De la misma forma que no elegimos dónde nacemos, las razones detrás de la especialización relativa de los países son muy diversas y no se modifican por decreto
VALÈNCIA. Cuando pensamos en Japón asociamos dicho país con tecnificación, innovación, trenes bala, robots y tantas otras cosas. Aunque todo ello haya cambiado desde que el país nipón se estancara hace ya un par de décadas, se trata de una economía cuya seña de identidad, lo mismo que en el caso de Alemania o de Estados Unidos, es la producción industrial de calidad y con elevadas dosis de I+D. Seguramente, para muchos de los que hablan de “un cambio en el modelo económico”, lo que tienen en mente es un patrón productivo al estilo japonés o, de ser posible (la imaginación se desborda con facilidad), un Silicon Valley a la española (o la valenciana).
Sin embargo, muchas veces la realidad es mucho más compleja y no es tecnología todo lo que reluce, pero tampoco los servicios son actividades poco productivas y que no son susceptibles de aumentar la productividad. En un estudio reciente de David Autor y Anna Salomons, presentado en la Conferencia Anual del Banco Central Europeo en Sintra se muestran datos sobre la evolución del empleo y en qué sectores ha aumentado desde mitad de los años 70, agrupando dichos sectores en términos de la formación (alta, media o baja) requerida. Una de sus más importantes conclusiones es que el empleo ha crecido no tanto por la productividad (que ha sido muy modesta en todos los sectores y en la mayoría de los países) sino por el aumento de la población, que ha requerido más producción y más servicios para atenderla. En segundo lugar, no en todos los países la creación de empleo se ha producido en los sectores de mayor tecnología. Ese ha sido el caso de Francia, Alemania y, en menor medida, el Reino Unido (como puede verse en el primer gráfico, línea azul), pero no así en Japón y en Estados Unidos: el empleo que más ha aumentado en el primero es el de baja cualificación (línea roja), seguido por el de cualificación intermedia (línea amarilla). Es necesario hacer una puntualización: durante este período el peso de la industria en todo el mundo ha disminuido, hasta quedarse en no más del 20% de la producción y algo menos del empleo. España y la Comunidad Valenciana no son una excepción, encontrándose ésta última algo por encima de la media europea. La mayoría de los nuevos empleos se crean, en todo el mundo, en el muchas veces denostado sector servicios. Es una falacia asociar, por un lado, empleos altamente remunerados con la industria y, por otro, trabajo poco cualificado con los servicios.
En el caso de la Comunidad Valenciana, la AVAP (Agencia Valenciana de Evaluación y Prospectiva) elaboró en 2013 el Libro Verde de la Empleabilidad de los titulados universitarios, con datos que se muestran en los gráficos 2 y 3 sobre distribución del empleo por sectores. Cabría puntualizar, en primer lugar, que sería erróneo asignar alta cualificación con formación universitaria, ya que la formación profesional de grado superior no es universitaria pero proporciona alta especialización. Por otro lado, la industria tan sólo proporcionaba en 2012 el 9.3% de los empleos desempeñados por universitarios y el 15.8% de los no universitarios. En el gráfico 2 se muestra también el escaso peso que tienen en el empleo la construcción y la agricultura (englobada en otros). Como se puede comprobar, desde las ocupaciones artísticas hasta los seguros y las finanzas son las actividades del sector servicios las generadoras masivas de empleo.
Como información complementaria, puede verse en el tercer gráfico que alrededor del 60% del empleo en administraciones públicas, sanidad y educación lo ocupan universitarios, lo mismo que en información y comunicaciones y finanzas y seguros. En los restantes subsectores de servicios predominan los no universitarios. Al mismo tiempo, el desempleo de larga duración en estos últimos está próximo al 20%, mientras que en los universitarios no llega al 10%. Cabría, por tanto, ser consciente de que una sociedad como la nuestra necesita crear empleos en todos los sectores y para todos los niveles de cualificación. Y si alrededor del 70% de los empleos están en el sector servicios, no creo que debiéramos menospreciarlo, puesto que son actividades muy intensivas en mano de obra y en las que estamos especializados. Las propias actividades de I+D son, en su mayor parte, realizadas por empleados en el sector servicios, con la excepción de la investigación llevada a cabo en las empresas industriales.
En Estados Unidos y Japón sorprende la cantidad de personas que desempeñan pequeños trabajos, normalmente asociados a los servicios y, en concreto, el comercio y la hostelería. En comercios, hoteles y restaurantes hay muchas más personas empleadas que en los países europeos. La razón es que el primer empleo suele ser de ese tipo antes de llegar al trabajo que se corresponde con su especialización. En Japón la tradición es que una empresa (industrial o de servicios) contrata a su trabajador “para toda la vida” y se empieza desde abajo, con el fin de conocer el negocio. Todos los años se emplea a miles de recién titulados universitarios que son los que te sostienen un cartel en el aeropuerto para decirte que no te equivoques de maleta o te saludan al entrar en Uniqlo, con la misma amabilidad y dignidad que lo haría si ocupara un puesto directivo. ¿Quiénes están repartiendo mejor el empleo, ellos o nosotros?
De la misma forma que no elegimos dónde nacemos, las razones detrás de la especialización relativa de los países son muy diversas y no se modifican por decreto o por insistir machaconamente en que se quiere cambiar de modelo económico. Nuestra responsabilidad es hacer bien el trabajo que nos corresponda hacer en cada momento, siendo lo más eficientes, productivos y, por qué no, amables que podamos. Nos encontramos en un momento histórico muy lejano de la era industrial, donde la producción está divida en cadenas de valor y los servicios son el sector dominante. El principal riesgo al que nos enfrentamos es que, ante perturbaciones económicas, se tarda más tiempo en recolocar a los empleados del sector servicios que a los procedentes de la industria. Por ello es necesario, si queremos especializarnos en sectores con mayor valor añadido, que mejore la formación de nuestros hijos y la nuestra durante toda la vida. También son los universitarios los que más cursos de formación permanente realizan, por lo que debería ser un objetivo prioritario detectar los nichos de empleo y reciclar a los parados de larga duración, sea cual sea su nivel de cualificación. Para ello existen fondos abundantes, tanto españoles como europeos, cuyo buen uso es primordial, evitando las prácticas detestables que tanto sindicatos como patronal hicieron en tiempos muy recientes. La formación es la clave para que, suceda lo que suceda, seamos capaces de adaptarnos y cambiar de actividad si es necesario.