Akelarre. Del euskera, aker, significa macho cabrío y larre se refiere a campo. El akelarre, como su definición indica, es una reunión nocturna de brujas al intemperie para realizar rituales con el objetivo de invocar al ser más malvado, el demonio, quien aparece en forma de macho cabrío.
Este fin de semana el ojo mediático de todo el país ha enfocado nuestra Comunitat por el acto que ha organizado Mónica Oltra, Otras Políticas, que ha demostrado otra manera de entender la política y que ha devuelto la ilusión a un electorado razonablemente adormecido.
Y como akelarre de brujas se ha definido por parte de algunas y algunos este encuentro de lideresas políticas en València, que desde la derecha más desfasada, temerosa y sin argumentos, nos han llamado brujas por propiciar un espacio de pensamiento compartido, amable, sin competencias ni competiciones. Porque Otras Políticas ha sido un encuentro sin precedentes que ha levantado tanta ilusión como miedo de izquierda a derecha y ante la falta de argumentos, han venido las descalificaciones.
Han bautizado como brujas a Mónica Oltra, Yolanda Díaz, Ada Colau, Mónica García y Fátima Hamed. Nada nuevo bajo el sol. Los mismos descalificativos de toda la vida, la caza de brujas, la caza de las mujeres. El peligro del feminismo para el establishment. También Trump llamó bruja a Hillary Clinton en su día. Cuánto ingenio tienen algunos.
Pues tengo que decir que nunca había estado en un akelarre y oigan, ya les aviso que no será la última vez. Al final no apareció el demonio en forma de cabra ni las escobas sobrevolaron el teatro Olympia, eso sí, se coló una protesta de transportistas a las puertas del teatro, que, como apuntaba un medio de comunicación este fin de semana, habrá que tirar de mucha hemeroteca para encontrar la última manifestación permitida por la subdelegación del gobierno, precisamente, en esa calle.
Una protesta que le ha venido muy bien a algunas televisiones nacionales para que, con un poquito de manipulación y mala fe, solapar las imágenes de la entrada al teatro de la vicepresidenta del Gobierno de España, la vicepresidenta de la Generalitat Valenciana, la alcaldesa de Barcelona, la líder de la oposición en la Comunidad de Madrid y la portavoz del Movimiento por la Dignidad y Ciudadanía de Ceuta, con el audio a todo volumen de las protestas que se realizaban fuera.
Unas imágenes con un sonido que los que estuvimos allí sabemos que se aleja de la realidad y que, si una mira las redes sociales de ese día, encontrará un sin fin de vídeos sin maquillar.
Mucho inquieto e inquita debe haber para caer en el maquillaje y la manipulación de un simple acto de diálogo sosegado (aunque precisamente eso parezca revolucionario). Las lideresas políticas que se citaron el sábado en València para hablar, reflexionar y compartir, han demostrado la capacidad de poner en el centro del debate político lo que realmente importa: la salud, la educación, la familia, la calidad del trabajo o los derechos de todas las personas. Y todo ello, lejos de la descalificación, la confrontación, el insulto o los aspavientos a los que estamos acostumbrados en la tradicional manera de hacer política.
Estas mujeres lideresas y políticas han sido capaces de poner de manifiesto los puntos en común sin sonrojarse, alabar las iniciativas que unas y otras desarrollan en sus ámbitos políticos y han sabido reconocerse y agradecerse. Ellas quieren caminar juntas. Y muchas somos las que las queremos acompañar.