,3 idiomas adicionales (mayoritariamente inglés) con un nivel muy alto; sin entrar a considerar otros idiomas en los que tienen un perfil con nivel no avanzado o no profesional.
¿Por qué fijarme en ellos? Porque en estos años creo que han podido elegir, son de los pocos que han podido optar por decidir en qué y dónde querían trabajar. Y cuál es el resultado. Que más de la mitad se han ido. Trabajan en Estados Unidos, en Reino Unido o en Alemania. También en España principalmente en Madrid y en Barcelona. Pero, se han ido. Los que se han quedado están mayoritariamente trabajando en el ámbito jurídico en despachos o en consultorías internacionales (por ahora, en sus oficinas en Valencia) y solo unos pocos, muy pocos, en el mundo de las empresas valencianas.
Tenemos gente buena, muy buena y muy bien preparada. Gente joven con ideas, creativa, trabajadora, en la mejor etapa de desarrollo profesional. El grupo señalado anteriormente es solo la cumbre de un grupo extenso de gente preparada y emprendedora. Así, si analizo un perfil más amplio que ese 2% a través de mi red de contactos de egresados de la Universitat de València, de gente joven que ha terminado en los últimos 5 años, un 20% se encuentran trabajando en Madrid. Se han formado aquí pero han encontrado las posibilidades profesionales que deseaban fuera de nuestra comunidad autónoma. Los conozco, y aunque no todos son ese 2% extraordinario, les aseguro que son gente genial, con muchísimo potencial profesional. En Madrid han encontrado oportunidades de carrera profesional, por ejemplo, en el área financiera o en el área de estrategia. Oportunidades, que aquí no tenían.
Una causa de este expolio puede deberse a la falta proyectos empresariales que atraigan su talento, que estimulen su desarrollo y su potencial. Que los animen y atraigan a quedarse o a volver dentro de un tiempo. Mejorar la competitividad de la empresa valenciana permitiría que consiguiéramos que de Valencia no les atraiga solo el recuerdo de la infancia, la calidad de vida y el clima, y la vuelta a su tierra, como lugar de veraneo o por Navidad. Queremos que piensen en Valencia como un lugar de emprendimiento empresarial, de solido tejido industrial, de desarrollo de conocimiento y de innovación.
En el informe de competitividad de las empresas valencianas publicado por AVE en 2015, destacábamos el pequeños tamaño de la empresa valenciana. Sus pequeños y menos formados equipos directivos. Su escasa presencia en sectores de tecnología avanzada. Para entrar en un círculo virtuoso de competitividad, necesitamos apostar por una robusta y amplia “clase media” empresarial construida en torno a algunos ejes especializados de conocimiento en donde podamos ser excelentes. Un tejido de empresas valencianas – cercanas a los límites superiores del tamaño medio- enfocadas hacia segmentos con potencial de crecimiento y con proyección internacional.
El desarrollo de esta clase media empresarial requiere de políticas que vayan más allá de la supervivencia de las micro y pequeñas empresas o del apoyo y dependencia de unas pocas empresas muy grandes. Está bien favorecer el espíritu emprendedor y la creación de empresas. Pero, a veces, se nos olvida que el objetivo no puede ser solo tener más empresas sino que el objetivo debería ser tener mejores empresas. Empresas, que en sus sectores, se encuentre en la cumbre de la competitividad; internacionalmente competitivas, que atraigan talento, que retengan talento. El camino de construir una “clase media” de empresas puede parecer lento pero será un tejido mucho más robusto.
Para ello probablemente necesitamos que se apueste decididamente por descubrir y eliminar las barreras al crecimiento de las empresas en el campo laboral, fiscal y de sus diversas obligaciones legales; impulsando de este modo el desarrollo, amplitud y estabilidad de la empresa mediana industrial, en sectores de tecnología avanzada. Esta clase media empresarial necesita de una clara política industrial y puede ser un sostén estable de crecimiento en la actualidad y de estabilización en épocas de crisis. Una clase media empresarial, innovadora, internacional que aproveche el capital humano que tenemos, que se encuentra excelentemente formado. El crecimiento de los servicios o de la industrias auxiliares ya vendrá cuando ejerzan de fuerza tractora estas empresas.
María Iborra. Facultat d’Economia. Universitat de València