Lo digo porque soy de Ciudadanos (Cs) desde hace 6 años, he participado activamente sobre todo organizando la formación del grupo de trabajo de sanidad de Valencia, candidato al Senado en dos ocasiones y a diputado a las Cortes Valencianas, donde actualmente ocupo el primer lugar para entrar ante cualquier baja o renuncia de acta.
La familia, los amigos íntimos y los que conocen mi relación con Cs me repiten esa pregunta. Son personas que votaron a Cs, también afiliados que ya se han dado de baja en el partido, e incluso otros que están dudando en hacerlo. Muchos con buen nivel de formación, algunos profesionales excelentes, otros emprendedores, también trabajadores por cuenta ajena, empleados de a pie y, en general, muy buena gente.
Analizando estos perfiles aprecio que la mayoría tienen el común denominador de haber perdido la confianza y la ilusión en Ciudadanos, siendo chocante que muchos de ellos sigan deseando que exista ese espacio de centro liberal progresista en el que se vieron reflejados. Lo añoran, pero están dejando de confiar en él. La pregunta en consonancia con la de la cabecera es: ¿por qué ocurre esta situación?
Cs parece haber perdido la esencia de lo que era, los principios básicos de sus inicios basados en la participación y suma de voluntades que, comenzando por los “cafés ciudadanos”, eran oídas y conformaban una base creciente impulsada por el espíritu que transmitía Albert Rivera. El cambio significativo en la estructura organizativa del partido fue en 2017 cuando se modificaron los estatutos, dejando en manos de una ejecutiva presidencialista todos los poderes y resortes para dirigir al partido. Primer fallo de donde vienen muchas consecuencias negativas
La organización ha crecido controlando todos los procesos orgánicos representativos y se han ocupado responsabilidades con escasa consideración de los méritos. El efecto Rivera era ilusionante, pero el poder absoluto le encumbró tanto que desoyó a su propia ejecutiva en su afán de superar al partido popular, siendo ello el segundo fallo.
El tercer fallo se deriva de los anteriores, pues quien luego coge las riendas de Cs, sigue con la misma actitud que le otorgan los estatutos referidos y continua la línea “cesarista” arropada por los acólitos que mantienen un férreo control, bloqueando las discrepancias, esencia de un partido de liberal.
Bajo estas circunstancias, si las decisiones son correctas y todo va al alza, se mantiene el sistema. Pero si las mismas tienen consecuencias negativas en los resultados electorales, hay que asumir la responsabilidad al más alto nivel. Errores como los bandazos de ir inopinadamente hacia la derecha o hacia la izquierda, incluso antes de producirse unas votaciones, sin apenas considerar la idoneidad de pactar en base a ideas o programas propios de un partido de centro liberal.
Hay desafección interna porque no se cuenta de forma consistente con las bases ni apenas se considera la meritocracia. Las elecciones telemáticas están muy cuestionadas, los fracasos electorales se repiten y son cada vez peores, como ha ocurrido en las elecciones de la Comunidad de Madrid, a lo que se suman las recientes mociones de censura fallidas y promovidas sin consenso. Si la dirección no asume la máxima responsabilidad, la desilusión del afiliado se refleja en sus votantes, que disminuyen progresivamente con el riesgo de desaparecer del espectro político.
Se cuestiona por tanto la gestión del partido, no a las personas que puedan dar una imagen óptima del mismo. Se puede ser un excelente parlamentario, o portavoz de un partido, sin tener por ello que asumir la presidencia y la gestión organizativa.
Hay que generar ilusión en los afiliados y simpatizantes. Dar protagonismo a los afiliados, permitiendo corrientes internas de propuestas que dinamicen la esencia del partido. Lo anterior implica la necesidad de plantear una asamblea extraordinaria participativa de reencuentro y transparente, que posibilite analizar y decidir el futuro de Cs.
Los participantes y compromisarios no deben ser designados por el sistema imperante para que el cambio o refundación sea posible. Tiene que aceptarse una voluntad de cambio renovador en la dinámica del partido que haga posible su supervivencia, comenzando por la revisión de sus estatutos y evitando las votaciones telemáticas.
No es cuestión de cuestionar o reivindicar la ideología del espíritu político del centro liberal, sino sentar las bases de una organización que tenga una operatividad mas transversal, evitando que líderes con poder absoluto y sin autocrítica puedan seguir cometiendo los errores que han conducido a la situación actual.
Bajo estas premisas y con esas miras me mantengo en Cs, esperando que seamos capaces de una autocrítica positiva y un cambio, que posibiliten la viabilidad futura del partido de Ciudadanos.
Fernando Mulas. Director Médico del Instituto Valenciano de Neurología Pediátrica INVANEP