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Polín Laporta, la pintora alcoyana surrealista

29/05/2019 - 

VALÈNCIA. El mundo de la pintura estuvo prohibido durante demasiado tiempo para las mujeres. Este hecho se dejó ver ya en el Renacimiento valenciano con las hermanas Juanes y siguió presente durante siglos hasta llegar a Juana Francés, una de las pocas mujeres del grupo El Paso. En Alcoy, en el año 1920 nació una de las mayores representantes del mundo del arte alicantino. Se llamaba Polín Laporta.

La pintura de Laporta retrata el mundo interior del subconsciente, era una especie de refugio de cosas perdidas. Su pintura se localiza en el misterioso lugar que existe entre la realidad y el mensaje surrealista y en sus cuadros hay pintados objetos que repercuten en la memoria. 

Polín Laporta nació en Alcoy y pronto mostró su preferencia absoluta hacia el mundo del arte. Se formó en el estudio de Marisa Tosset y Vázquez Díaz y allí se forjó en los conocimientos más completos de pintura, dibujo y grabado. Llegó a formar su propio taller en una época en la que las mujeres no solían tenerlo. En una primera época residió en Madrid donde la efervescencia cultural era absoluta y coincidió con otros coetáneos aristas. Después regresó a Alicante y desde el año 1968 vivió allí, fijando su taller en Altea.

Siempre se ha tildado a la pintura de Polín de inquietante y lo cierto es que tanto sus dibujos como las serigrafías o grabados que realizó contenían un elemento perturbador que le alejaba del simple realismo para adentrarse en terrenos psicológicos que se relacionaban con los paisajes de lo lírico, poético y espiritual. 

La enseñanza de Polín fue recogida en algunos libros pero también pero vídeos y películas educativas y divulgadoras de la pintura. Polín consiguió exponer en galerías de toda España pero también de Londres y Estados Unidos. Dos nombres son esenciales a la hora de recoger su enorme trascendencia: el crítico Pedro Nuño de la Rosa -que hizo de comisario de muchas de sus exposiciones- y Raúl Chávarri -autor del libro Un estudio sobre la pintura de Polín Laporta-. Los dos destacaron su visión insólita de los paisajes y su gusto por lo truculento con esas figuras que aparecían sin cabeza.

El universo de Laporta podía, finalmente, distribuirse entre esos dos mundos que, en ocasiones, se superponían: el del simbolismo, la lírica y la ensoñación, pero también cierta afección por el mundo romántico en el que se representaban escenas de amores perdidos o imposibles. En muchos de sus óleos Polín parecía rebuscar en su interior y estudiar objetos familiares para dotarles de un toque melancólico. Rosas de pétalos, fruteros, velos, cartas, relojes, libros ajados, caracolas de mar... toda una colección de objetos hipnóticos que servían como inspiración. 

Conviene destacar de igual modo la estela que siguió de otras artistas importantes como Maria Blanchard o Carmen Laffon. La primera fue una pintora santanderina que tuvo apoyos tan importante es su carrera como Ramón Gómez de la Serna que organizó en Madrid la exposición Pintores íntegros. Maria fue también profesora de dibujo en Salamanca, algo que se vivió con cierto estupor por sus alumnos que no estaban acostumbrados a que una mujer impartiera clases. Así explicaba Gómez de la Serna el tipo de pintura de Blanchard:

«María vivía en estudios abandonados, a los que no habían vuelto los que desperdigó la  guerra y comenzó a pintar pieles cubistas, pucherosmaquinillas de moler caféespecieros botes, anatomía de las cosas, mezcladas a la anatomía de los seres... Yo la fui a visitar a una  de aquellas casas de "otros" en las que las ropas colgadas en la desidia de no saber qué iba  a pasar estaban colgadas fuera de los armarios». 

Laffon, por su parte, es una de las pintoras más interesantes del pasado siglo, con influencias tan potentes como Chagall o Rothko.

Polín podría, por tanto, inscribirse en la estela de Laffon y Blanchard. Sus logros a nivel expositivo fueron enormes: en 1964 expuso en la Galería Fortuny de Madrid; en el año 1976 expuso en el Ateneo, también en Madrid. Su salto a Europa llegó en el año 1982 en la Hamiltons Gallery de Londres. En 1995 volvió a Alcoy, a la Casa de Cultura a hacer una exposición antológica. En 2004 se celebró su última exposición en vida en el Palau de Altea, el pueblo que se sería su refugio y el paisaje que pintaría en sus cuadros.

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