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ANOTACIONES AL MARGEN / OPINIÓN

Primavera electoral

21/05/2023 - 

VALÈNCIA. Lsabiduría popular alude a los cambios que se producen en el comportamiento de los seres vivos y, como tales, en el de las personas durante la primavera. Dice el Instituto Cervantes que se despierta la sensualidad y aumentan las posibilidades de relacionarse sexualmente. Estos meses son propicios para el apareamiento de los animales salvajes, y en el ser humano «aumenta la fuerza del instinto básico, si bien, a diferencia de la mayoría de los mamíferos y las aves, carece de época de celo, porque vive en celo permanente». Compartimos el refrán con los países de nuestro entorno, aunque los vecinos del norte son más finos y en su Au printemps, le sang se renouvelle (en la primavera, la sangre se renueva) hablan de renovación más que de ebullición. En otros lugares se relaciona con la alegría de la explosión de los almendros en flor y el violeta de las jacarandas. 

La idea se remonta a la antigua Grecia, cuando Perséfone fue raptada por Hades, el dios del inframundo. Como es bien sabido, la Tierra se volvió estéril mientras la buscaba su madre, Deméter. Zeus intervino y finalmente —hay diversas versiones de cómo se llegó a esta especie de custodia compartida— se acordó que Perséfone se quedaría seis meses con Hades, mientras que el resto del año viviría arriba con la diosa de la agricultura. Cuando subía a mediados de marzo se iniciaba el ciclo de crecimiento y fertilidad. 

En el siglo en el que vivimos, la euforia primaveral tiene que ver con la secreción de hormonas que cuentan que aumentan  el interés por realizar actividades y por relacionarnos con otras personas. Por todo esto, qué mejor momento para ir a las urnas que el del despertar de la vida, con la ciudadanía más abierta y dispuesta a escuchar propuestas. Pero no todo es felicidad y buen rollo. 

La mitología griega no podía saber que el baile de hormonas que nos altera no solo funciona hacia arriba, también provoca bajones: la astenia primaveral, esa sensación de cansancio o falta de energía que algunas personas experimentan. La fatiga trasladada a la política es muy peligrosa, porque lleva a la abstención como muestra de desidia, es decir, la falta de ganas, de interés o de cuidado al hacer una cosa, en este caso, la más importante en una democracia: votar. 

«Qué mejor momento para ir a las urnas que el del despertar de la vida, con la ciudadanía más abierta y dispuesta a escuchar propuestas»

Aproximadamente el treinta por ciento de los valencianos y las valencianas no acudirá a las urnas el próximo 28 de mayo, desperdiciando un derecho que costó mucho conseguir y del que carecen millones de personas en el mundo. Quiero pensar que en este porcentaje de ausentes no solo están los vecinos que se niegan a perder unos minutos del sagrado domingo para acercarse a los colegios electorales. Además, están aquellos cuyo silencio responde a un comportamiento meditado de protesta porque la primavera también es época de alergias: el polen en el aire trae estornudos, congestión nasal, picazón en los ojos y la garganta…

La verborrea y sobreactuación en las campañas pueden, del mismo modo, provocar un malestar generalizado ante tanto exceso de promesas que acaban incumplidas y ante el abuso de la desinformación y la mentira en el ataque al contrario. Para expresar este cabreo, sin embargo, es preferible hacer uso del voto en blanco o voto nulo que deja claro que no somos unos pasotas, sino personal hastiado del marketing político. 

Entre la euforia y la apatía hay un gran espacio para reflexionar sobre lo que queremos para vivir en una sociedad mejor, recordando por nosotros mismos los hechos y las actitudes de estos años, con pandemia incluida, y ejercer así nuestro derecho al voto de forma responsable. 

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