VALENCIA. El próximo 26 de junio será una fecha clave para el presente y futuro de España. Por segunda vez en seis meses, los ciudadanos volverán a las urnas para elegir a sus representantes en el Congreso y, con ello, si hay acuerdo, al presidente del Gobierno. Un proceso que, a buen seguro, tendrá también consecuencias autonómicas.
Precisamente ese tipo de traslación regional es la que se han empeñado en negar el actual Ejecutivo valenciano, controlado por PSPV y Compromís, haciendo hincapié en que los comicios estatales no tienen por qué alterar el mapa diseñado del Consell. Un discurso que, no obstante, tiene fisuras.
En este primer año de legislatura, Podemos ha sido el partido en la Comunitat Valenciana que, probablemente, más ha acusado la resaca electoral y su consiguiente indefinición respecto al nuevo Ejecutivo. Cabe recordar que la formación morada, liderada en la región por Antonio Montiel, decidió con el Pacto del Botánico permitir la investidura de Ximo Puig -concedió de hecho solo el apoyo de los diputados justos para hacerle presidente- pero declinó formar parte del Consell.
Días atrás, la encuesta autonómica publicada por el diario Levante-EMV evidenció que el plan había pasado factura al partido que lidera Pablo Iglesias. Así, la formación morada perdía cuatro escaños (de 13 a 9 diputados) respecto a lo conseguido en mayo de 2015. Una prueba que indica que, pese a los esfuerzos por destacar de Montiel y el grupo parlamentario, la tarea de "oposición constructiva" -como ellos mismos la definen- de Podemos ha quedado diluida o, al menos, no ha conseguido fijar los resultados obtenidos en las autonómicas. Una tarea a la que no parece contribuir la alianza con Compromís para concurrir conjuntamente a las elecciones generales, de la que parece sacar más rédito la coalición liderada por Mónica Oltra.
Ahora bien, Podemos todavía tiene comodines que jugar. Uno de ellos, solicitar la entrada en el Gobierno valenciano, aquello a lo que se negaron en junio de 2015 principalmente para no entorpecer la estrategia diseñada desde Madrid por Pablo Iglesias, que prefería no exponer la marca al desgaste de gobiernos autonómicos. Así, algunos referentes de la formación morada en la Comunitat consideran que ha llegado el momento de dar el salto al Ejecutivo y, de esta manera, insuflar un impulso a la visibilidad de Podemos más allá de Les Corts.
No obstante, todos son prudentes antes del 26J. Incluso algunos cargos de la formación morada y de otros partidos implicados, deslizan que la entrada -o no- de Podemos en Ejecutivos autonómicos donde se limitaron a dar el apoyo y quedarse fuera como el caso de la Comunitat, Baleares o Aragón, pueden llegar a formar parte de las negociaciones estatales para la investidura de un presidente del Gobierno. O lo que es lo mismo, la comodidad para gobernar en determinadas comunidades autónomas donde Podemos es necesario puede ser mayor o menor según el grado de entendimiento que se produzca en la negociación en España.
En cualquier caso, la intención de Podemos -si finalmente se confirma- de entrar en el Consell es un deseo de cumplir notablemente complejo. Cabe recordar que PSPV y Compromís se repartieron al 50% los consellers -los socialistas dominan por el voto de calidad del presidente Puig- y realizaron una ardua tarea de mestizaje en el segundo escalón del Ejecutivo, combinando altos cargos de uno y otro partido. Así, la entrada de Podemos en el Ejecutivo obligaría a alguna variación no exenta de dificultad: por ejemplo, crear de la nada una conselleria para el partido morado debería ir aparejado de otra más para el PSPV con tal de que los socialistas no quedaran en minoría, una opción que, además de los costes que representa, no ofrece una imagen demasiado seria de un Ejecutivo creado hace un año. Otra opción, desgajar competencias de alguna cartera para ofrecerla como conselleria a Podemos tampoco resolvería el problema de tener que hacer lo propio con otra para equilibrar con el PSPV, sin olvidar que los cargos del segundo escalón seguirían siendo los actualmente designados, con lo que, además de interrumpir el trabajo que se viene realizando, el representante de turno de Podemos quedaría aislado.
Los socialistas más veteranos, no sin malicia, apuntan a que debería ser Compromís quien debería ceder una cartera a Podemos dado que han concurrido aliados a las elecciones generales. Una posibilidad bastante alejada de lo que podría conceder Mónica Oltra -quien no siente particular debilidad por Montiel- y más aún después de un resultado el 26J que se antoja muy superior por parte de A la Valenciana respecto al PSPV-PSOE. En cualquier caso, habría que contar además con la opinión del Bloc, lo que complica más si cabe toda la operación, que algunos dirigentes querrían simplificar buscando la creación de un organismo destacado ad hoc para Montiel.
Con este escenario, y a la espera del escenario que deja el 26J, puede pronosticarse que el mes de julio será movido en el panorama político nacional y, posiblemente autonómico. En especial para el presidente de la Generalitat y líder del PSPV, Ximo Puig, quien se enfrenta a la contingencia de quizá tener que abordar su primera reestructuración del Gobierno valenciano, además de las consecuencias de la victoria o derrota de su líder federal, Pedro Sánchez, con quien no ha mantenido una buena sintonía en los últimos meses.